Las palabras no proceden de un activista internacional ni de un fiscal de la Corte Penal Internacional. Vienen de uno de los hombres que una vez ocupó el sillón de primer ministro de Israel, sobre el que hoy se sienta Benjamin Netanyahu. En una dura tribuna publicada este martes por Haaretz, el ex premier israelí Ehud Olmert rompe el silencio y lanza una acusación de largo alcance: “Israel está cometiendo crímenes de guerra”.

"Tampoco se puede ignorar lo que ha estado ocurriendo en algunas unidades militares israelíes, incluidas las fuerzas especiales, donde sirven los mejores y más audaces soldados. Ha habido demasiados incidentes de disparos crueles contra civiles, de destrucción de propiedades y viviendas, incluso cuando no debería ocurrir. Hay demasiados saqueos y robos en las casas, de los que en muchos casos se han jactado los soldados israelíes. Algunos han llegado incluso a publicar sus fechorías en Internet", escribe Olmert, el predecesor de Netanyahu al frente del Gobierno.

"Los israelíes están cometiendo crímenes de guerra. No comparto la opinión del exjefe del Estado Mayor Moshe Yaalon, quien afirmó que Israel está llevando a cabo una limpieza étnica. Pero nos estamos acercando al punto en el que será innegable que ese es el resultado inevitable de lo que el Gobierno, el ejército y nuestros valientes soldados han estado haciendo en la práctica", agrega.

El Gobierno de Israel está librando actualmente una guerra sin sentido, sin objetivos ni un plan claro y sin posibilidades de éxito

En una columna que sacude los cimientos del discurso oficial israelí, Olmert lanza un alegato demoledor contra la guerra en Gaza, que califica de “sin sentido, sin objetivos ni posibilidades de éxito”. "El Gobierno de Israel está librando actualmente una guerra sin sentido, sin objetivos ni un plan claro y sin posibilidades de éxito. Nunca desde su creación ha librado el Estado de Israel una guerra como esta. La banda criminal encabezada por Benjamin Netanyahu ha sentado un precedente sin igual en la historia de Israel también en este ámbito".

En tono amargo, el exdirigente reconoce haber defendido durante meses la actuación del ejército israelí en la Franja, incluso frente a las duras críticas internacionales. “Rechacé la acusación de crímenes de guerra y admití la segunda: la indiferencia hacia las víctimas”, escribe.

Pero ahora, dice, ha cambiado de parecer. Y lo hace con una acusación que ya no deja lugar a interpretaciones: “En las últimas semanas, ya no he podido seguir haciéndolo. Lo que estamos haciendo ahora en Gaza es una guerra de devastación: el asesinato indiscriminado, ilimitado, cruel y criminal de civiles. No lo hacemos por haber perdido el control en ningún sector concreto, ni por un arrebato desproporcionado de algunos soldados de alguna unidad. Es más bien el resultado de una política gubernamental dictada a sabiendas, con maldad, malicia e irresponsabilidad. Sí, Israel está cometiendo crímenes de guerra".

Política de hambre

Olmert describe lo que califica como una política deliberada de inanición. “Sí, hemos estado negando a los habitantes de Gaza alimentos, medicinas y necesidades básicas como parte de una política explícita”, denuncia. Según él, esta estrategia está promovida abiertamente por “lacayos” del gobierno de Netanyahu que se jactan de matar de hambre a una población que consideran completamente identificada con Hamás. “Más de dos millones de personas, exterminables sin limitación moral”, resume.

"En primer lugar, matar de hambre a Gaza. Sobre esta cuestión, la posición de las altas figuras del Gobierno es pública y clara. Sí, hemos estado negando a los habitantes de Gaza alimentos, medicinas y necesidades básicas como parte de una política explícita. Netanyahu, como es habitual, está tratando de difuminar el tipo de órdenes que ha dado, con el fin de eludir la responsabilidad legal y penal a su debido tiempo. Pero algunos de sus lacayos lo dicen abiertamente, en público, incluso con orgullo: Sí, vamos a matar de hambre a Gaza. Como todos los habitantes de Gaza son de Hamás, no hay ninguna limitación moral u operativa para exterminarlos a todos, más de dos millones de personas", desliza.

Reacción internacional

La advertencia no se queda en el plano interno. Olmert alerta de un deterioro grave en las relaciones con aliados tradicionales como Francia, Reino Unido o Italia. Cita una conversación reciente con Emmanuel Macron, a quien describe como “amigo de Israel”: “Estamos luchando con ustedes contra sus enemigos bajo mi dirección, y ustedes me han estado acusando de apoyar el terrorismo”, habría dicho el mandatario francés, visiblemente indignado.

Olmert advierte de que los aliados ya no compran el discurso de autodefensa. “Han escuchado las voces de Gaza. Ven el sufrimiento de cientos de miles de civiles. Se dan cuenta de lo obvio: los ministros del gabinete israelí... están aplicando una política de hambre y presión humanitaria, con resultados potencialmente catastróficos”.

“El enemigo interno”

Para Olmert, el daño no es solo internacional. En lo que representa quizás el golpe más duro contra su propio país, asegura que el Gobierno actual —formado por Netanyahu, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir— ha causado más daño a Israel que cualquier enemigo exterior en sus 77 años de historia. “Ha declarado la guerra al Estado y a sus habitantes”.

Critica con dureza la represión contra los palestinos en Cisjordania, donde "'la juventud de las colinas' comete crímenes con impunidad", y acusa a líderes de colonos como Yossi Dagan de incitación al genocidio. Denuncia también actos de saqueo, asesinatos de civiles y abusos cometidos por unidades de élite del ejército israelí. “Los israelíes están cometiendo crímenes de guerra”, reitera, sin ambages.

Una advertencia final

La pieza culmina con una frase lapidaria: “Es hora de detenerse, antes de que seamos expulsados de la familia de naciones y citados ante la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra, sin una buena defensa. Basta”.

Con su carta pública, Olmert no solo se desmarca del Gobierno. Da munición a la creciente ola de condenas internacionales y pone en cuestión la narrativa oficial en un momento en que Israel afronta una investigación abierta en La Haya. Una señal clara de que, incluso entre los suyos, la legitimidad de esta guerra comienza a resquebrajarse.