Una conspiración internacional ante la que no claudicará. Benjamin Netanyahu ha desempolvado esta semana el escenario del asedio. En un discurso ante una delegación de políticos estadounidenses lo verbalizó sin tapujos: “Israel está en una especie de aislamiento”. Un reconocimiento infrecuente del primer ministro, que a la vez culpó a factores externos –Qatar, China y las comunidades musulmanas en Europa– de lo que describió como una campaña global de hostigamiento contra su país, en una semana en la que la Comisión de Investigación de la ONU acusó al Estado judío de perpetrar un genocidio y el ejército israelí inició la controvertida invasión terrestre de Ciudad de Gaza.
El jefe de Gobierno israelí, que ha monopolizado la escena política israelí durante lustros, delineó un futuro dominado por “la autarquía”. A su juicio, Israel debe prepararse para producir sus propias armas ante eventuales embargos occidentales. “Seremos Atenas y la super Esparta. En los próximos años no tendremos otra elección: tendremos que defendernos y saber cómo atacar a nuestros enemigos”, advirtió, mientras varios países europeos anuncian sanciones y vetos armamentísticos tras la devastación en la Franja de Gaza y las petromonarquías del Golfo Pérsico -incluida su socio Emiratos Árabes Unidos- han sellado esta semana una alianza de defensa militar mutua tras el ataque israelí contra Qatar.
“Soy partidario del libre mercado, pero es posible que nos encontremos en una situación en la que nuestras industrias armamentísticas se vean bloqueadas. Tendremos que desarrollar industrias armamentísticas aquí, no solo en materia de investigación y desarrollo, sino también en lo que respecta a la capacidad de producir lo que necesitamos”, agregó. Y avanzó: “Tenemos que recortar la burocracia de forma drástica. Sé que, como siempre, esta medida va a tener rechazo. Habrá rechazo por parte de los expertos legales. La vida es más importante que la ley. No tenemos tiempo. Tenemos que actuar muy rápido porque el mundo se mueve a una velocidad tremenda. Necesitamos mucha más flexibilidad”.
El lucrativo relato del asedio
Netanyahu atribuyó la creciente hostilidad hacia Israel en Europa a la “inmigración ilimitada” de musulmanes, un discurso que roza la xenofobia y que, según encuestas recientes, no se corresponde con los datos: la caída del apoyo ciudadano en el continente responde más bien a la guerra en Gaza y al sufrimiento humanitario que acumula ya casi dos años.
El mandatario insistió en que países como Qatar y China están detrás de operaciones de influencia en redes sociales –“bots, inteligencia artificial, publicidad”– que, a su juicio, erosionan la legitimidad israelí. “Podemos romper este aislamiento, pero debemos invertir en contraofensivas mediáticas”, prometió. Israel es un gigante de las relaciones públicas. La llamada Hasbará contempla los esfuerzos del Estado hebreo y de grupos satélites para explicar las políticas de ocupación del gobierno israelí y lavar su imagen en el mundo.
La retórica y las señales políticas recientes de Netanyahu equivalen a un manual práctico para resistir la creciente presión internacional
Pero las palabras del primer ministro no convencen ni dentro ni fuera de Israel. Yair Lapid, líder de la oposición, tachó su diagnóstico de “producto de políticas fallidas que convierten a Israel en un país del tercer mundo”. El empresario Ron Tomer, presidente de la patronal manufacturera, alertó que una economía autárquica “sería un desastre que afectará la vida de cada ciudadano”.
“Netanyahu está tratando de prepararse para tal escenario, no solo por Gaza sino por otras guerras en el mundo que pueden limitar el suministro”, explica a El Independiente Yonatan Freeman, experto en relaciones internacionales de la Universidad Ben Gurion del Negev. “Lo primero es centrarse en desarrollar la capacidad interna de Israel para producir lo que necesita para su vida cotidiana y depender menos de lo que viene del extranjero, y no solo en lo que se refiere al armamento, sino también a otras cosas que se necesitan, por ejemplo, la seguridad alimentaria y otros recursos. Así que centrarnos en desarrollar la industria nacional y otras cosas que podemos hacer por nuestra cuenta en términos de conocimientos y tecnología, startups y otras cosas. Lo segundo es también preparar mentalmente a la población para que entienda que podríamos enfrentarnos a tiempos difíciles en el futuro debido a la posibilidad de que algunos países del mundo intenten aislar económicamente a Israel, pero también por otras cosas que están sucediendo en el mundo y que podrían afectar a la capacidad de Israel para obtener lo que necesita”, apostilla.
