Y el siroco del Sáhara Occidental sopló por el Palacio de las Naciones de Ginebra, sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. No parece una protesta, ni un gesto de denuncia política. “Jaimitna” es una pieza de arte efímero: una jaima —tienda tradicional saharaui— levantada a metros de la sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Dentro, una cascada de colores cuelga de sus paredes. Son melhfas —vestidos tradicionales saharauis—, traídas desde el exilio y la represión. Ninguna fue elegida al azar.

Cada una pertenece a una mujer saharaui que ha sido perseguida, encarcelada, golpeada o violada por su activismo político bajo la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. No pudieron asistir a Ginebra. Sus cuerpos están retenidos por las fronteras impuestas. Pero sus vestidos, tejidos con memoria y resistencia, llegaron antes que ellas.

“Es una forma de traer su voz, su lucha y su dignidad”, explica Asria Mohamed, periodista y activista saharaui, exiliada desde niña en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia) a Democracy Now. “Estas mujeres no pueden salir del territorio ocupado, pero sus melhfas pueden hablar por ellas. Y lo están haciendo, aquí, frente a los que deberían escucharlas”.

Jaima plantada en la ONU

La jaima como testimonio

Mohamed diseñó “Jaimitna”, que significa “nuestra jaima”, como un espacio de denuncia y memoria. Ya había sido instalada en Madrid y Valencia. Pero su presencia en Ginebra, justo en la puerta del organismo internacional que debería velar por los derechos humanos, tiene un peso simbólico ineludible.

“Desde fuera, parece una tienda sencilla, incluso bonita”, dice. “Pero cuando entras, ves los códigos QR que cuelgan de cada melhfa. Escaneas uno y accedes al testimonio de una mujer. No solo sus sufrimientos: también sus logros, su arte, su resistencia”.

Una de esas melhfas pertenece a Zeinabu, una activista que fue brutalmente golpeada por la policía marroquí en una manifestación. El vestido que envió aún tenía manchas de sangre. Asria decidió cortar la parte manchada, pero la conserva. “Es un recuerdo físico del precio que pagamos por hablar”, dice, sin dramatismo.

Aunque Marruecos trató de impedir la instalación, “Jaimitna” se ha mantenido hasta este jueves como parte de la exhibición. Desde 1975, Marruecos ocupa el Sáhara Occidental, antigua colonia española, en abierta violación del derecho internacional. La ONU prometió un referéndum de autodeterminación que nunca llegó. Mientras tanto, más de 175.000 saharauis sobreviven en campos de refugiados en Argelia. Otros, como Zeinabu, viven bajo represión sistemática.

El embajador sudafricano ante la ONU, Mxolisi Nkosi, también alzó la voz: “Las mujeres saharauis sufren violencia estructural como estrategia de intimidación. Sus cuerpos son campos de batalla. Y su lucha, ignorada por demasiados países que se autodenominan defensores de los derechos humanos”.

“Jaimitna” no es solo una instalación artística. “Los vestidos que ves aquí fueron usados en manifestaciones, en cárceles, en interrogatorios. Y ahora están aquí, como embajadoras de sus dueñas”, explica Asria, que nació en el exilio. Su voz carga con generaciones de desarraigo. “Crecí en una jaima como ésta, hecha con tela de ayuda humanitaria. Pero estaba llena de historias, canciones, luchas. Eso es lo que hemos traído a Ginebra”, concluye.