Los ataúdes de madera pintados en negro cortejan el acceso al edificio que sirve de cuartel general del departamento de Rehabilitación del ministerio de Defensa israelí, en la ciudad de Petah Tikva, a 10 kilómetros al este de Tel Aviv. En sus inmediaciones un grupo de veteranos, supervivientes de las sucesivas operaciones militares que el país ha librado en la Franja de Gaza y Cisjordania ocupada, ha improvisado un campamento de protesta que se ha convertido en el emblema del colapso emocional de Israel, un Estado en guerra perpetua. Siete soldados se suicidaron en julio. Y otros miles regresan del frente con heridas invisibles que, recién aprobado el plan para la ocupación militar de la Ciudad de Gaza, amenazan con ahondar la fractura interna de la sociedad israelí. Una brecha cada vez más irreparable entre las tribus que componen el Estado judío.

"Hoy, el país se divide entre los que quieren acabar la guerra y liberar a los rehenes, y los que prefieren continuarla aunque mueran. Esta fractura nunca la habíamos vivido antes", dice con amargura Meir Margalit, activista por los derechos humanos y exconcejal del Ayuntamiento de Jerusalén. "Pronostico que esta fractura se abrirá aún más. Y terminaremos siendo dos países. Uno que tenga a Tel Aviv como capital y quiera la paz; y otro, con Jerusalén como su centro simbólico, que siga guerreando. Así no seguir. Esto es insoportable", explica Margalit, autor de El colapso de la sociedad israelí, en conversación con El Independiente.

Estamos marchando al ritmo que los ministros mesiánicos nos imponen, por pura disciplina, aunque no creamos en nada de esto

La opinión pública, a favor de concluir la guerra

El conflicto en Gaza, que ha entrado en su vigésimo segundo mes, no sólo ha desatado una catástrofe humanitaria sin precedentes, con cifras espeluznante: más de 61.000 gazatíes asesinados; cerca de 200 muertos de inanición, consecuencia de una hambruna provocada por el asedio y bloqueo impuesto por Israel; y un enclave del tamaño de la isla de la Gomera con 2 millones de habitantes, completamente devastado. La contienda también está teniendo una réplica descomunal en Israel, revelando su descomposición interna. "El 62% de los israelíes quiere terminar la guerra para traer de vuelta a los rehenes. Incluso dentro del bloque derechista de Netanyahu hay quienes han cambiado de postura, aunque seguirán votándole. Es como el hincha que no se quita la camiseta aunque su equipo pierda siempre", comenta Margalit.

A su juicio, el Ejército está actuando por mera obediencia, siguiendo las órdenes de los ministros mesiánicos, incluso entre quienes no comparten esa visión. "Estamos marchando al ritmo que estos ministros nos imponen, por pura disciplina, aunque no creamos en nada de esto", asegura. Además, denuncia la indiferencia ante la condena global y el creciente aislamiento internacional: "Al israelí no le importa lo que piensa el mundo".

Policía israelí reprime a un activista israelí en el pueblo de Sdreot en contra del asedio de Gaza. | Efe

Asalto a la independencia judicial

A esa grieta civil se suma la institucional. "Es una semana triste. Netanyahu está subordinado a la ultraderecha. Ha roto consensos que tenían cuatro generaciones de gobiernos israelíes", denuncia en conversación con este diario el exministro Yosi Beilin, quien subraya el creciente autoritarismo del Ejecutivo: la destitución del jefe del comité de Exteriores del Knesset por pedir el reclutamiento de los ultraortodoxos, o la amenaza de cese contra la Fiscal General por negarse a plegarse a los ministros radicales.

La fiscal Gali Baharav-Miara, transfigurada en principal enemigo público de Netanyahu, ha sido blanco directo del Gobierno, que busca cesarla por negarse a avalar decisiones que considera ilegales. Su papel es especialmente sensible: es la jefa de la fiscalía que conduce el juicio penal contra el propio Netanyahu. La cruzada gubernamental para cesarla en pleno proceso judicial convierte el intento en un conflicto de intereses flagrante y compromete de raíz la separación de poderes. Esta semana, en un duro editorial, el diario local Haaretz lo calificó no solo de “un ataque personal”, sino una maniobra para eliminar el último obstáculo que impide a Netanyahu paralizar su propio juicio penal. "Con su destitución, la ley se convertirá en una simple recomendación", señala el diario. La comisión encargada de evaluar su remoción fue puramente política, con cuatro de sus cinco miembros declarándose partidarios de su cese antes incluso de iniciar el proceso.

