Es la pregunta del millón. Se la hemos formulado estos días a algunos cardenales y ni siquiera entre ellos hay consenso: unos apuestan con que el viernes se entonará el “Habemus Papam”; otros, en cambio, son más escépticos. La elección se internará en el fin de semana, avisan. Como ya hemos explicado aquí, la falta de conocimiento entre los cardenales y la diversidad de su procedencia no ayudan a forjar una mayoría de dos tercios rápidos.

Si se mira a la historia reciente, la respuesta es que podría ser breve. Los últimos cónclave no se han prolongado más allá de los cinco días. El inmediatamente anterior, el que escogió a Jorge Bergoglio, se desarrolló en dos días y apenas cinco votaciones.

Siguió la norma del que aupó a su predecesor, Benedicto XVI, en abril de 2005: duró dos jornadas e hicieron falta 4 escrutinios para elegir al teólogo alemán. En cambio, Juan Pablo II precisó en 1978 tres días y ocho escrutinios.

El más breve, en cambio, se remonta a 1503, cuando Julio II solo necesitó díez horas. La elección se despachó en una noche, la del 31 de octubre, y una única votación. Desde entonces, no se ha vuelto a producir un acontecimiento tan veloz.

A lo largo del siglo XX han sido estas las duraciones:

De 31 de julio a 4 de agosto de 1903. Duró cinco días y se requirieron 7 escrutinios para escoger a Pío X.  

De 31 de agosto a 3 de septiembre de 1914.  Cuatro días y 10 escrutinios para elegir a Benedicto XV.  

De 2 a 6 de febrero de 1922. Cinco días y 14 escrutinios para elegir a Pío XI.  

De 1 a 2 de marzo de 1939. Dos días y 3 escrutinios para elegir a Pío XII.

De 25 a 28 de octubre de 1958.  Cuatro días y 11 escrutinios para  elegir a Juan XXIII.  

De 19 a 21 de junio de 1963. Tres días y 6 escrutinios para Pablo VI.  

De 25 a 26 de agosto de 1978. Dos días y 4 escrutinios para elegir a Juan Pablo I, quien murió 33 días después.