Estados Unidos y la Unión Europea llegaron este domingo a un acuerdo comercial que no mejorará la economía comunitaria, pero sí mitiga el daño que podría haber provocado no alcanzar un pacto. Según el acuerdo, que aún tiene que concretarse, la mayoría de los bienes procedentes de la Unión Europea que viajen a Estados Unidos estarán sujetos a un arancel del 15% -no así los servicios-, y no habrá una imposición similar en sentido contrario, lo que ha llevado a muchos a mostrar su decepción.

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“Respaldo este acuerdo comercial, pero lo hago sin ningún entusiasmo”, ha dicho el presidente español, Pedro Sánchez, este lunes. Las empresas españolas no serán las más perjudicadas por el nuevo marco de relaciones comerciales, pero también se verán afectadas, especialmente sectores como el vino o el aceite, productos españoles de los que Estados Unidos es el principal comprador. 

No obstante, dichos sectores respiran con alivio porque de momento el líder estadounidense no ha vuelto a hacer referencia a ese castigo que prometió imponer a España a través de otros gravámenes por el rechazo de Sánchez a gastar en defensa lo que Trump exigía.

“Estados Unidos es el sexto país de destino de nuestras exportaciones de bienes. Los aranceles tendrán un cierto impacto negativo sobre la economía española, aunque más reducido que en la eurozona, pues tenemos menos exposición comercial directa con Estados Unidos y nuestro comercio bilateral está más orientado a los servicios que el de la eurozona”, han valorado desde el Banco de España en un artículo publicado este lunes. 

“Solo” el 5% de las exportaciones españolas van dirigidas a EEUU, ha recordado también el gobernador, José Luis Escrivá. Por eso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) calculó en junio que los aranceles restarían alrededor de una décima de PIB al crecimiento español, aunque ese cálculo se hizo asumiendo que los gravámenes impuestos serían del 10 y no del 15%. Esa aproximación va en la misma línea que la del Banco de España-

El supervisor ha destacado que entre 2016 y 2019, España mantuvo un superávit comercial con Estados Unidos del 0,2% del PIB anual -es decir, que vendió a EEUU más productos de los que compró procedentes de allí- y pasó al déficit en 2022 -la situación contraria-, que fue del 0,6% del PIB ese año. Pero en 2024, prácticamente se alcanzó ese equilibrio que tanto persigue Trump, porque el déficit fue insignificante (del 0,003% del PIB).

Hace meses, antes de que Trump jurase el cargo pero cuando ya llevaba meses amenazando con aranceles a la UE, los economistas creían que los Veintisiete probablemente escogerían negociar con él antes que plantarle cara, y así ha sucedido. La otra opción, la de escoger no negociar, encarnaba riesgos de diferente tipo que la Comisión Europea, tradicionalmente prudente, prefería evitar. 

En ese sentido, el economista Federico Steinberg ya adelantó en una entrevista con este periódico que los posibles nuevos aranceles serían negativos para los exportadores de sectores como el aceite de oliva o los productos agrícolas, pero que el impacto dependería de la posición que tomasen las empresas españolas. “De si optan por reducir su margen de beneficio para que el producto en Estados Unidos no suba el precio, y entonces ganas menos dinero, o si trasladar el aumento del precio al consumidor estadounidense a costa de que se compre menos”, reflexionó.

Ese es el dilema al que ahora se enfrentan sectores que este lunes no han tardado en reaccionar.

"La Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) considera injusto y desequilibrado el acuerdo arancelario alcanzado por la Unión Europea y Estados Unidos", ha dicho FIAB en un comunicado enviado a los medios, en el que remarca que considera que el pacto "perjudica los intereses de la industria española de alimentación y bebidas."

“Es mejor un acuerdo que una guerra comercial abierta, pero no nos resignamos a que las exportaciones de nuestros productos a Estados Unidos estén penalizadas con un arancel del 15%. Es una imposición de Estados Unidos que rompe con el equilibrio del libre comercio”, ha afirmado Ignacio Silva, presidente de FIAB, al tiempo que ha pedido “medidas de acompañamiento” para las empresas más vulnerables y recordando que está en juego el empleo en el sector. 

En total, el sector español de alimentación y bebidas y que se trata del primer mercado del sector por detrás de la UE y el cuarto en términos globales, con más de 3.300 millones de euros exportados en 2024 y 770.000 toneladas enviadas. Representa el 6,6 % del valor total de nuestras exportaciones y cerca del 4 % del volumen, y por tanto, los empresarios insisten en que no pueden renunciar a ese mercado.

Es lo que también subraya el director adjunto de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador de Aceites de Oliva y Aceites de Orujo (Asoliva), Rafael Pico Acevedo, quien en conversación con El Independiente ha explicado que España no tendría nada fácil encontrar otro país al que exportar en sustitución a EEUU. “Estados Unidos ha demostrado tener gran conocimiento del aceite de oliva y de sus propiedades saludables. Somos muy dependientes de ellos, pero el consumidor, si el aceite sube de precio, se va a decantar por otros aceites y grasas”. 