Netanyahu está subordinado a la ultraderecha. Ha roto consensos que sumaban cuatro generaciones de gobiernos israelíes

Haaretz advierte que, si se concreta su salida, no quedará ningún organismo institucional independiente en Israel. La consecuencia sería el desmantelamiento de los límites legales al poder ejecutivo: cualquier desviación de la norma se convertiría en práctica aceptable. Se abriría la puerta a que el juicio contra Netanyahu se enterrara en un pacto encubierto, y que el aparato estatal se transformara en un brazo político, desde la policía hasta los medios públicos. "Los guardianes serán reemplazados por nombramientos políticos. Se podrán reprimir protestas, espiar ciudadanos y silenciar críticas. El sistema será plenamente colonizado por el poder ejecutivo".

Manifestación de las familias de los rehenes en Tel Aviv. | EP

Frustración y fatiga en los cuarteles

Las tensiones alcanzan incluso al ámbito militar. El jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, ha expresado públicamente su oposición a la propuesta de ocupar por completo la ciudad de Gaza, aprobada en una reunión del gabinete de seguridad este viernes. En una reciente reunión con Netanyahu y el ministro de Defensa, Israel Katz, el general presentó alternativas escalonadas para la operación militar, advirtiendo de que una ofensiva de gran escala pondría en riesgo la vida de los rehenes y también de los soldados

Zamir, consciente de la fatiga de sus tropas y de la necesidad de reclutar a decenas de miles de nuevos reservistas, precisó que si se amplía la guerra en zonas densamente pobladas, el gobierno debería declarar que rescatar a los rehenes deja de ser una prioridad. "Si el jefe del Estado Mayor no está de acuerdo, que dimita", habría dicho un alto funcionario del entorno de Netanyahu.

La crisis por desnutrición en Gaza ganó visibilidad con imágenes como las del pequeño Mohamed Motawaq (c), de tripa hinchada y brazos esqueléticos. | Efe

El jefe del Estado Mayor se opone a la ocupación de Gaza por el riesgo para rehenes y soldados

Mientras la cúpula militar defiende acciones selectivas y el control de corredores estratégicos como Netzarim, el Ejecutivo, con Netanyahu a la cabeza, ha presionado para una ocupación total, incluso con desplazamientos masivos de población palestina hacia "zonas humanitarias". Desde el Estado Mayor, además, se ha alertado del desgaste logístico del ejército, la caída en la participación de reservistas y el impacto que tendría una invasión a gran escala en otros frentes como el Líbano o Siria.

600 ex cargos de seguridad piden el fin de la guerra

"Solo una minoría quiere continuar la guerra. Y en las próximas elecciones, espero que Netanyahu no vuelva a su silla. Ya ha perdido la mayoría parlamentaria. Israel no está roto, pero está herido", sostiene Beilin. El exministro subraya que alrededor del 70% de los israelíes apoya terminar la guerra, una mayoría que refleja cartas como la firmada por más de medio millar de ex​oficiales de los aparatos de seguridad israelí, instando a Donald Trump a que ponga fin a la contienda.

"Tu credibilidad ante la mayoría de los israelíes eleva tu habilidad para influir en el primer ministro Netanyahu y su Gobierno en la dirección correcta", arguyen los oficiales en la misiva, que le lanzan una súplica: "¡Termina la guerra!". En la misiva figuran exjefes del Mossad, del Shin Bet, del ejército, la policía y diplomáticos, agrupados bajo el movimiento “Comandantes por la Seguridad de Israel” (CIS). “Esta guerra ha dejado de ser una guerra justa y está llevando al Estado de Israel a perder su identidad”, apunta el ex director del Shin Bet, Ami Ayalon.

"En una democracia no debe haber unanimidad, pero hoy solo una minoría defiende continuar la guerra", afirma Beilin, que insiste en que el problema no es Israel como sociedad, sino su gobierno: "No tengo miedo por el futuro de Israel. Confío en nuestra gente, en que lo reconstruiremos". Cuestiona, como los propios firmantes de la citada carta, la prolongación de la ofensiva en Gaza: "La guerra era justa tras la masacre de Hamás, pero Israel derrotó a Hamás hace un año. Continuar ahora es una decisión política para satisfacer a la extrema derecha".