Desde sus primeras declaraciones esta semana, Netanyahu ha tratado de calmar a sus conciudadanos. “Tengo plena confianza en la economía israelí”, aseveró días después. “No descarto los intentos de restringirnos económicamente, pero el mundo quiere productos israelíes. En las industrias de defensa puede haber restricciones que no sean económicas, sino políticas: queremos estar en una posición en la que no se nos restrinja, con independencia en materia de seguridad”, indicó en línea con esa relato de supremacia militar regional que alimenta la sensación de burbuja en la que viva grande parte de la opinión pública israelí. A juicio de Freeman, existe también una cruzada gubernamental para lograr que los empresarios israelíes eviten la deslocalización: “Ha sido objeto de grandes debates a lo largo de los años por parte de muchos productores nacionales, incluso de armamento. Decían que era más barato producir cosas en el extranjero. Netanyahu está tratando de motivar a quienes pueden producir aquí para que lo hagan más. Y esto también podría implicar en el futuro más subvenciones por parte del Gobierno, diferentes exenciones fiscales y otras medidas para que sea más posible y no demasiado caro producir aquí”.
La lógica política detrás del discurso
Para Yusuf Can, investigador del Stimson Center, el guión de Netanyahu persigue algo más que la supervivencia. “La retórica y las señales políticas recientes de Netanyahu equivalen a un manual práctico para resistir la creciente presión internacional (de la UE, las organizaciones internacionales y la región) en lugar de abordar sus causas fundamentales: Gaza”, señala en declaraciones a El Independiente. “Públicamente, caracteriza la creciente hostilidad europea y mundial como una expresión de odio inmutable impulsado por la política de la diáspora, los Estados hostiles y las redes activistas, en lugar de como una reacción a la conducta de la campaña militar de Israel en Gaza. Este planteamiento le permite eludir cualquier reflexión sustantiva sobre el coste humanitario o las decisiones tácticas que han alimentado la indignación internacional y, en su lugar, justificar una serie de medidas de contingencia: reforzar la producción nacional de armas, el almacenamiento, el autoritarismo, la cobertura económica y una mayor presión del Estado en las comunicaciones estratégicas y las operaciones de influencia en el extranjero”, enumera.
Este planteamiento le permite eludir cualquier reflexión sustantiva sobre el coste humanitario o las decisiones tácticas que han alimentado la indignación internacional
A juicio de Can, al presentar la hostilidad externa como fruto de odios inmutables o conspiraciones, el primer ministro evita rendir cuentas por la guerra y legitima un paquete de medidas de repliegue: desde la expansión de la industria armamentística hasta la colonización del espacio mediático global. Ese relato victimista, agrega el analista, asegura a Netanyahu margen de maniobra, con la vista puesta en las elecciones del próximo año y en su propia supervivencia política. “Pero bajo el lenguaje defensivo, hay una lógica política más clara. Preparar a Israel para ser más autosuficiente, militar, económica y diplomáticamente, no solo tiene que ver con la supervivencia; también retrasa y preserva el margen de maniobra de un gobierno que se centra en mantenerse en el poder”, arguye. “Al cultivar una narrativa de asedio y deslegitimar los mecanismos internacionales de rendición de cuentas, al tiempo que corteja a gobiernos simpatizantes (como Grecia, Chipre y Estados Unidos), Netanyahu reduce los incentivos para que los actores externos presionen en favor de compromisos políticos o territoriales. Esa postura protege el margen de maniobra de la coalición belicista a nivel nacional e internacional, creando las condiciones necesarias para normalizar y ampliar el control de Israel sobre los territorios ocupados, en lugar de invertir el rumbo”.
Los dos años de operación militar en Gaza y en los llamados siete frentes -Cisjordania, Líbano, Irán, Siria o Yemen- han tenido un efecto evidente en la economía israelí. En 2024 el déficit del Estado alcanzó cerca de 6,9 % del PIB, principalmente por los costos bélicos. El año pasado el crecimiento resultó modesto -apenas 1%- lastrado por los múltiples conflictos regionales que azuzó Tel Aviv. Para 2025 se proyectó un crecimiento mayor -por encima del 3%- pero solo si el conflicto disminuía, un extremo que no se ha producido. El disparado gasto militar o el apoyo a reservistas y reconstrucción ha obligado a reasignar recursos desde otras áreas como infraestructura, educación o servicios públicos. La llamada a filas ha herido el modelo de la que durante años se jactó de ser “la nación start up”. El consumo privado se ha resentido mientras que las exportaciones y las inversiones han resistido. Ahora las primeras sanciones económicas de la UE, el principal socio comercial de Israel, podrían alterar la tendencia.
