Es la zona más caliente en el mapa mundial del terrorismo yihadista. En 2024 alrededor del 50% de las muertes por terrorismo se registraron en el Sahel (Mali, Burkina Faso y Níger), según el Índice Global de Terrorismo. El África subsahariana se ha convertido en un territorio fértil para las dos organizaciones que litigan por liderar el movimiento yihadista, la veterana Al Qaeda y la que nació de su escisión en Irak: el autodenominado Estado Islámico.

Ambas han logrado extender sus tentáculos por una región asolada por los golpes militares, la violencia étnica y los estragos del cambio climático. Desde hace meses el foco se ha colocado en sus cúpulas y la supuesta presencia de saharauis. Fuentes del CNI y expertos en yihadismo desmontan en conversación con El Independiente algunas de las informaciones inexactas que han circulado en las últimas semanas, con el trasfondo de la guerra de propaganda que libran Marruecos y Argelia.

Al Qaeda, sin presencia saharaui

Especialmente significativo es la sucursal regional de Al Qaeda, Jama’at Nusrat al-Islam wa al-Muslimin (JNIM), uno de los grupos yihadistas más mortíferos del mundo, arraigado en las regiones tribales desérticas de Mali, Níger y Burkina Faso, y en plena escalada de acciones cada vez más letales. En el caso de la rama saheliana de Al Qaeda, no existe saharaui en la cúspide de la organización, según los expertos consultados por este diario. “La mayoría de sus líderes son malienses, ya sean tuaregs o fulani [un grupo étnico que vive en gran parte de África Occidental, tradicionalmente pastores nómadas y comerciantes]”, explica a El Independiente Wassim Nasr, periodista e investigador sénior en el Soufan Center que monitorea desde hace más de una década grupos yihadistas en el Sahel.

Su caudillo es Iyad Ag Ghali, un ex diplomático maliense perteneciente al grupo étnico de los tuareg que tuvo un papel notable en la revuelta tuareg contra el Gobierno maliense en 2012, cuyo objetivo era establecer un Estado independiente para el pueblo tuareg llamado Azawad. “El número dos es ciudadano maliense de origen fulani. No hay saharauis ni ningún líder saharaui destacado en las filas de Al Qaeda”, sentencia Nasr. “El principal lugarteniente y líder ideológico es Amadou Kouffa Fulani, un maliense que lidera la facción del Frente para la Liberación de Macina (MLF). El JNIM se formó en 2017 a partir de la fusión de varios grupos, entre ellos Ansar Dine (el grupo de Ghali), el Frente de Liberación de Macina (el grupo de Kouffa), Al Mourabitoun y la rama sahariana de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)”, detalla a este diario el politólogo nigeriano Folahanmi Aina, investigador de la Universidad de Londres.

“Su liderazgo y su base de combatientes son diversos, procedentes principalmente de los grupos étnicos tuareg, fulani y árabe de Malí, Burkina Faso y Níger, junto con otras poblaciones locales. También tienen vínculos históricos con elementos argelinos y mauritanos a través de AQMI”, agrega. “Aunque menos prominentes en la cúpula directiva, los saharauis han estado presentes en grupos que se fusionaron con el JNIM, en particular aquellos vinculados a la región del Sáhara Occidental, como el MUJAO (Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental)”.

Estado Islámico

En la filial regional del autodenominado Estado Islámico, Provincia de Sahel (ISSP, por sus siglas en inglés) -previamente llamada Estado Islámico en el Gran Sáhara-, la presencia de saharauis se remonta a Adnan Abu Walid al Sahrawi.

Adnan Abu Walid al Sahrawi

La escasa biografía conocida le ubica como nacido en los campamentos de Tinduf y vinculado en su juventud al Polisario. Acabó en el consejo asesor de Al Mourabitoun y juró lealtad a Abu Bakr al Bagdadi hace una década. Fue abatido por un dron de las fuerzas francesas en agosto de 2021. En el momento de su muerte, tenía 48 años.

“Tras la muerte de su líder histórico, otro saharaui, Abu al Bara’ al Sahrawi, tomó el control de la organización”, admite Nasr. “Pero sabemos que los comandantes de rango medio son del grupo fulani de Níger y han ganado poder e influencia desde la muerte de Abu Walid”, añade. En su base de militantes, convive una origen diverso, fulani, árabes, tuaregs, dawsahak, songhai y djerma de toda la región.

Su estructura se asemeja a la de otras apodadas provincias del IS. “Al igual que muchos afiliados al Estado Islámico, su liderazgo funciona con un Consejo de la Shura como cabeza del grupo, con un líder único, identificado como gobernador, llamado Abu al Bara’ al Sahrawi”, indica a este diario Liam Carnes-Douglas, analista del centro de estudios antiterroristas TRAC. “A partir de ahí, se divide en diferentes oficinas y zonas, con emires y líderes al frente de cada una de ellas. Estas oficinas incluyen la ley y las sanciones, las operaciones militares, la logística y los combatientes extranjeros”.

