Como si el centro de Madrid se hubiera evaporado de un plumazo. Como si los distritos de Centro, Chamberí, Salamanca, Retiro, Arganzuela, Tetuán y Moncloa-Aravaca hubieran quedado reducido a escombros en el lapso de los últimos siete meses. Desde el 7 de octubre la operación militar israelí ha dañado o destruido en la Franja de Gaza una superficie equivalente a siete barrios de la capital, un área de 78,4 kilómetros cuadrados que muestra un nivel de devastación que los expertos consultados consideran sin precedentes.
Miles de bombas de gran potencia, muchas con capacidad para matar o herir a personas a hasta 300 metros de distancia, han caído sobre el callejero de la Franja de Gaza, un área de apenas 365 kilómetros cuadrados, como represalia al ataque de Hamás que se cobró cerca de 1.200 vidas el 7 de octubre. “De todo lo que hemos estudiado, éste es el daño más rápido y extenso en todo un territorio que hemos detectado”, confirma a El Independiente Corey Scher, investigador de la City University de Nueva York y autor de un exhaustivo estudio junto a la Oregon State University que a partir de la última tecnología satelital documenta los efectos del conflicto en el mapa de la Franja.
"Sin paralelismos modernos"
Scher ha trabajado previamente en informes similares en ciudades de Siria y Ucrania, escenarios ambos de guerras en la última década que ha mutilado su callejero. “Existen muy pocos paralelismos modernos, por no decir ninguno. Por ciudades, hay algunas que sufrieron graves daños y destrucción en Ucrania, por ejemplo, pero estas ciudades son en general mucho más pequeñas en número de edificios y población que las zonas de Gaza. Los daños en las ciudades de Gaza sólo son comparables a los de las ciudades más afectadas de Ucrania, por ejemplo, Mariupol o Bajmut”, asevera el académico.
Su trabajo cartografía los daños urbanos causados por la intensa campaña de ataques aéreos sobre el territorio palestino. En base a sus últimos datos, obtenidos a partir del satélite Copernicus Sentinel-1 de la Agencia Espacial Europea, el área total destruida supera los 78,4 kilómetros cuadrados. El 57,1% de los edificios de la Franja han resultado dañados o destruidos. El porcentaje de daños varía según el distrito: en el norte de Gaza, la devastación alcanza el 70%; en la ciudad de Gaza, la más castigada, el 74,4%; en Deir el Balah, el 48,7%; en Jan Yunis, el 55,4%; y, por último, en Rafah -escenario del asalto terrestre que comenzó hace una semana- el 34,5%.
Si se trasladan esos datos al callejero de Madrid, la destrucción equivaldría al borrado de los barrios más céntricos de la ciudad, incluidas las sedes de las principales instituciones del Estado así como las sedes del gobierno municipal y regional. También habrían resultado destruidas buena parte de la red de metro o la principal estación de tren de la capital así como los museos más visitados de la urbe o la principal zona verde del centro. La ciudad de Madrid tiene una superficie de 604 kilómetros cuadrados, casi el doble de la extensión total de la Franja, con una población que en el caso de Madrid supera los 3,2 millones y el de Gaza los 2,2. Desde octubre más de 35.000 personas han muerto en Gaza como consecuencia de la ofensiva militar. Otros 10.000 cuerpos permanecerían bajo los escombros.
Solo es comparable con los dos años de bombardeos aliados sobre ciudades alemanas durante la II Guerra Mundial
“No tiene precedentes. El nivel de escombros -37 millones de toneladas- y destrucción, la intensidad de los combates, y el hecho de que un gran número de edificios haya sido destruidos y un gran número de personas haya perdido sus hogares carece de precedentes”, indica a este diario Charles Birch, jefe del Programa de Acción contra las Minas de la ONU en territorios palestinos.
Las cifras de muertos y también la destrucción detectada por las imágenes satelitales han llevado a los expertos a comparar los siete meses de ataques aéreos con los más de dos años de bombardeos aliados sobre ciudades alemanas como Colonia, Hamburgo o Dresden durante la II Guerra Mundial. Según un informe militar estadounidense de 1954, se lanzaron 7.100 toneladas de municiones aliadas sobre Dresden, que dañaron gravemente el 56% de los edificios no industriales, la mitad de las viviendas y mataron a unas 25.000 personas.