El factor estadounidense
Más allá de Europa, todo sigue dependiendo de Washington. Así lo recuerda Gideon Levy, veterano periodista de Haaretz y una de las voces más independientes e incómodas de un panorama dominado por la autocensura: “Mientras Estados Unidos dé carta blanca, Israel podrá manejarlo. El día que cambie de postura, Israel tendrá que cambiar inmediatamente”.
El panorama, sin embargo, no ofrece señales de giro. Netanyahu se fotografió el lunes con Marco Rubio y otros legisladores republicanos, reforzando la alianza con Donald Trump. Levy cree que el verdadero punto de inflexión será el precio que pague Washington en el mundo árabe: “Si contratos como el de Qatar con Boeing peligran, entonces Trump podría reconsiderar su apoyo”. También está en juego la variable del tiempo. Trump ha declarado públicamente que su intención es que la operación militar israelí en Gaza acabe antes de finales de este año. Un calendario que no casa con la nueva ofensiva en marcha, con el desplazamiento de un millón de personas.
Israel no es autosuficiente, pero hasta ahora no veo ninguna sanción europea. Solo hay conversaciones y condenas que Israel puede manejar
El talón de Aquiles de Israel es precisamente su dependencia exterior. Si se ejercen las presiones que no se han aplicado hasta ahora, ni desde la UE ni desde EEUU, el país no tendría hoy más opción que renunciar a su planes en Gaza que la justicia internacional investiga como genocidio. “Israel no es autosuficiente, pero hasta ahora no veo ninguna sanción europea. Solo hay conversaciones y condenas que Israel puede manejar. No he visto que Europa, por ejemplo, haya reaccionado como lo hizo con Rusia tras la invasión de Ucrania en dos semanas. En este momento, Europa solo está hablando”, critica Levy.
La sociedad israelí, en tensión
El frente interno sigue sosteniendo la guerra, aunque a costa de fracturas profundas. Levy advierte de que, pese al cansancio y al drama de las familias de rehenes, las deserciones son mínimas y el Ejército mantiene la cohesión. “La sociedad todavía puede soportar esta guerra, y mientras sea así, Netanyahu seguirá en el poder”, apunta.
Pero el desgaste es evidente: miles de reservistas regresan de Gaza con traumas psicológicos, y la perspectiva de una ofensiva terrestre prolongada genera nerviosismo en sectores militares y civiles. Aun así, el consenso de que Hamas debe ser derrotado permite al primer ministro -al que muchos consideran responsables de los fallos que llevaron a los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023- de mantener el timón.
“Con esa retórica, Netanyahu cambia la resiliencia a corto plazo por el aislamiento diplomático a largo plazo y el sufrimiento económico; endurece la política interna al replantear la disidencia y las críticas externas como amenazas existenciales; y reduce el conjunto de salidas viables del conflicto”, reflexiona Can. “Supongamos que el objetivo real es, en última instancia, afianzar la autoridad y anexionarse Gaza y Cisjordania. En ese caso, las medidas anunciadas, desde la retórica «superespartana» hasta la aceleración de la autosuficiencia en materia de defensa y las campañas de información, son instrumentos para prolongar el mandato y reducir las restricciones externas. La pregunta fundamental tanto para los aliados como para los oponentes de Israel es si la presión internacional puede canalizarse hacia un cambio de política en lugar de ser absorbida o eludida por las mismas adaptaciones que Netanyahu está poniendo en marcha ahora”.
En paralelo, Netanyahu ha avenzado la respuesta que prepara frente a la esperada declaración de un Estado palestino en la ONU esta proxima semana por parte de Francia y Reino Unido. Portugal se sumó a última hora del viernes con el anuncio de que hará lo propio este mismo domingo. La mediadora y analista Nomi Bar-Yaacov lo resume con crudeza: “Ha sido claro. Responderá con medidas unilaterales, como la anexión de partes de Cisjordania”. Un paso que, de concretarse, aceleraría la deriva del aislamiento que el propio primer ministro denuncia y que, en su visión, solo puede afrontarse transformando a Israel en una “super Esparta” o el enésimo capítulo de la deriva de Israel, con ecos internos y externos.
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