Puede que Westminster sea el Parlamento más célebre del mundo, pero se cae a pedazos. Ratones, amianto, humedades, riesgo de incendio... La lista de achaques no deja de crecer mientras sus responsables siguen sopesando las opciones para una reforma que, en principio, debería votarse este mismo año. El reto no es menor: cómo darle la vuelta al Palacio de Westminster, hogar del Big Ben, sin que la actividad política quede paralizada.

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Conviene recordar que, a diferencia de tantos legislativos en el mundo, el británico es la auténtica piedra angular de la política nacional. La soberanía en el Reino Unido reside en el Parlamento, y sus bulliciosos pasillos testimonian que dentro se cuece algo más que cruces de declaraciones y refriegas partidistas. Sobre la mesa de los Comunes y los Lores hay tres opciones de reforma planteadas por una comisión en un plan estratégico cuya votación se espera para este año.

Según informa Enrique Rubio para la Agencia EFE, la primera, bautizada como "Desalojo total", implicaría trasladar la Cámara de los Comunes al cercano edificio gubernamental de Richmond House durante entre ocho y diez años, mientras la Cámara de los Lores se instalaría en el centro de conferencias Queen Elizabeth II durante once. Según el informe, esta opción tendría la ventaja de reducir los riesgos para la salud y la seguridad de los ocupantes del Palacio y permitiría ejecutar las obras con mayor eficiencia. Pero una década es una eternidad... y más en política.

A medio camino está la fórmula de "Presencia continua", que mantendría a los diputados en Westminster, pero llevaría a los lores al centro Queen Elizabeth II durante diecisiete años. El proceso sería mucho más complejo: las obras tendrían que ejecutarse por fases y con rotación de espacios, lo que además incrementaría los riesgos para la seguridad y la salud.

Por último, la opción más conservadora es la de "Mantenimiento y mejora progresivos", que evitaría el desalojo del Palacio y permitiría al Parlamento tener un mayor control sobre las obras. Eso sí, ralentizaría el proceso y los beneficios serían menores. "Una de las grandes dificultades es que no se puede parar el trabajo durante las obras. No es lo mismo construir desde cero que renovar un edificio ya existente y que es esencial para la vida del país", explica un portavoz del Parlamento durante una visita exclusiva a las entrañas del palacio.

Lustroso por fuera, envejecido por dentro

El Parlamento británico se reúne en Westminster, a orillas del Támesis, desde el siglo XIII, aunque el emplazamiento ya fue utilizado antes como iglesia, abadía benedictina y palacio real. En 1834, un incendio destruyó las dos cámaras parlamentarias y solo dejó en pie la parte más antigua del edificio, el Westminster Hall (siglo XI). Su reconstrucción en estilo neogótico lo convirtió en un icono arquitectónico hasta ser declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1987.

Pero su lustre, que cada año atrae a millones de turistas, se desvanece al adentrarse en sus cinco kilómetros de pasillos mal ventilados y alfombras que han conocido tiempos mejores. El edificio está catalogado como "seguro para la vida", y se podría evacuar a todos en caso de incendio, pero no como "edificio seguro", pues su estructura ardería.

Levantado sobre un terreno cenagoso —a Westminster Hall se accedía durante siglos en barca—, sus sótanos son conocidos como los "pasillos del submarino" por las viejas tuberías que recorren sus entrañas para alimentar la calefacción central. Tiene tres calderas, una de ellas de reserva. Pero cuanto más se aleja uno de la sala de calderas, peor funciona la calefacción. Basta con preguntar a los periodistas de la galería de prensa, donde las quejas por las bajas temperaturas en invierno son habituales.

La lista de deficiencias es larga. Se han identificado hasta 2.500 puntos con amianto, que no representan un riesgo inmediato mientras permanezcan estables, según las autoridades parlamentarias. Los sistemas de ventilación también necesitan una revisión. Cuando se reconstruyó el palacio, se instalaron falsas chimeneas, del sótano a las torres, para renovar el aire… y por la errónea creencia de que el cólera se transmitía por el aire y no por el agua.

El resultado: un sistema perfecto para propagar un incendio por sus más de 1.100 estancias. El alcantarillado tampoco se libra. El mecanismo eléctrico para bombear las aguas residuales hacia la red de Londres se estropeó hace seis años y fue sustituido por un sistema de vapor… construido en 1888. Las personas con discapacidad también se enfrentan a enormes dificultades para moverse por el Palacio: solo el 12 % del espacio está libre de escalones. El objetivo es que ese porcentaje suba al menos al 60 %.

El Parlamento deberá pronunciarse este año sobre una reforma tan urgente como postergada. No en vano, la institución gasta ya 1,45 millones de libras (1,67 millones de euros) semanales en reparaciones y mantenimiento.

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