“Han tenido que remontarse a la Segunda Guerra Mundial para encontrar escalas similares de daños y destrucción que vemos en las zonas del norte de Gaza, con alrededor del 70% de edificios probablemente dañados”, apunta Scher. En ninguno de los casos recientes se ha encontrado un paralelismo exacto. “En una línea similar, el Banco Mundial estimó que el 58% de Alepo (Siria) había sufrido daños tras años de guerra civil (nótese que la guerra civil siria comenzó antes del lanzamiento de los satélites que utilizamos), pero este 58% sigue siendo notablemente inferior al porcentaje de edificios que hemos cartografiado como dañados en la ciudad de Gaza, por ejemplo. El 58% se acerca más al porcentaje de daños que hemos detectado en toda la Franja de Gaza, y estos daños se han producido en un periodo de tiempo mucho más corto que en Alepo”, precisa el investigador.
Munición empleada sobre Gaza
El análisis de la información gráfica proporcionada por las Fuerzas de Defensa de Israel desde octubre también ha permitido identificar los tipos de munición aérea empleada por sus cazas. “Hay una gran variedad. Si sólo nos referimos a bombas lanzadas por aviones, están las Mark 82, Mk82, que pesan 500 libras [unos 226 kilos]. Israel tiene su propia versión, pero muchas de las Mark 82 son estadounidenses. Y luego están las Mark 84, Mk84, que pesan 2000 libras [907 kilos]”, explica a este diario Brian Castner, asesor principal de Amnistía Internacional en materia de armas y asuntos militares. Castner, veterano de la guerra de Irak y ex oficial de desactivación de explosivos, subraya, además, que “existe una variedad de armas más pequeñas, por ejemplo, la GBU39, que a menudo se llama bomba de pequeño diámetro”.
“Resulta importante decir que cada una de estas armas no sólo tiene diferentes cantidades de explosivos, sino que también tienen diferentes kits de guía. Así, una Mark82 o una Mark84 puede lanzarse como lo que se denomina una bomba tonta, es decir, sólo la bomba en sí misma, sin guía. Israel lo ha hecho en Gaza. De hecho, lo han hecho más en una zona urbana que la mayoría de los ejércitos en mucho tiempo. EE.UU., por ejemplo, en Mosul [la otrora capital del califato del IS en suelo iraquí] casi no lanzaron bombas tontas, si es que lanzaron alguna, en los ataques contra el IS. Pero muchas de ellas tienen lo que se llama un kit JDAM puesto en la parte posterior, y el kit JDAM hace que la bomba sea guiada. Sigue una señal GPS.”, agrega.
Entre el 40 y el 50 por ciento de todas las municiones lanzadas sobre Gaza han sido no guiadas; son mucho menos precisas
Un uso de las “bombas tontas o imprecisas” que ha provocado la condena de organizaciones como la propia Amnistía o Human Rights Watch, en mitad de acusaciones de “crímenes de guerra” y “genocidio” y una transferencia de armas de EEUU, el principal proveedor de Israel, que se sigue produciendo más allá de la decisión puntual de Joe Biden de congelar un cargamento hace dos semanas. “Entre el 40 y el 50 por ciento de todas las municiones lanzadas sobre Gaza desde el 7 de octubre han sido no guiadas, y éstas son mucho menos precisas que la bomba inteligente y la bomba guiada”, advierte en conversación con este diario Elijah Magnier, experto en asuntos militares.
“Israel no tiene ningún problema en utilizar este tipo de bombas porque su objetivo era causar la mayor destrucción posible, y los estadounidenses han proporcionado varias bombas guiadas y bombas no guiadas. Las bombas de 900 kilos tiene una ojiva bastante pesada y no es algo nuevo porque los israelíes también las utilizan contra búnkeres, en este caso, contra los túneles. Hasta ahora los estadounidenses han enviado a los israelíes de 15.000 a 25.000 bombas y alrededor de 60.000 proyectiles de artillería, pero los israelíes han utilizado, según los oficiales militares israelíes, tres veces más de lo que esperaban en Gaza. Por eso han utilizado las bombas no guiadas Mk82, Mk84, GBU-39, por lo que cuando utilizan bombas no guiadas significa que causan un daño grave y pueden no alcanzar el objetivo deseado”, añade.