Judíos ultraortodoxos en una protesta en el dia de la independencia de Jerusalén. | EP

Un cambio irreversible

Otros, en cambio, considerada que la herida es letal y que arrastra décadas de incoherencias y una deshumanización hacia el vecino palestino que desde octubre de 2023 ha disparado la búrbuja en la que vive instalada la mayor parte de la opinión pública israelí. "Ya no hay nada que nos unifique. Jerusalén y Tel Aviv no tienen nada en común, salvo la lengua. Y hasta eso se esfumará. No quiero tener nada que ver con los que sacrifican a sus hijos por una guerra sin sentido, convencidos de que Dios les ayudará", sentencia Margalit.

La dimensión más desgarradora de esta ruptura se manifiesta en la salud mental de los soldados. El caso de Roi Wasserstein, reservista que se quitó la vida tras un servicio prolongado en Gaza, ha encendido las alarmas. Las asociaciones de veteranos advierten de un "tsunami" de casos de Trastorno de estrés postraumático (TEPT). "Mi cuerpo ya está saturado de violencia y humillación, pero no voy a parar", dice Meir Kadosh, excombatiente que protesta frente al Ministerio de Defensa. Las cifras resultan apabullantes: casi 19.000 soldados heridos desde el 7 de octubre, 10.000 con traumas psicológicos. El Departamento de Rehabilitación trata hoy a más de 80.000 personas, 26.000 de ellas con patologías mentales. Y para 2028 se espera que lleguen a 100.000.

El rehén Evyatar David en un vídeo publicado la semana pasada por Hamás.

De los asentamientos al "Muerte a los árabes": provocaciones sin tregua

Impermeable a los signos de colapso social y a los llamamientos de las familias de los rehenes -50 aún en manos de Hamás, 20 de ellos con vida, se estima- Netanyahu mantiene el rumbo. El Gobierno más ultraderechista de la historia de Israel defiende la continuación de la guerra mientras amplía sin líneas rojas los asentamientos ilegales en Cisjordania ocupada -que aspiran a anexionarse completamente- y sus ministros más polémicos se aferran a la estrategia de la provocación continua: se toman fotografías frente a muros que celebran “la muerte de los árabes” o peregrinan lugares de culto musulmán de Jerusalén.

Esta semana la visita del ministro de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir -ex convicto- a la Explanada de las Mezquitas coincidió con un nuevo gesto de provocación hacia el mundo musulmán y con otra semana sin avances en la liberación de rehenes. Incluso cuando las encuestas reflejan un amplio apoyo a una tregua, el primer ministro maniobra para mantenerse en el poder, rodeado de aliados mesiánicos y de un aparato militar exhausto.

El ministro de Finanzas israelí Bezalel Smotrich posa esta semana junto a la pintada "Muerte a los árabes".

"El Ejército ya no puede más. Muchos soldados están agotados. Se suicidan. Y aún así, siguen marchando al ritmo que marcan los ministros mesiánicos. Es una locura", lamenta Margalit tras un mes de números de suicidios récord, la mayor cifra en una década.

Dos ONG israelíes: "Nuestra responsabilidad moral es decir la verdad: Israel está cometiendo genocidio. Y el mundo debe actuar para detenerlo"

Con la pérdida de apoyos internacionales -Alemania, eterno ángel protector de Israel por un sentimiento de culpabilidad nazi que la élite del país sabe explotar, suspendió este viernes el envío de armamento usado en Gaza-, las críticas desde dentro se tornan más severas.

Dos de las principales ONG israelíes, B'Tselem y Médicos por los Derechos Humanos, rompieron hace semana y media el tabú: desde entocnes acusan al Estado de cometer genocidio en Gaza. Lo hacen en base a años de documentación y de los ataques sistemáticos a civiles, destrucción de hospitales y negación de ayuda humanitaria que Israel ha llevado al límite en la Franja de Gaza. "Nuestra responsabilidad moral es decir la verdad: Israel está cometiendo genocidio. Y el mundo debe actuar para detenerlo", claman. En un clima de fractura social, dolor, apagón informativo sobre lo que sucede en Gaza y negación de la realidad, la guerra ya no solo devora Gaza. Se ha vuelto un bumerán que está desgarrando a Israel desde dentro.