Sharm el Sheij, octubre de 2025. La capital de la península egipcia del Sinaí, al borde del mar, ha sido el escenario de las negociaciones entre Israel y  Hamás, con la mediación de EEUU, Egipto, Qatar y Turquía, que han llevado a alimentar la esperanza de la paz en la región. Acaba de sellarse la "fase uno" de un nuevo alto el fuego. El acuerdo promete liberar a los últimos rehenes, retirar parcialmente al ejército israelí de Gaza y abrir el paso a la ayuda humanitaria. Nadie se atreve a pronosticar si llegará al final el "proceso". En este conflicto, hasta ahora, los acuerdos siempre han sido la antesala de su propia ruptura. 

Han pasado setenta y seis años desde que el primer acuerdo intentó poner orden en esta tierra. De momento ninguno lo ha conseguido. Diecisiete tratados, memorandos o treguas, desde los armisticios de 1949 hasta el último auspiciado por Donald Trump, han tratado de encerrar el conflicto en palabras. Apenas dos se cumplieron plenamente: los armisticios que fijaron la Línea Verde y el tratado de paz entre Egipto e Israel de 1979. 

Los palestinos, ausentes

Los demás, desde Oslo hasta hoy, se han evaporado entre atentados, cambios de gobierno y una desconfianza que atraviesa generaciones. La historia de la paz entre israelíes y palestinos no es una línea de progreso, sino una espiral que vuelve siempre al mismo punto. En 1949, cuando Israel y sus vecinos árabes firmaron los acuerdos de Rodas, los palestinos no tuvieron asiento en la mesa. Eran el pueblo ausente: los desplazados, los que vivían en campos bajo administración jordana o egipcia. Aquel armisticio puso fin a la guerra, pero abrió la herida. En 2025 siguen siendo los ausentes. 

A partir de entonces, su historia se narró a través de otros: Egipto, Jordania, la Liga Árabe. Era una transacción entre Estados de lo que se trataba entonces. En 1978, el presidente egipcio Anuar el Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguin se estrecharon la mano en Camp David bajo la mirada del estadounidense Jimmy Carter. Se establecía un marco para la paz regional. Egipto recuperó el Sinaí; Israel logró el reconocimiento de su existencia.

En un anexo, casi de pasada, se hablaba de "autonomía palestina". La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) rechazó aquel texto: no se puede negociar la libertad de un pueblo sin que el pueblo esté en la mesa.

En Camp David Egipto recuperó el Sinaí; Israel logró el reconocimiento de su existencia. En un anexo se hablaba de la "autonomía palestina"

De la Conferencia de Madrid a Oslo

La década de los ochenta fue de resistencia, no de acuerdos. La Conferencia de Paz de Madrid, en 1991, marca un punto de inflexión. "Reunió a israelíes y palestinos en una mesa de negociaciones por primera vez en décadas, con la mediación de Estados Unidos y la URSS. Hubo conversaciones bilaterales directas de paz", explica Cosme Ojeda, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad CEO San Pablo

En la Conferencia de Paz de Madrid se empleó por primera vez el principio de "paz por territorio", el cual impulsó a que Israel cediese el control de los territorios ocupados desde 1967 a cambio del reconocimiento por parte del mundo árabe. Participó George Bush padre como presidente de EEUU, y Mijail Gorbachov, líder de la Unión Soviética. Nadie podía prever que la URSS se disolvería dos meses más tarde. 

"No hubieran podido existir los Acuerdos de Oslo ni el tratado de paz con Jordania sin la Conferencia de Madrid, donde tuvieron origen los contactos directos entre palestinos e israelíes", declaró Yossi Beilin, ex ministro israelí a El País con motivo del 30 aniversario del encuentro. "Madrid abrió la posibilidad de abordar los asuntos centrales del conflicto. Una agenda con Jerusalén, las fronteras o los derechos humanos", apuntaba Hanan Ashrawi, ex dirigente de la OLP. 

Los Acuerdos de Oslo, un salto adelante

Hasta 1993, ningún israelí y ningún palestino se habían dado la mano oficialmente. Ese año, en los jardines de la Casa Blanca, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, y Yasir Arafat, presidente de la OLP, se dieron la mano ante el mundo entero. 

El Acuerdo de Oslo I fue un salto al vacío: Israel reconocía a la OLP, la OLP reconocía el derecho de Israel a existir. Nacía la Autoridad Nacional Palestina y con ella la esperanza, mínima, de un Estado futuro. Se iniciaba un periodo de autogobierno en Gaza y Cisjordania. Clinton se refirió al "amanecer de una nueva era". Fue un amanecer efímero. 

Arafat, Peres y Rabin, recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1994 "por sus esfuerzos para alcanzar la paz en Oriente Próximo". El Comité Nobel destacó que los tres galardonados "realizaron una contribución histórica al proceso de paz sustituyendo la guerra y el odio por la cooperación" a través de su compromiso con los acuerdos de Oslo y su posterior empeño en llevarlos a la práctica.

En 1995, Oslo II amplió la autonomía palestina y dividió Cisjordania en tres zonas —A, B y C—, bajo distintos niveles de control. Un intento de transición hacia el Estado palestino que nunca llegó. Rabin fue asesinado por un extremista israelí en noviembre de ese mismo año. Su muerte sepultó la posibilidad de confianza entre los dos pueblos.

