Hubo un momento en el que el presidente estadounidense, Donald Trump, consideraba al ruso, Vladimir Putin, prácticamente su amigo. En 2013, cuando visitó Moscú para el concurso de Miss Universo, se preguntó en Twitter, literalmente, si Putin se “convertiría” en su “nuevo mejor amigo”. Dos años después, y aunque todavía no se habían visto nunca en persona, Putin dijo que el magnate era “una persona colorida y talentosa”, algo que al americano le pareció un “gran honor”.
En el primer mandato de Trump, ambos se encontraron varias veces en privado, incluso sin ningún miembro de ambos equipos, algo del todo inusual. En esta ocasión, el presidente estadounidense ha arrancado su segundo mandato alabando a Putin, aparentando confianza y camaradería con él, quizá creyendo que de ese modo podría conseguir más fácilmente que cediese y terminase con la guerra de Ucrania, una paz que Trump prometió que llegaría en cuanto él accediese al cargo.
Pero ya han pasado más de cuatro meses y las reuniones y llamadas entre ambos equipos no han logrado grandes avances, lo que empieza a exasperar a Trump.
Este fin de semana, ese buen tono se acabó. Después de días en los que venía endureciendo el discurso, pero en los que también abrió la puerta a impulsar el comercio entre Estados Unidos y Rusia para atraer a Putin, este domingo por la noche Trump dijo que el ruso está “absolutamente loco” tras un importante ataque aéreo de Rusia contra Kiev, y le advirtió de que se arriesga a que le imponga nuevas sanciones. Y este martes ha insistido más en su enfado. En su red social, Truth Social, le ha advertido de que está “jugando con fuego”.
“De lo que Vladimir Putin no se da cuenta es de que si no fuese por mí, a Rusia le habrían pasado muchas cosas realmente malas, REALMENTE MALAS. ¡Está jugando con fuego!”, escribió, sin concretar a qué cosas malas se refería ni a qué se arriesga exactamente.
Sin embargo, miembros de su equipo han contado a medios como el Wall Street Journal y la CNN que el presidente está valorando imponer nuevas sanciones sobre Rusia que podrían llegar tan pronto como esta misma semana, a modo de ultimátum para que Putin acceda a llegar al menos a un alto el fuego en Ucrania. Con todo, el líder al mismo tiempo también está considerando, han trasladado las mismas fuentes, la posibilidad de retirarse del todo de su papel de intermediario en el conflicto a la vista de su poco éxito hasta la fecha.
La Casa Blanca ha dicho que por el momento “todas las opciones” están abiertas, aunque al mismo tiempo insiste en el relato oficial: que esta es una guerra de Joe Biden y que Trump quiere la paz. “Esta guerra es culpa de Joe Biden, y el presidente Trump ha sido claro diciendo que quiere ver cómo se negocia un acuerdo de paz. El presidente Trump también ha mantenido inteligentemente todas las opciones encima de la mesa”, ha dicho la portavoz del Gobierno, Karoline Leavitt, en un comunicado.
Por el momento no parece que las nuevas sanciones puedan ir dirigidas a los bancos rusos, sino que se están discutiendo otras opciones que permitan mantener a Putin en la mesa de negociación. “Está matando a mucha gente”, dijo Trump el domingo, y cuando se le preguntó si valoraba imponer nuevas sanciones, contestó con un “absolutamente”. “No sé qué le ha pasado. ¿Qué demonios le ha pasado?”, se preguntó.
Pero para Trump continuar tratando de llevar a Putin a un terreno al que este rechaza acercarse también supone un desgaste político, y por eso el presidente también valora retirarse del todo de su papel como intermediario hacia la paz, pese a sus promesas.
El resultado es que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se han deteriorado, y si hace solo unas semanas parecía evidente que Trump iba a verse con Putin en persona más pronto que tarde, ahora el presidente se ha convencido de que el ruso es cordial con él y amable de cara al público, pero realmente no está dispuesto a escuchar sus intentos de acercarlo a Ucrania.
Después de las críticas de Trump del domingo, Rusia lanzó su mayor ataque hasta la fecha con misiles y drones en Ucrania, argumentando que lo hacía en represalia por los bombardeos de Ucrania en territorio ruso. Según Ucrania, Rusia lanzó más de 350 drones explosivos y al menos nueve misiles de crucero.
A la mañana siguiente, Estados Unidos, Alemania, Francia y Reino Unido decidieron levantar las restricciones que hasta el momento aplicaban en el uso que Ucrania hace de las armas que le facilitan sus aliados occidentales, con lo que ahora puede atacar a objetivos dentro de Rusia, y no solo en la frontera, un cambio importante en la posición oficial. Biden estuvo todo su mandato negándose a levantar esos límites porque temía que condujesen a una escalada de la guerra.
Trump no es el primer presidente estadounidense que intenta negociar con Putin. Ya lo hizo George Bush en 2001, poco antes de que Putin invadiese Georgia, e incluso Barack Obama en 2009, poco antes de que este sitiase Crimea. El empresario quería desmarcarse de lo que consideraba los errores de sus predecesores, y a lo largo de su campaña electoral repitió que, si resultaba elegido, la guerra se terminaría. "Antes de que incluso llegue al Despacho Oval, muy poco después de que ganemos juntos la presidencia, esta terrible guerra entre Rusia y Ucrania se habrá terminado".
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, lleva insistiendo desde el principio -y así lo manifestó en el Despacho Oval poco antes de ser expulsado de allí entre gritos de Trump y del vicepresidente JD Vance- en que Putin "solo está jugando con la diplomacia y los diplomáticos", sugiriendo que realmente no quiere llegar a ningún tipo de acuerdo y tan solo busca ganar tiempo.
Mientras, en el Congreso representantes tanto demócratas como republicanos están empezando a impulsar una campaña para incrementar las sanciones americanas contra Rusia tras sus últimos ataques, y proponen aranceles del 500% a los países que compren energía rusa, algo que respaldan más de 80 senadores. Alemania, Francia y Reino Unido apoyan la medida "al 100%", han dicho esos congresistas.
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