Entre marzo y junio de 1999 la OTAN firmó una devastadora campaña de bombardeos sobre Yugoslavia que el cineasta serbio Emir Kusturica no ha olvidado. Tampoco el nombre de quien considera su principal urdidor, el entonces secretario de la alianza atlántica Javier Solana. El socialista español, ex ministro de Exteriores, lleva años 'encerrado' en la cárcel que Kusturica mandó levantar en Mećavnik, el pueblo que se inventó en las montañas de Serbia fronterizas con Bosnia y Herzegovina.
Solana, figura clave del PSOE desde la restauración de la democracia en España, comparte espacio simbólico con el que fuera presidente de Estados Unidos George W. Bush, también implicado en unos ataques aéreos sobre Belgrado y Kosovo que Solana defendió como necesarios para prevenir una limpieza étnica y genocidio similares a los de Bosnia a pesar de no contar con autorización de la ONU.
Mazmorras que sirven de almacén
El rostro de ambos, español y estadounidense, asoma por la puerta de hierro que, a modo de mazmorras, se halla en un sótano, bajo una plaza de la aldea -también llamada Küstendorf- que Kusturica, convertido en hombre de negocios, ha modelado en las dos últimas décadas tras quedarse prendado del espacio durante el rodaje de La vida es un milagro, una película que reconstruye las andanzas de Luka, un ingeniero serbio que sueña con construir una línea ferroviaria y situar a un pequeño pueblo bosnio perdido en las montañas en el mapa de los destinos turísticos.
Mećavnik es hoy un apacible pueblecito de típicas casas de piedra, madera y pizarra que durante enero se llena de jóvenes para su festival internacional de cine y durante el verano de turistas, atraídos por un resort encaramado a una ladera del Mokra Gora, una de las paradas del tren que antaño conectaba Belgrado y Sarajevo, la patria perdida de Kusturica, el director de cine más celebrado de los Balcanes.
Kusturica se reconoce como alcalde y creador de Mećavnik, “un pueblo en el que se vive en base a los antiguos parámetros griegos”. “La ciudad tiene un anfiteatro, un parlamento, casas para invitados e incluso tres salas de proyecciones de excelente calidad”, señala en conversación con El Independiente. En 2003, tras el repentino flechazo con el lugar, compró unas dos hectáreas de pastos para construir su vivienda. Su páramo no se encuentra lejos de Zlatibor, una de las dos estaciones de esquí de Serbia.
La prisión viene tiempo después. Está emplazada en una de las principales arterias de la localidad, a unos metros de la iglesia ortodoxa, la plaza Ernesto Che Guevara y de uno de los restaurantes del enclave. De hecho, la trena sirve en realidad de almacén para el establecimiento hotelero.
Solana, el responsable de los bombardeos
El cineasta nacido en Sarajevo de padre musulmán -cercano a la Rusia de Putin y receloso de la implicación de la OTAN en la invasión rusa de Ucrania- no suele hablar de Solana. Es un político al que rehúsa referirse aunque su imagen le acompañe en la pequeña localidad donde tiene una de sus residencias, a la que Kusturica suele acceder desde un helipuerto contiguo. “La OTAN siempre necesita justificar su complejo militar y de ahí las guerras que inventa”, alega Kusturica desde un despacho atestado de libros.
El cineasta ha reconocido en algunas ocasiones profesar simpatía por España. “Sabéis cómo vivir, no estáis alienados por la economía, vais más allá", apuntaba hace años. Una declaración de amor "a pesar de que Javier Solana es español…”. “Pero qué le vamos a hacer", deslizó en una entrevista concedida a El País en 2008.
Nuestro pueblo los odia. La OTAN cometió contra nosotros un crimen que no puede olvidarse
Solana, en calidad de secretario general de la OTAN entre 1995 y 1999, tuvo un papel activo y decisivo en los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia. Emitió la orden formal que el 23 de marzo de 1999 dio inicio a “las operaciones aéreas en la República Federal de Yugoslavia", la bautizada como Operación Allied Force. Durante los 78 días de plomo, Solana mantuvo el control político, señalando en mayo de 1999 que la ofensiva continuaría “hasta que todos los refugiados puedan regresar a Kosovo con garantías”. El 10 de junio fue quien ordenó la suspensión de la campaña de bombardeos una vez sellado un acuerdo de alto al fuego.
Inspirado en la tradición rural balcánica, Kusturica ha dotado al complejo que diseñó y levantó de todas las instalaciones propias de una pequeña ciudad, incluida una cárcel que resiste en mitad del deambular de los peregrinos como recordatorio de una operación militar a la que el artista achaca con nostalgia la desintegración de Yugoslavia. Y que sigue muy presente en el imaginario serbio. “Nuestro pueblo los odia. La OTAN cometió contra nosotros un crimen que no puede olvidarse. Históricamente, fue el primer país pequeño, con Slobodan Milošević al frente, que cruzó la línea roja y dijo no a los globalistas», declaró Kusturica hace un año a un medio local.
A juicio, los traumas del país -que lleva meses siendo escenario de protestas estudiantiles contra el actual presidente Aleksandar Vučić- fueron causados por aquella intervención dictada por el español. “Creo que fue un golpe estratégico. La Unión Soviética se derrumbó y los países miembros de la OTAN querían mostrar a Europa quién mandaba”, indicó Kusturica, el atípico 'alcalde' que condenó hace dos décadas a Solana a cadena perpetua y rechaza cualquier indulto.
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