En el centro de Varsovia, junto a la estatua del astrónomo Nicolás Copérnico, apareció un hombre que ha pasado los últimos cinco años en un agujero. Aislado. Subalimentado. Maltratado. Serguei Tijanovski se atrevió a desafiar a Aleksandr Lukashenko desde su canal de YouTube primero. Luego intentó presentarse a las presidenciales en 2020. Fue condenado a 18 años de cárcel. Acaba de ser liberado y ha venido a dar las gracias a los mandatarios polacos, y a los ciudadanos bielorrusos que desde su exilio han apoyado su causa. Polonia, que durante 123 años soñó con recuperar su soberanía (1795-1918), sirve de inspiración a Serguei Tijanovski. Los símbolos, como la V que usaban los que protestaban contra el estado de sitio, o los cánticos, evocan el camino seguido por el país vecino.

"Abulto la mitad que hace cinco años pero mi cerebro sigue intacto", clamaba Serguei Tijanovski en su encuentro con la comunidad bielorrusia en Varsovia. A su lado, su esposa Svetlana, que decidió tomar el relevo y encabezó la candidatura a la Presidencia en agosto de 2020. Lukashenko se atribuyó un 90% de los votos y luego reprimió unas protestas multitudinarias.

Svetlana Tijanovskaya acabó huyendo a Lituania. Desde ahí ha liderado la lucha por la libertad en Bielorrusia y por la excarcelación de su esposo y los más de un millar de presos políticos que sobreviven en condiciones infrahumanas. "Nuestra lucha no se acaba. No vamos a parar hasta que el último de los detenidos recupere la libertad", dijo el pasado jueves en Varsovia.

Aislado durante cinco años

Serguei Tijanovski fue liberado el pasado 21 de junio junto a otros 13 presos políticos. El enviado especial para Ucrania, Keith Kellogg, se vio con Lukashenko, quien logró así que se rompiera el aislamiento al que le ha sometido gran parte de la comunidad internacional. "¡Mi marido Serguéi está libre! ¡Es difícil describir la alegría que siento en mi corazón!", dijo Svetlana, al saber que volvería a ver con vida a su esposo. El encuentro con la familia fue muy emotivo. La hija pequeña, que apenas tenía cuatro años cuando su padre fue encarcelado, al principio no le reconocía.

Lo cierto es que Serguei está esquelético y ha envejecido diez años. Pero su voz es potente. "¿A quién hay que agradecer que hoy sea libre? Algunos dicen que a Trump, pero creo que si no fuera por vosotros, bielorrusos, nadie habría sabido de mi y de mi mujer. Por eso Trump se empeñó en que yo estuviera en la lista de los liberados. Durante cinco años los diplomáticos americanos no iban a Bielorrusia. El compromiso es que solo volverían si me liberaban", relató Serguei Tijanovski, quien se expresa en ruso. "Es culpa de Lukashenko que ha matado nuestro idioma".

Relató cómo en las cárceles de Lukashenko hay torturas, que son tan extremas que hay quienes se cortan las venas para ser trasladados al hospital. Serguei se emociona al acordase de los que aún sufren estos tratos. "Es una pesadilla. No nos dan ni cepillo de dientes ni nos permiten comprarlo. Tampoco hablas con nadie. A mi al menos no me golpeaban, pero me sometían a aislamiento extremo. He pensado mucho sobre lo que tenemos que hacer ahora", contaba el activista.

Lukashenko busca oxígeno

En agosto del año pasado Serguei empezó a apreciar cambios. Los colaboradores de la Fiscalía y algunos miembros del KGB le sugirieron que escribiera una petición en demanda de su liberación. "Lo hicieron con más gente. Conmigo estuvieron tres horas. Yo no quería reconocer las acusaciones. No podía traicionar a todos los que me han ayudado. Unos cientos de personas se movilizaron y recogieron más de 100.00 firmas", indicó Tijanovski, convencido de que todos van a ser liberados. "Hay negociaciones ahora mismo. Lo que piden es que se revisen las sanciones contra Bielorrusia". 

La crisis es tan grave en Bielorrusia que incluso recientemente se supo que escaseaban las patatas, alimento básico en la dieta del país. Lukashenko es un fiel súbdito de Putin, pero siempre se ha negado a enviar soldados al frente ucraniano. Teme que la población se levante contra él.

Lukashenko lleva en el poder desde julio de 1994, más de tres décadas. En enero arrasó de nuevo. Sin sorpresas. Para Lukashenko, como para Putin, el ejemplo de la vecina Polonia es nefasto: Bielorrusia perteneció a Polonia entre los siglos XIII y XVIII y la evolución del país, dentro de la Unión Europea y de la OTAN, ha sido espectacular. Los bielorrusos se trasladan a Polonia por razones políticas pero también por pura supervivencia.

Serguei Tijanovski anunció que va a emprender una gira por varios países, entre ellos Polonia, para demostrar que "los bielorrusos vamos a luchar por la caída del régimen de Lukashenko. Por no tener miedo me he convertido en un héroe y también mi familia. Vosotros podéis hacerlo también". 

La fe en los cambios

"¿Queréis cambios en Bielorrusia? Con mi liberación la situación no cambia. No es el final de la lucha. Tengo muchas ideas, mucha energía. Para que haya cambios hemos de creer en que es posible", dijo el activista en pleno corazón de Polonia, un país eslavo que simboliza la libertad a la que aspiran sus vecinos Ucrania y Bielorrusia.

Tijanovski se mostró convencido de la victoria: "Tengo un plan. Y es el plan de alguien que ha estado cinco años aislado, con mucho tiempo para pensar. La Unión Soviética cayó en un día. Nadie la atacó y era un imperio enorme".

Su hija pequeña Agnia recita el Catecismo del Pequeño Polaco, de 1900, adaptado a Bielorrusia. "¿Quién eres? Soy una pequeña bielorrusa... ¿En qué crees? En Bielorrusia creo. ¿Qué hacer por ella? Soy agradecida. ¿Qué le debes? La vida". Un coro entona la canción Mury (Muros) escrita por Jacek Kaczmarski, basada en L'Estaca de Lluis Llach, himno del movimiento clandestino contra el comunismo.

Con una fuerza insólita en alguien que viene de un pozo tan hondo Serguei Tjanovski concluyó: "No me he rendido. Voy a hacer todo para que regresemos a Bielorrusia y seamos un país libre. Habrá elecciones libres y democráticas".