Para Aina, “resulta difícil confirmar con certeza a partir de la información pública si el actual gobernador del IS en el Sahel, Abu al Bara’ al Sahrawi, procedía específicamente de los territorios controlados por Marruecos o de los campos de refugiados”.

Estructura del IS Provincia de Sahel

El actual emir del IS Sahel Abu al Bara’ al Sahrawi, en primera línea con el papel, jura lealtad al nuevo líder del Estado Islámico en diciembre de 2022.

Majlis al Shura (Liderazgo central)

Emir (gobernador): Abu al-Bara al-Sahrawi

Oficinas operativas principales:

Oficina de Leyes y Sanciones

Abu al-Bara al-Sahrawi

Youssouf Ould Chouaib

Talha al-Jazaïri

Dadi Ould Chouaib

Oficina Militar / de Operaciones

Mohamed Ould Manaha

Youssouf Ould Chouaib

Abdou Tchougel

Moussa Moumini

Bolla Ag Mohamed

Joulde Pirodji (apodado Khatab)

Oficina de Logística

Idrissa Ould Chouaib

Muawiya

Oficina de Combatientes Extranjeros

Abu Hachim

Abu Omar al-Libi

Abu Jaafar

Reclutamiento marginal, fenómeno global

Abdelkader Abderrahmane, consultor de seguridad y experto en el Sahel, considera que la presencia saharaui en el movimiento yihadista regional es marginal. “Puede que haya saharauis vinculados al IS, pero es algo individual. Muchos con plenamente conscientes de que caer en el terrorismo no sirve a su causa”, replica en declaraciones a este diario. El patrón de radicalización, apunta, no es distinto del de otras latitudes: jóvenes sin perspectivas, atraídos por promesas de ingresos o estatus, y captados en entornos vulnerables. En los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia), algunos han sido sacados de los campamentos hacia escuelas religiosas en Mauritania, sin que las autoridades locales lo detectaran. A juicio de Abderrahmane, “ningún país es inmune a la radicalización yihadista”. “Si lo miramos detenidamente, encontraremos europeos y africanos entre las filas del IS.  Y basta recordar quiénes se unieron en gran número al IS en Siria. El contingente más numeroso procedía del norte de África, en primer lugar tunecinos y luego marroquíes. Había cientos de ellos”.

La presencia saharaui es anecdótica

Un extremo que también comparte Nasr, que vigila a diario las redes en busca de las publicaciones de ambas organizaciones. “La presencia saharaui es anecdótica”, asevera. En junio ciertas informaciones publicadas en prensa española y vagamente vinculadas a “servicios de inteligencia españoles” alertaron de la supuesta radicalización de los saharauis y llegaron incluso a establecer un nexo con la participación previa de los hoy yihadistas con “Vacaciones en paz”, el programa de acogida estival de niños saharauis por familias españolas que se desarrolla desde la década de 1990.  Las múltiples fuentes consultadas por este diario coinciden en la necesidad de no desatender el contexto: una ofensiva de la diplomacia marroquí para catalogar como “terrorista” al Frente Polisario, sin pruebas, y el alineamiento político del Gobierno español con Marruecos desde el cambio de posición en el conflicto del Sáhara Occidental, la ex colonia española ocupada ilegalmente por Rabat.

“Es parte de la propaganda política. Es posible que algunos de ellos formaran parte del Polisario en algún momento, pero lo abandonaron y se convirtieron en yihadistas. Eso es todo. No existe ningún vínculo organizativo. Sé que es un rumor que circula de vez en cuando, pero en realidad no tiene ningún fundamento”, responde sin titubeos Nasr. Una estrategia de demonización, insiste, que se derrumba con ejemplos de otras latitudes. “¿Cuántos yihadistas fueron entrenados en campos palestinos por movimientos de extrema izquierda? Cientos. Y se convirtieron en yihadistas. ¿Significa eso que esos movimientos de extrema izquierda en los campos palestinos están vinculados a la actividad yihadista actual? No. Y lo mismo ocurre con el Polisario. Algunos de ellos fueron entrenados en los campos del Polisario. Algunos crecieron en esos campos de refugiados, pero eso no significa que el Polisario los controle hoy en día. En absoluto”.

