"España es un problema". La cumbre de La Haya estaba diseñada para tejer la reconciliación entre los aliados europeos y Donald Trump tras su vuelta a la Casa Blanca. "Ha sido la cumbre de Trump", clamaba el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio. El presidente de EEUU ha reconocido que se vuelve a Washington con otra idea sobre los aliados, dispuestos a cumplir con el objetivo de aumento del 5% del gasto en defensa antes de 2035, plasmado en la declaración de La Haya. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, habría logrado que EEUU haya reafirmado su compromiso con el artículo 5, ese que garantiza que defenderán a cualquier aliado de un ataque del exterior. Digamos Rusia frente a Estonia. Pero el presidente del gobierno español ha estado a punto de hacer descarrilar la cumbre. 

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Donald Trump tiene buena memoria. Recuerda que cuando llegó al poder por primera vez en 2016 solo tres países cumplían con el objetivo del gasto en defensa marcado en la cumbre de Gales en 2014. Uno era Polonia, al que destaca como "aliado modelo". De la cumbre de La Haya se lleva un recuerdo: España no ha querido cumplir con el compromiso del 5% y ha aceptado a regañadientes y con triquiñuelas. Tiene flexibilidad para dedicar menos porcentaje de su PIB a defensa siempre que cumpla y adquiera las capacidades asignadas, que son confidenciales. El presidente del Gobierno español mantiene que se puede hacer con el 2,1% pero la OTAN dice que sus estimaciones apuntan al 3,5% en defensa pura (más el 1,5% en cuestiones relacionadas con la seguridad). 

Al final Sánchez se ha sumado a la declaración, pero se ha quedado con la carta de esa hipotética flexibilidad. Una genialidad, como ha dicho el primer ministro belga, Bart de Weber. Los otros aliados, como Giorgia Meloni, han subrayado que "no hay excepción española", pero Sánchez puede vender a sus socios en el Gobierno, cada vez más escépticos, y a los ciudadanos que España es soberana. Frente a Trump. Y ya sabemos lo mucho que renta para un populista plantarse frente a Trump. 

La ira de Trump: guerra arancelaria

En la rueda de prensa posterior a la cumbre, Trump ha arremetido contra España con su estilo de matón. "Sois el único país que no está pagando. No sé cuál es el problema… Lo compensaremos. Estamos negociando un acuerdo comercial. Haremos que España pague el doble. Y lo digo en serio", ha dicho el presidente de Estados Unidos, quien ha añadido que llevará personalmente la negociación. Además, ha recordado que España va bien económicamente pero que eso puede cambiar. 

Las amenazas de Trump son difíciles de ejecutar porque en realidad Estados Unidos negocia con la Unión Europea. La competencia de comercio corresponde a la Comisión Europea. El 9 de julio expira la tregua comercial. De ahí que el ministro español de Economía, Carlos Cuerpo, haya remitido a que Trump dialogue con la UE. Sin embargo, lo que sí puede hacer Trump es elevar los aranceles de determinados productos que España exporta a EEUU como el aceite de oliva. 

Las negociaciones están siendo muy duras porque EEUU prefiere apostar por la reindustrialización y muestra poco interés en fomentar el comercio internacional, según fuentes comunitarias. Si Washington busca cómo dañar a España, lo conseguirá.

Maniobra populista

Sin embargo, las amenazas de Trump han dado buenos resultados a otros líderes mundiales como pasó con Justin Trudeau y su sucesor, Mark Carney, en Canadá. Los ciudadanos suelen apoyar a su líder si ven que hay un ataque del exterior. Se arremolinan en torno a la bandera, como se dice en comunicación política. 

Sánchez ha realizado esta maniobra con el fin de desviar el foco de la corrupción, por un lado, y de colocarse como un salvador de la soberanía española frente a las imposiciones de un matón como Trump. El relato se vende solo. A ello se suma que en España hay poca conciencia de lo que realmente representa el gasto en defensa y seguridad. Es poco popular defender la inversión que demanda la OTAN. No hay percepción de la amenaza como en el flanco oriental. El gesto le puede dar beneficios a corto plazo. 

Las relaciones con EEUU, en juego

Sin embargo, las relaciones con Estados Unidos, la primera potencia global, quedan dañadas, en un momento de gran incertidumbre. "La Administración Trump ha sido clara. Bajo su mandato, el Gobierno de Estados Unidos se ha comprometido a dar prioridad a las alianzas estratégicas con Estados independientes que estén dispuestos a asumir una parte justa de la carga de la defensa colectiva. Eso incluye demostrar la voluntad de poner en peligro sus propios ejércitos y servicios de inteligencia por el interés colectivo cuando sea necesario. El Gobierno de Estados Unidos también se compromete a garantizar que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos mantengan la disuasión estratégica frente a las principales potencias competidoras (por ejemplo, la República Popular China o la Federación de Rusia). Eso no puede suceder si los socios estratégicos no asumen una parte justa de la carga de la defensa colectiva. Tampoco puede suceder si los socios estratégicos no se alinean con los esfuerzos de Estados Unidos para contrarrestar la influencia maligna de esas grandes potencias competidoras", señala Michael Walsh, miembro sénior del Instituto de Investigación de Política Exterior. 