En concreto, advierte de que Marruecos y Turquía ahora mismo están sujetos a menos aranceles estadounidenses que España, y podrían luchar por adelantar al aceite español. En total, España exporta 310.000 toneladas de aceite de oliva al año a Estados Unidos de manera tanto directa como indirecta -por ejemplo, a través de empresas italianas-, lo que supone el 24% del total de la producción. Eso convierte a EEUU en el principal receptor de aceite “y lo hace insustituible a medio y largo plazo”.

En la misma línea, el sector del vino ha alertado de que Estados Unidos fue el país al que más vino se exportó el año pasado, y por eso ha pedido eliminar el arancel del 15%, asegurando que de lo contrario provocará daños en las empresas y en las relaciones comerciales, en palabras del director general de la Federación Española del Vino (FEV), José Luis Benítez. “Un arancel del 15% a los vinos europeos supondría pérdidas económicas significativas no solo para los productores de vino de la UE, sino también para las empresas estadounidenses involucradas en toda la cadena de suministro”, ha dicho también el Comité Europeo de Empresas del Vino (CEEV).

Un pacto desigual y con muchos flecos pendientes

El actual pacto contribuye a relajar la tensión y, por tanto, a que Trump no busque castigar a Europa con su política exterior por motivos comerciales… o al menos eso es lo que la UE desea. Pero nada está descartado. En el caso de Canadá y México, llegaron a un acuerdo con EEUU en el primer mandato del presidente y ahora están sometidos a las mismas amenazas arancelarias que otros países y grupos de países, porque los acuerdos a los que llega Trump siempre están sujetos a una posible renegociación. 

El presidente americano ha argumentado que Estados Unidos debe reequilibrar el déficit comercial que tiene con un sinfín de países, pero en ocasiones ha impuesto aranceles incluso con países con los que tiene superávit, alegando otros motivos. Con todo, los líderes europeos han preferido evitar una escalada en el conflicto que habría dañado gravemente a empresas europeas más que los gravámenes, además del riesgo que habría supuesto la apertura de una guerra diplomática.

Los aranceles decididos son más bajos que lo que muchos estimaban como probable (17%), están muy por debajo del nivel con el que Trump había amenazado (30%), pero son muy superiores a la media histórica (del 2,2%, antes de que Trump llegase al cargo, mientras que la UE ha cobrado una tasa media del 2,7%). También son superiores al 10% que Estados Unidos empezó a cobrar a la UE en abril y que Reino Unido pagará a partir de ahora, según el acuerdo que ha cerrado con EEUU.

A día de hoy, se verán afectados por los aranceles también los vehículos y productos farmacéuticos, semiconductores y agricultura, pero hay otras cosas que forman parte del pacto. Además de los aranceles, la UE ha aceptado comprar energía estadounidense por valor de 750.000 millones de dólares a lo largo de los próximos tres años, y aumentar sus inversiones en EEUU en más de 600.000 millones por encima del nivel actual, así como comprar a Estados Unidos equipamiento militar. 

Asimismo, se han acordado que no estén sujetos a aranceles ciertos productos como los relacionados con la aviación, algunos productos químicos, medicamentos, semiconductores y ciertos productos agrícolas. Quedan por concretar detalles, han asegurado desde ambas partes, de la misma manera que ha pasado con otros "acuerdos" comerciales que el presidente ha anunciado recientemente. Por último, hay que tener en cuenta que continúan en vigor los aranceles del 50% que Estados Unidos impuso al acero y el aluminio procedente de cualquier parte del mundo, y que posiblemente traten de negociarse más adelante.

Sin noticias de los aranceles a productos españoles

De lo que no hay rastro en la carta de Trump es de la amenaza de imponer aranceles específicos a los productos españoles, como aseguró que haría en la rueda de prensa de la OTAN, cuando dijo que haría a España "pagar el doble" en un futuro "acuerdo comercial" por negarse a aumentar el gasto en defensa hasta el 5% del PIB. "Me gusta España. Es un gran país y son gente grande. Pero es el único país que se niega a pagar. Quieren ir de gorra. Pero van a devolvernos el favor con el comercio, porque no voy a permitir que eso suceda. Es injusto para la OTAN", dijo.

Sin embargo, ni entonces ni ahora quedó claro de qué manera Trump podría castigar únicamente a España, que es parte de la Unión Europea y por tanto negocia las cuestiones comerciales con Estados Unidos como un bloque. Trump ya había dicho antes de llegar a La Haya que la OTAN tenía "problemas" con España por el tema del gasto, evidenciando que cargaría contra el país, pero en ningún momento ha concretado sus amenazas, más allá de esa referencia muy general a los aranceles.

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