El analista Yahia Zoubir, estadounidense de origen argelino, recuerda que el uso político de esta acusación tiene décadas de vigencia. “En 1975 Marruecos decía que los saharauis eran marxistas-leninistas. En los ochenta, que eran islamistas. Después, que Irán les apoyaba. Ahora, que son yihadistas. Es propaganda. Wikileaks reveló que la inteligencia estadounidense ya desmontó esas acusaciones, valorando los esfuerzos del Polisario para evitar que los saharauis se unieran a grupos yihadistas”, establece en conversación con este diario. “Puedo imaginar que algunos jóvenes saharauis descontentos se unan, pero son muy pocos. Los detractores de los saharauis los han pintado según convenía: marxistas, islamistas o terroristas”.

El CNI pide no “estigmatizar” a los saharauis

Hasta el Centro Nacional de Inteligencia se ha desmarcado de las informaciones publicadas en prensa el pasado junio. Fuentes de la organización reconocen que -en línea con la información aportada por múltiples expertos y centros de investigación a este diario- existe una minoría de saharauis en el máximo nivel del Estado Islámico-Provincia de Sahel (ISSP) que han tomado el relevo de una generación previa también saharaui liquidada por los servicios de inteligencia.

Pero, subrayan, los saharauis no exceden de “de 25 o 30 personas” en una organización con entre 2.000 y 3.000 combatientes. Unos números que llevan al CNI a determinar que se trata de “una minoría anecdótica”. También rechazan cualquier intento de vincular al movimiento saharaui y al Polisario con el yihadismo y piden “no estigmatizar”. “Estos saharauis consiguen hacerse muy relevantes, primero porque a diferencia de esos combatientes locales, ellos son árabes procedentes de los campamentos de Tinduf, conocen el idioma y tienen mayor bagaje cultural y religioso, lo que hace que la interlocución con la dirección central de la organización sea mucho más fácil”, explican fuentes del CNI. En algunas ocasiones, agrega, emplean el español para evitar que sus interlocutores conozcan el contenido de sus discusiones.

Los saharauis no exceden de “de 25 o 30 personas” en una organización con entre 2.000 y 3.000 combatientes

Centros de investigación como el Terrorism Research Analysis Consortium (TRAC), una organización estadounidense que monitorea el yihadismo a nivel global, deslizan la complejidad del propio gentilicio “saharaui”. “El sufijo 'al Sahrawi' significa simplemente 'sahariano' o 'del Sáhara' y no implica necesariamente un origen directo del Sáhara Occidental o de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD)”. Reconocen que Adnan Abu Walid al Sahrawi “era saharaui de origen, nacido en los campos de refugiados de El Aaiún, en Tinduf (Argelia) antes de radicalizarse y unirse a movimientos yihadistas” pero otras figuras como Habib al Sahrawi “puede ser o no  originario del Sáhara Occidental específicamente”.

“Los combatientes de Mauritania, el norte de Malí, Argelia y partes del Sáhara Occidental utilizan con frecuencia el apodo 'al Sahrawi'. Muchos son árabes de etnia hassania o tuaregs de toda la zona sahariana”, deslizan. “El Sáhara Occidental (tanto los territorios controlados por Marruecos como los campos de refugiados de Tinduf) ha producido un flujo leve pero notable de reclutas yihadistas, especialmente jóvenes descontentos de los campos. Sin embargo, la gran mayoría del personal del IS y el JNIM proviene de Malí, Níger, Burkina Faso, Mauritania y Argelia, y no del Sáhara Occidental propiamente dicho”.

Una rivalidad que debe alarmar en Europa

La guerra que protagonizan las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico tiene un efecto directo en Europa a modo de presión migratoria e inestabilidad. La retirada de fuerzas occidentales ha creado un espacio de libre circulación para los yihadistas, con métodos cada vez más sofisticados: JNIM, por ejemplo, ha adaptado drones comerciales para lanzar granadas improvisadas, inspirándose en la guerra de Ucrania. La transferencia de conocimientos técnicos desde rebeldes tuareg ha acelerado esta capacidad.

A principios de julio la filial de Al Qaeda atacó siete posiciones militares en la región maliense de Kayes. Días antes, el ejército maliense había matado a más de 80 combatientes del Estado Islámico cerca de Mauritania. Según TRAC, ambas organizaciones en el Sahel “están inmersas en una rivalidad estratégica, en la que compiten por el control territorial, la explotación de los recursos y el dominio ideológico en la región trifrontal de Malí, Burkina Faso y Níger”. “Cada grupo muestra una estructura de mando cada vez más organizada, capaz de ejecutar operaciones complejas en múltiples frentes”, advierte.