Existe un alto riesgo de ruptura estratégica en las relaciones entre Estados Unidos y España. La Administración Trump no va a dar marcha atrás

"El problema para las relaciones entre Estados Unidos y España es que el Gobierno de Sánchez ha tomado una serie de decisiones en materia de política exterior que demuestran claramente que el Gobierno español no está dispuesto a asumir la parte que le corresponde de la carga de la defensa colectiva ni está alineado con el Gobierno de Estados Unidos y otros aliados de la OTAN para contrarrestar la influencia maligna de las grandes potencias competidoras. Por eso creo que existe un alto riesgo de ruptura estratégica en las relaciones entre Estados Unidos y España. La Administración Trump no va a dar marcha atrás", añade Walsh.

Finalmente, Sánchez, con su empecinamiento en esa flexibilidad irreal, "pone en riesgo los intereses de seguridad nacional y política exterior a largo plazo de España como país", según fuentes cercanas a los republicanos de EEUU. La conclusión es que España incumple con sus compromisos con la OTAN y no hace lo suficiente para frenar a China y sus aliados. De este modo, “la Administración Trump tiene motivos políticos para adoptar un enfoque mucho más radical en las relaciones con España”. 

En un artículo en El Independiente, Walsh ponía sobre la mesa opciones que tiene Trump si quiere complicar la vida a España. "La Administración Trump podría reconocer la soberanía de Marruecos sobre Ceuta, Melilla y/u otros territorios españoles de ultramar. Podría negociar un arrendamiento a largo plazo de bases militares marroquíes para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y/o la Armada de los Estados Unidos. Podría abogar por que la Unión Europea admita a Marruecos como Estado miembro. Podría abogar por nuevos gasoductos con destino a Europa que transiten por Marruecos y terminen en un país distinto de España (por ejemplo, Gibraltar)".

Los aliados europeos, atónitos

La percepción en EEUU y en otras latitudes europeas es que Sánchez obra por su debilidad política interna. Muchos asumen que está en estado crítico y algunos, como la Administración Trump, confía en que colapse para establecer relaciones con un gobierno menos hostil. En una entrevista en Politico, el secretario de Estado, Marco Rubio, insistía en la idea de España como problema. "No creo que el acuerdo al que ha llegado España sea sostenible y, francamente, les pone en una situación muy difícil con respecto a sus otros aliados y socios", remarcaba Rubio. Está claro que toda la Administración Trump es consciente de hasta qué punto España se ha hecho notar en la cumbre. 

Y no va desencaminado Rubio al apuntar que esta actitud de Sánchez había colocado a los demás aliados en una posición compleja. El presidente del Gobierno español abrió una caja de Pandora con su demanda de un trato diferenciado. Quien más secundó su planteamiento fue Robert Fico, el primer ministro de Eslovaquia, conocido por su posición ultranacionalista. Pero ni siquiera el húngaro Viktor Orbán ha querido subir la voz esta vez. 

Los europeos han mostrado su incomprensión por la actitud de Sánchez al exigir esa excepción española. Al belga De Weber no le salían las cuentas y hablaba irónicamente de la "genialidad" de Sánchez.  Los más diplomáticos hablaban de falta de realismo al pretender cumplir con el 2,1% mientras que el resto se comprometían al 3,5% en pura defensa, y otros como el griego Mitsotakis hablaba de los free riders, en alusión a quienes quieren viajar gratis a costa de los demás.

El papel de villano lo ha representado Sánchez a la perfección, aunque se ha librado de la humillación porque había que dar imagen de unidad, a pesar de todo. Según el ex vicesecretario general adjunto de la Alianza, Camille Grande, lo que ha hecho Sánchez "tendrá consecuencias más allá de la cumbre".

España se puede olvidar de ser un actor relevante en la Unión Europea en la que la seguridad es clave. A última hora de la tarde, en La Haya, Rutte se ha reunido con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y los cinco principales aliados europeos: Alemania, que ahora está en vanguardia en su compromiso con la defensa, Francia, Polonia, Reino Unido e Italia. Hasta Italia, con un presupuesto tan bajo como el de España en defensa, ha asumido el compromiso sin montar números. Nadie ha echado en falta a Sánchez en ese foro.

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