“Es imposible olvidarlo. Creo que no lo olvidaré nunca”. Luis Har, israelí de origen argentino, pasó 129 días de cautiverio en la Franja de Gaza. Aún recuerda con nitidez la densa oscuridad de la red de túneles que transitó durante horas hasta llegar al apartamento donde fue confinado. “Cada minuto que uno pasa así es un infierno. Por eso siempre digo que no importa cuánto ni qué pero hay que traerlos de vuelta a todos, lo más rápido posible”, relata Har, de 70 años, en una entrevista con El Independiente.
Es una tarde de principios de verano y Har habla enfundado en una camiseta que pide “traerlos de vuelta a casa”, el grito que las familias de los rehenes han voceado desde octubre y que sigue entonando ahora que, tras semanas de parálisis, el Gobierno de Benjamin Netanyahu ha retomado las negociaciones indirectas con Hamás en Qatar para alcanzar un acuerdo de intercambio de rehenes -hasta 120 permanecen en Gaza, la mitad probablemente fallecidos- por presos palestinos en cárceles israelíes.
En un piso en Jan Yunis
Har rememora sus jornadas privado de libertad en Jan Yunis desde el apartamento que la asociación de familiares de los rehenes ha instalado cerca de la céntrica plaza de Tel Aviv rebautizada en honor a quienes padecen cautiverio en la Franja desde el pasado octubre. “Recuerdo que el 7 de octubre pasé horas caminando por los túneles. No he olvidado la sensación de oscuridad y de estar encerrados, de no saber a dónde íbamos. No sabíamos si íbamos a volver a salir a ver la luz del día. E íbamos corriendo dentro de los túneles”, evoca. A primera hora de aquel sábado Har fue secuestrado junto a cuatro miembros de su familia del kibutz Nir Yitzhak, una comunidad de 600 habitantes a unos kilómetros de la Franja.
“Al principio fueron muy agresivos. Era evidente que quienes nos atacaron iban drogados. De hecho, nos dijeron que les habían ordenado ingerir drogas antes de iniciar el ataque”, narra Har. Tras ser conducidos hasta la Franja, fueron llevados a través de la red horada en el subsuelo hasta un primer apartamento. Poco después, fueron confinados en otro edificio, en su segunda planta. “Era un departamento de familia. Al principio la comida era suficiente pero con el tiempo hubo cada vez menos. A los 53 días de cautiverio, una de las mujeres que nos acompañaba fue liberada en virtud del acuerdo de tregua de noviembre”, comenta.
“No nos tocaron físicamente; solo hubo solamente guerra psicológica”, confirma. Har continuó habitando el mismo apartamento hasta febrero junto a uno de sus familiares, Fernando Simon Marman, de 60 años. Durante los 129 días el argentino entabló cierta relación con sus captores. “Nos comunicábamos en un poco de inglés, árabe y hebreo y con las manos. El dueño de la casa, como le apodamos en español para que no pudiéramos entendernos cuando hablábamos de él, me dijo que habíamos sido secuestrados para intercambiarnos con presos palestinos y que su cometido era asegurarse de que estábamos bien. Había otros captores más violentos, que nos ordenaban callar y que no nos acercáramos a las ventanas”.
No nos tocaron físicamente; solo hubo solamente guerra psicológica
“Con el que entablé relación se aseguraba que no fuéramos objeto de violencia real. Tuve conversaciones con él pero no con los demás”, esboza. “Llegamos a tener una relación de convivencia mutua, él como cuidador nuestros y nosotros como los rehenes. Lo importante es que nos entendíamos. Y hablamos de varias cosas. Por ejemplo, siempre nos decían que para qué vamos a volver al kibutz. 'En dos o tres años os volveremos a atacar', me comentaba. Y otra de las cosas que decían es: '¿Qué hacen aquí si ustedes son argentinos? Váyanse a Argentina. Esto es Palestina. Ustedes no tienen que estar aquí'. Luego supimos que era un cargo relativamente alto de Hamás”.

