En el centro de entrenamiento de Tifnit, al sur de la ciudad marroquí de Agadir, soldados con boinas marrones —emblema de la unidad de élite israelí Golani— instruyen a fuerzas especiales del reino en técnicas de guerra subterránea. La escena, documentada en imágenes distribuidas por el ejército estadounidense, ha abierto una profunda grieta en Marruecos. No por la presencia de Israel en las vastas maniobras African Lion —ya habitual desde la normalización diplomática de 2020— sino por el contexto en que se produce: en pleno recrudecimiento de la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza que ha dejado más de 54.000 muertos en veinte meses, la mayoría civiles, y el enclave palestino reducido a escombros.

“Como marroquí, pocas veces he sentido una traición tan profunda”, denuncia Karim Hassoun, activista y cofundador de la Hind Rajab Foundation, la organización con sede en Bruselas que persigue judicialmente a los soldados israelíes implicados en violaciones de derechos humanos en Gaza cuando se hallan de viaje en el extranjero. “Entrenar con una unidad conocida por su participación en crímenes de guerra mientras se desarrolla un genocidio no es estrategia. Es complicidad directa”, denuncia.

Las sombras de Gaza llegan al otro lado del Estrecho

La Brigada Golani, formada en 1948 e involucrada en las sucesivas guerras árabe-israelíes, está bajo escrutinio por su papel en la actual operacón militar sobre la Franja. El pasado marzo uno de sus batallones participó en una operación en Rafah que mató a quince trabajadores humanitarios, según ONGs y organismos de la ONU. Los empleados se dirigían con sus ambulancias a socorrer a víctimas de los bombardeos indiscriminados de Israel y su muerte, tras minutos de fuego israelí, fueron captados por sus propios teléfonos móviles. Tras su óbito, sus cuerpos fueron ocultados en una fosa común en las proximidades del ataque.

La presencia de esta unidad de élite israeí en Marruecos, oficialmente para compartir experiencia táctica y fortalecer la “interoperabilidad” entre aliados, ha provocado un vendaval de críticas desde sectores civiles y de la disidencia marroquí. “Es un escándalo de dimensiones jamás vistas. Nos hemos convertido en un protectorado israelí en medio de un brutal genocidio”, afirma Ali Lmrabet, periodista marroquí exiliado en Cataluña y crítico histórico de la monarquía alauí. “Algunos dirán que esta terrible complicidad es la consecuencia del miedo a Argelia. Yo creo que el régimen de Marruecos ha normalizado décadas de relaciones secretas que no eran tan secretas con Israel”, añade. “No olvidemos que Hasán II permitió al Mossad en los años 60 espiar los dirigentes árabes en un encuentro de países árabes en Casablanca, justo antes de la Guerra de los Seis días”.

Es un escándalo de dimensiones jamás vistas. Nos hemos convertido en un protectorado israelí en medio de un brutal genocidio

La cooperación no se limita a ejercicios simbólicos. Fuentes militares y documentos oficiales detallan que la colaboración se centró en el adiestramiento en la guerra de túneles, una de las tácticas más desarrolladas por el ejército israelí en Gaza y el sur del Líbano. Con el uso de sistemas robóticos y vigilancia avanzada, la formación tuvo lugar en varias ciudades del país, entre ellas Agadir, Tiznit, Kenitra y Ben Guerir. “Las imágenes muestran algunas de las mismas tácticas utilizadas para masacrar a civiles y enterrarlos vivos en Gaza. Estos ejercicios, en pleno genocidio, constituyen una violación del derecho internacional y una vergüenza moral”, insiste Hassoun.

Miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel en su participación en 2023. | IDF

La doble cara de Rabat

El malestar popular es palpable. La calle marroquí, tradicionalmente alineada con la causa palestina y una de las más contestatarias en el mundo árabe desde el inicio de la guerra en octubre de 2023, no ha permanecido indiferente. El contraste entre la retórica oficial de apoyo a Palestina y la colaboración militar con Tel Aviv ha alimentado la tensión. “El régimen quiere demostrar a Estados Unidos e Israel que está alineado al 100 %, mientras finge compromiso con los derechos de los palestinos”, opina el economista y opositor Fouad Abdelmoumni. “Pero con la atrocidad de los crímenes israelíes, esa postura se vuelve insostenible”.

La monarquía marroquí, con poderes ejecutivos totales, ha mantenido un discurso ambiguo desde que retomó relaciones diplomáticas con Israel a cambio del reconocimiento estadounidense del Sáhara Occidental. Un equilibrio precario que ahora comienza a resquebrajarse. “En un país democrático, los gobernantes escuchan a su opinión pública. Pero como Marruecos es una monarquía absoluta, el enfado de la opinión pública mayoritariamente contraria a la normalización con un Estado criminal y genocida, el rey y su séquito hacen lo que les da la gana”, sentencia Lmrabet.

Unas maniobras que no se detienen

Las African Lion —organizadas cada año por Estados Unidos y Marruecos con la participación de países aliados— se han convertido en el escaparate de una nueva realidad geoestratégica en el norte de África. En su 21ª edición, participaron delegaciones de más de 20 países, incluidos varios árabes. La presencia israelí no fue disimulada. “Por primera vez, la llegada de los soldados israelíes fue filmada y publicada con la bandera visible. No se trata ya de relaciones discretas”, destaca una información de la televisión pública israelí Kan.

El ejército marroquí, por su parte, elogió el uso de “las últimas tecnologías y equipos” en el entrenamiento conjunto de guerra subterránea. Mientras tanto, organizaciones como Mujeres Periodistas sin Cadenas denunciaron la participación de unidades “acusadas de violaciones de derechos humanos” y exigieron al gobierno de Rabat una posición clara.

Por primera vez, la llegada de los soldados israelíes fue filmada y publicada con la bandera visible

Una alianza bajo fuego

La colaboración militar entre Marruecos e Israel es una realidad estructural, que ha capeado el temporal de su enorme impopularidad pública. Pero las imágenes de soldados israelíes entrenando en suelo magrebí, mientras se intensifica la operación en Gaza, han trastocado ese cálculo. Y con ello, reabre un viejo dilema en la política exterior marroquí: hasta qué punto puede sostenerse la alianza con Israel sin dinamitar el vínculo emocional e histórico con la causa palestina.

“No hay opiniones diversas sobre esto. El pueblo marroquí apoya de forma abrumadora a Palestina. La normalización no cuenta con el apoyo de los marroquíes. Es la agenda de un régimen que no representa a nadie”, recalca Hassoun. “La complicidad con crímenes de guerra no es solo ilegal, es moralmente inaceptable”. “Oponerse al genocidio no es radical, es humano. Oponerse a maniobras militares con conocidos criminales de guerra no es dramático, es legal y moralmente necesario.

El creciente aislamiento internacional de Israel complica el ejercicio de equilibrismo de Mohamed VI y su séquito. “Esta postura se está volviendo muy difícil de manejar con la atrocidad de los crímenes israelíes y la aceleración de su condena, incluso por parte del establishment occidental e israelí”, apunta Abdelmoumni. “Las críticas a las posiciones oficiales marroquíes son cada vez más numerosas y duras en las calles y en las redes sociales marroquíes, pero hasta ahora no hay indicios de explosiones inminentes. Como siempre ocurre con los regímenes opresivos, las explosiones no se anuncian antes de que se vean en el mundo real”, avisa el disidente.