¿Quién será el Papa? ¿Cuánto durará? Son algunas de las preguntas que sobrevuelan estos días por una Ciudad del Vaticano tomada por varios miles de periodistas de medio mundo y blindada intramuros para proteger el secreto de las deliberaciones. El minúsculo territorio de la Ciudad del Vaticano, en torno a la Basílica de San Pedro, es un hervidero. Por sus confines estrechos bullen el runrún de los papables y el ruido de las quinielas más diversas. Por encima de todas ellas, existen algunas certezas que pueden ayudar a descifrar el desenlace. O a entender, al menos, un proceso en que los creyentes consideran vital la intercesión del "espíritu santo".
Y entre esas claves está el número de cardenales electores, el más elevado de los últimos tiempos. Son 133 hombres de 70 nacionalidades y menores de 80 años que -como algunos nos han contado estos días- apenas se conocían entre sí antes de las llamadas congregaciones generales, las reuniones que han mantenido esta semana para abordar el futuro de la iglesia, los males que la debilitan y la alejan de los mortales y perfilar el candidato ideal.
Se trata, como desgranamos en esta pieza repleta de datos y estadísticas, del colegio cardenalicio más diverso de la historia. Hecho a imagen del Papa Francisco, el jesuita argentino que nombró a ocho de cada cardenales que a partir de este miércoles se encierran bajo el cielo de la Sixtina. A pesar de haberlo modelado, el órgano no es monolítico y en el conviven sensibilidades y familias dispares. Bergoglio, al que algunos en Roma le afean ciertos dejes autoritarios, no modificó la regla que obliga a forjar consensos. El Papa solo saldrá elegido si consigue armar una mayoría de dos tercios para la que necesita el entendimiento de sectores distintos y una negociación en la que los críticos de Francisco tratarán de apostar por modelo más colegiado de funcionamiento de la Santa Sede. Los leales al argentino tratarán de garantizar su obra, que su legado de reformas aún con un largo recorrido antes de verlas concluidas no se diluya bajo una sotana que defienda la tradición o invite a "mirarse el ombligo", como dice a El Independiente el cardenal español Cristóbal López Romero.
Más allá de estas claves, todo puede ocurrir. Incluidas las sorpresas de nombres no incluidos en las múltiples quinielas. Como en el fútbol, ni siquiera sus protagonistas aciertan a vaticinar el resultado. Pregunté a dos cardenales cuánto durará el cónclave. Uno dijo que sería rápido. "El viernes tendremos Papa", declaró confiado. El segundo, en cambio, aseveró: "No será fácil. Quizás cuatro o cinco días", transmitió, consciente de que a los cardenales les falta rodaje y conocimiento del prójimo, como si estuvieran aún en los primeros días de colegio. La diversidad de quienes eligen hace más inciertas las quinielas de papables y la duración del cónclave. Incluso contando con que el espíritu santo intervenga, baje y asista a los presentes.
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