“Lo peor de una situación así es que uno no puede decidir nada por sí mismo. Hasta para ir al baño, hay que pedir permiso. Y es una sensación que no puedes hacer nada por ti mismo. Todo depende de lo que ellos hagan. También para comida, para todo. Si no la traen, no hay”, murmura.
Las jornadas se sucedieron monótonas, entre el ruido de los bombardeos aéreos israelíes y la operación militar en curso, hasta el 12 de febrero cuando una misión conjunta del ejército y las fuerzas de seguridad israelíes lograron rescatarlas. “El ejército nos liberó en una de sus raras y exitosas misiones”, admite Har. “Durante la noche, fueron rescatados dos rehenes israelíes, Fernando Simon Marman (60) y Luis Har (70), que fueron secuestrados por la organización terrorista Hamás el 7 de octubre en el kibutz Nir Yitzhak. Ambos se encuentran en buen estado y fueron trasladados para un examen médico al hospital Sheba Tel Hashomer”, anunció un breve comunicado publicado a primera hora del 12 de febrero.
“Hubo una explosión en el piso a las 2 de la mañana. Un soldado presionó mi pierna y me dijo: 'Las Fuerzas de Defensa de Israel han venido a llevarte a casa'. Me protegió con su propio cuerpo y nos arrastraron hasta el balcón desde el que nos dejamos caer con un equipo militar”, recuerda Har de aquella madrugada. “Una vez en el suelo, corrimos hacia un helicóptero”, agrega.
Rescates exitosos y fallidos

Har se siente afortunado por haber retornado a casa. Las circunstancias de su regreso lo hacen aún más agraciado. Fue fruto de una de las contadas misiones de rescate que desde octubre han sido acometidas con éxito. A la suya en febrero se sumó otra en junio que permitió la liberación de cuatro rehenes que se hallaban retenidos en un hospital de la Franja. En la operación perdieron la vida cerca de 300 palestinos, entre militantes y civiles. Únicamente otros tres rehenes, entre ellos Luis, han sido liberados por la fuerza militar desde el comienzo de la contienda. Otros tres fueron asesinados por error por las fuerzas israelíes después de que escaparan por su cuenta, y Hamás afirma que otros han muerto en ataques aéreos israelíes.
“En todo momento del rescate uno siente que hay peligro. Hasta que no llegamos al hospital, uno siente que en cualquier momento puede pasar algo. Pero realmente, desde el momento que entendimos que son las fuerzas de Israel, sabíamos que estábamos en buenas manos y estábamos protegidos”, cuenta el septuagenario, que es paradójicamente partidario de alcanzar un acuerdo con Hamás en lugar de apostar por los rescates militares. “Aunque fue muy lindo para mí que me hayan traído en un rescate así, no se puede traer a 120 personas de esa forma y hay que hacerlo con todos lo antes posible y sin riesgos. Y para eso está el acuerdo, que es más seguro y se corren menos riesgos de vida. También en mi caso hubiera sido mejor que se hubiera alcanzado un acuerdo y no que hubiera un acto militar como el que hubo. Por suerte, salió todo bien. Pero realmente, desde un principio, yo siempre pensé en la vida de los soldados y en nuestras vidas”.
Lo más inmediato es parar la guerra y liberar a los rehenes y los presos palestinos
Cinco meses después de aquel rescate, Har sigue sintiéndose en deuda con quienes le condujeron aquella noche, en plena oscuridad, hasta el helicóptero. “Nuestro captor nos decía que Netanyahu nos quería muertos. No me gusta hablar de política pero creo que nuestra gente es increíble. Todo el mundo me ha apoyado. Es una lástima que no hiciéramos el mismo buen trabajo eligiendo a nuestros líderes políticos”, desliza en una crítica abierta hacia el Gobierno israelí que comparte con otras familias de los rehenes. “Lo más inmediato es parar la guerra y liberar a los rehenes y los presos palestinos. Prefiero un acuerdo que una operación militar”, recalca quien vive ahora volcado en ayudar a otras familias que viven la ansiedad de carecer noticias de sus seres queridos en Gaza.

"He cambiado mi forma de pensar"
“Estoy explicando y contando todo lo que hemos pasado para que el mundo no se olvide y tratando de traer de vuelta a estos 120 rehenes y apoyando a las familias que están sufriendo horrores y que cada día que pasa es peor. Yo trato de darles esperanzas y fuerzas, esperando que realmente vuelvan todos los 120”, balbucea. “No sé si el Gobierno está dispuesto a escucharnos pero tenemos que seguir levantando nuestra voz y ojalá que opten por las buenas decisiones. Yo no puedo decirle al Gobierno, a ningún Gobierno, lo que tienen que hacer”.
Har admite que, en mitad de la experiencia traumática que ha padecido desde octubre, haber cambiado de opinión hacia los palestinos y haber acometido una mudanza. “Yo he cambiado toda mi forma de pensar. En una época yo pensaba que se podía haber una coexistencia entre dos países. Siempre pensaba en la posibilidad de la convivencia. Hoy en día pienso que no tenemos con quién hablar para poder hacerlo”, desliza. “Ojalá pudiera ser la paz. Nos gustaría vivir tranquilos, sin guerras y en paz. Pero tiene que haber alguien que firme contigo la paz”, concluye.
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