La opacidad y el bloqueo de la Franja también dificultan la tarea de entender la destrucción que ha mutilado Gaza. “No hay una descripción exhaustiva de las armas utilizadas, en gran parte debido a la falta de acceso, pero en general yo consideraría que cualquier munición de tanque/artillería o bombas/misiles aire-tierra pueden haber sido utilizados en Gaza, especialmente cualquiera de las entregas urgentes que Israel recibió de EE.UU. después del 7 de octubre de 2023”, desliza a este diario Frank Slijper, líder del proyecto de tráfico de armas de la ONG holandesa PAX.
Un territorio "inhabitable"
La magnitud y rapidez de la operación israelí, sin parangón si se compara con las ofensivas previas y cíclicas sobre Gaza, explican el nivel de destrucción en la Franja. Esta semana la ONG Oxfam cifró en 210 millones de dólares los daños en las infraestructuras de agua y saneamiento de Gaza. En enero un informe preliminar de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés) reconoció que “el nivel de destrucción de la última operación militar israelí la hizo inhabitable”. “La devastación de las infraestructuras civiles, incluidas las instalaciones sanitarias, subraya la imposibilidad de la recuperación y el desarrollo de Gaza sin unos esfuerzos serios y rápidos por parte de la comunidad internacional para restablecer la paz y garantizar los altos niveles de financiación necesarios para devolver una apariencia de normalidad socioeconómica a la devastada Franja”, sostuvo. Y advirtió: “Si la tendencia de crecimiento de 2007-2022 persiste con una tasa media de crecimiento del 0,4%, Gaza tardará 70 años en recuperar los niveles de PIB de 2022”. La guerra ha proseguido desde entonces y el panorama resulta hoy incluso más sombrío.
El uso de armas explosivas en zonas pobladas es tema de debate internacional desde hace más de una década
En cuanto al ratio de daño que puede causar el impacto de este tipo de munición sobre el territorio y la población, Castner detalla las dificultades para precisarlo. “Importa dónde cae la bomba, de qué está hecho el suelo, de qué está hecho el edificio contra el que impacta, y cómo está fundida el arma. La espoleta es la parte que hace estallar la bomba cuando impacta contra el suelo, pero se puede establecer un pequeño retardo para que la bomba penetre en el suelo y explote realmente bajo tierra. Israel ha hecho esto muchas veces para intentar atacar túneles en Gaza, y cuando esto ocurre y se produce una detonación subterránea, puede que no haya un gran cráter en el exterior, pero esa fuerza puede destruir, por ejemplo, los cimientos de un edificio de apartamentos, y entonces hay edificios de apartamentos que se derrumban por este tipo de ataques. Así que, por desgracia, no hay una respuesta simple que pueda dar sobre exactamente cuánto daño hace cada arma”, arguye.
El efecto de los bombardeos es múltiple y mucho mayor de lo que puede resultar a vista de pájaro. Para Roos Boer, líder del proyecto de desarme humanitario de PAX, “el amplio uso de armas explosivas pesadas en Gaza está provocando niveles inaceptables de destrucción y víctimas, pero también provoca muchos daños indirectos, a través de los daños a infraestructuras como las de agua y energía, viviendas, escuelas y hospitales, que a su vez desencadenan una serie de efectos reverberantes, como desplazamientos, interrupción de los servicios de agua y saneamiento, suministro de energía, atención sanitaria, educación o impacto en el medio ambiente que tienen un enorme impacto en la población civil”.
“El uso de armas explosivas en zonas pobladas es tema de debate internacional desde hace más de una década, debido a los daños directos e indirectos que causa a la población civil. Estas discusiones desembocaron en 2022 en una declaración política, respaldada por España, Estados Unidos y Palestina, pero no por Israel, que exige cambios en la política y la práctica, incluido el compromiso de evitar daños a la población civil restringiendo o absteniéndose de utilizar armas explosivas en zonas pobladas. También compromete a los Estados firmantes a promover activamente la declaración y a procurar la adhesión a sus compromisos de todas las partes en los conflictos armados, incluidos los grupos armados no estatales”, apostilla. Una declaración cuyo incumplimiento prueba el carcomido callejero de la Franja de Gaza.
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