El mapa del IS Sahel vs JNIM/Al Qaeda

El Estado Islámico, aunque ha sufrido notables pérdidas territoriales durante el último año, mantiene su influencia a lo largo de rutas estratégicas clave, sobre todo la carretera RN20 entre Ansongo y Ménaka, así como en las zonas circundantes de Ansongo, en Malí. “Un ejemplo llamativo de ello se produjo el 28 de abril de 2025, cuando sus militantes lanzaron un ataque coordinado contra las fuerzas malienses, utilizando embarcaciones para avanzar hacia el sur a lo largo del río Níger. Esta maniobra indica una decisión deliberada de los líderes de proyectar su control sobre la vía fluvial y extorsionar a las comunidades ribereñas locales. También refleja un intento de los líderes del IS de diversificar sus fuentes de ingresos ante la disminución de sus territorios y la creciente presión del JNIM y las fuerzas antiterroristas”, apuntan desde el centro.

Esta convergencia de estrategias también pone de relieve la intensificación de la competencia entre el IS y el JNIM

En el caso de Al Qaeda, Ghali y su círculo íntimo está llevando a cabo una expansión territorial paralela, especialmente en la región de Dosso, en Níger. “Allí, a lo largo de un tramo separado del río Níger, cerca de la frontera con Benín, el JNIM parece estar replicando el modelo de extorsión del IS, lo que sugiere que ambos grupos reconocen el valor económico y táctico de controlar los puntos de acceso fluviales. Esta convergencia de estrategias también pone de relieve la intensificación de la competencia entre el IS y el JNIM, ya que el primero lucha por mantener su influencia frente al creciente dominio del JNIM en el Sahel”, subrayan fuentes de TRAC.

Una competencia cada vez más descarnada que se desarrolla en paralelo a la guerra por el origen de sus líderes, explotada por los dos países del Magreb que litigan por la hegemonía en la región. “Marruecos dice que son saharauis; Argelia, que son marroquíes. Cada uno acomoda el relato. Pero los yihadistas actúan por su cuenta, sin obedecer a ningún Estado”, concluye Nasr. 

Una batalla sangrienta

Combatientes del IS Provincia de Sahel

“El grupo más poderoso es, sin lugar a dudas, JNIM, la filial de Al Qaeda, con el mayor nivel de ataques y el control territorial más desarrollado, así como la mayor capacidad territorial”, admite Wassim Nasr. El 1 de julio, recuerda, firmó siete ataques coordinados junto a la frontera con Senegal y Mauritania. “Uno de ellos fue frustrado, sí, pero el resto tuvieron éxito. Por otro lado, el Estado Islámico está presente y activo principalmente en la región fronteriza entre Malí, Níger y Burkina Faso. Últimamente han ganado actividad también porque los golpes militares provocaron la salida de las potencias occidentales y europeas. Así que hay una zona de exclusión aérea de facto, lo que significa que los yihadistas pueden moverse libremente por los tres países”, agrega.

El repliegue occidental ha dado paso a una batalla entre ambas organizaciones. “Esta rivalidad entre los líderes es más evidente en el departamento de Téra, en Níger, donde ambos grupos se han enfrentado repetidamente por el control. Las unidades del JNIM, que se movilizan con frecuencia desde Dori (Burkina Faso) a través de la carretera N23, han demostrado su movilidad operativa al llevar a cabo incursiones transfronterizas en gran número”, advierten desde TRAC. “Su facilidad de movimiento pone de relieve el continuo fracaso de las fuerzas burkinesas y nigerinas para asegurar la porosa frontera. Este vacío de autoridad no solo permite las incursiones yihadistas, sino que también otorga maniobrabilidad estratégica a los líderes del JNIM, que parecen cada vez más hábiles a la hora de explotar los agravios locales y la débil infraestructura estatal”.

El centro de estudios antiterroristas ha documentado, además, “un creciente descontento dentro del ejército nigeriano, especialmente entre las tropas de primera línea en Téra, Termit, Tillia y Filingué, lo que complica aún más la situación”. “Los motines y las negativas a escoltar convoyes, como el incidente de junio de 2025 en el que se vio involucrado un convoy que se dirigía de Dori a Niamey, ponen de manifiesto graves fracturas en la cohesión militar”. “Algunos soldados han expresado su simpatía por el JNIM y culpan al Gobierno de fallos sistémicos, como la falta de apoyo de los servicios de inteligencia, la escasez de recursos logísticos y la mínima cobertura aérea. Esta erosión de la disciplina interna brinda a los líderes del JNIM la oportunidad de aprovechar el descontento local y ampliar aún más su influencia”, deslizan.

El liderazgo del IS, en cambio, se halla “fragmentado y aislado tras una serie de decapitaciones de sus líderes mientras lucha por afirmar su relevancia”. “Su presencia continuada en focos aislados, como Ansongo, sugiere una postura más descentralizada y reactiva. Por el contrario, el JNIM, con su cadena de mando más coherente y sus alianzas tribales y políticas más amplias, no solo está mejor posicionado para superar al IS, sino que también es considerado cada vez más por las comunidades locales y las fuerzas de seguridad descontentas como el actor insurgente dominante en la región”.