Lo que siguió fueron parches, documentos intermedios, mapas de repliegues y protocolos que se iban cumpliendo a medias. Hebrón (1997), Wye River (1998), Sharm el Sheij (1999): cada acuerdo se escribía con tinta internacional y se borraba con fuego local.

"La idea básica detrás de los Acuerdos de Oslo era establecer un marco por fases para lograr la paz tras la Conferencia de Paz de Madrid. Con el reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP, estableciendo una hoja de ruta para un autogobierno palestino limitado y un acuerdo de paz definitivo y permanente en un plazo de cinco años, en el que se abordaban cuestiones más controvertidas de fronteras, refugiados, asentamientos y el estatus de Jerusalén. Los Acuerdos de Oslo representaron un cambio de las conversaciones indirectas a las negociaciones directas y la implementación gradual del autogobierno, con el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz integral en Próximo Oriente", indica Cosme Ojeda.

De Camp David II al acuerdo de Olmert

En el campo diplomático se suceden los intentos fallidos. En 2000 Camp David II, Ehud Barak y Arafat estuvieron a un paso de un acuerdo final, pero el desacuerdo sobre Jerusalén y los refugiados hizo colapsar las negociaciones. La Segunda Intifada transformó la diplomacia en violencia. Desde entonces, cada nuevo esfuerzo ha sido una versión diluida del anterior. La Hoja de Ruta de 2003, el Acuerdo de Movilidad de 2005, la Conferencia de Annapolis en 2007… todos comenzaron con optimismo y terminaron diluyéndose en tiempo. 

Todos los planes compartían un objetivo y un fracaso: querían construir un Estado palestino en fases, pero la realidad avanzaba más rápido que las fases. Los asentamientos crecían, el muro se levantaba, la política israelí se desplazaba a la derecha y el liderazgo palestino se dividía en dos mitades que ya no se reconocían. 

Cuando se ha estado más cerca de la paz ha sido con Oslo y con el plan de Olmert. Hamás y Netanyahu destruyeron Oslo y ahora están al frente"

ALBERTO PRIEGO, PROFESOR EN COMILLAS

"Cuando se ha estado más cerca de la paz ha sido con Oslo y con el plan de Olmert. Hamás y Netanyahu destruyeron Oslo y ahora están al frente. En 1996 se implementan los Acuerdos de Oslo. Netanyahu llega al poder como Mr Security. Decía que la única opción para tener seguridad era la mano dura. Sigue hasta 2005. A la vez Hamás empezó una campaña de desprestigio de la Autoridad Nacional Palestina por haber cedido sin obtener nada a cambio. Estos dos actores han destruido las opciones moderados. Uno, a los partidos centristas y al laborista, y el otro a la Autoridad Nacional Palestina. Ahora son dos opciones maximalistas que no plantean un acuerdo con la otra parte", indica Alberto Priego, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas y autor de Israel.Una democracia necesaria en Oriente Próximo

Un plan en una servilleta

En 2008 se da la última oportunidad seria para la paz, a juicio de Alberto Priego. "El primer ministro israelí, Ehud Olmert, le ofrece al palestino Mahmud Abbas un 97% de territorio y un corredor entre Gaza y Cisjordania. Le dice a Abbas que nunca tendrá una oferta mejor. Se lo dibuja en una servilleta. Abbas comenta que ha de consultarlo con Jordania pero nunca responde. Ese probablemente es el momento, junto con los Acuerdos de Oslo, que yo llamo Oslo-Madrid, en el que se ha estado más cerca de la paz", añade Priego. 

Desde que Hamás tomó el poder en Gaza no ha habido una sola voz palestina en las negociaciones, sino dos rivales: Fatah en Ramala y Hamás en la Franja. A partir de ahí, los acuerdos dejaron de hablar de paz y empezaron a hablar de pausas. 2008, 2012, 2014, 2019, 2021, 2022, 2023. Cada uno de esos años marcó una tregua efímera, casi siempre mediada por Egipto o Qatar. Se pactaban intercambios de prisioneros, acceso humanitario, ampliación de la zona de pesca, y se proclamaba el alto el fuego. Duraban días, semanas, a veces meses. Luego, el ciclo volvía a empezar. Gaza se convertía en una franja que no termina de vivir ni de morir.

En el lado palestino, los intentos de reconciliación interna tampoco prosperaron. La Meca (2007), Doha (2012), El Cairo (2017): acuerdos de unidad entre Fatah y Hamás que nunca se implementaron. La división debilitó cualquier posibilidad de negociación global. Sin un liderazgo unificado, el proyecto nacional palestino se fue fragmentando, reducido a administraciones locales, grupos armados y discursos inconexos.

El alto el fuego avalado por Trump

El nuevo acuerdo de 2025 es hijo de la extenuación y del empeño de Trump y los mediadores, como Qatar. Llega tras dos años de guerra abierta, después de la masacre de octubre de 2023 y la devastación de Gaza, la mayor desde 1948. La ofensiva iniciada ha dejado una herida regional que todavía supura. El texto habla de fases: primero, un alto el fuego y la liberación de rehenes; luego, la retirada parcial israelí y la reconstrucción; por último, una negociación política sobre la "gobernanza futura de Gaza". ¿Se alcanzará la tercera fase? Nadie nombra a Hamás como interlocutor político, pero nadie puede ignorarlo como actor armado. La paradoja se mantiene: Israel no negocia con terroristas, pero solo los terroristas pueden detener la guerra. 

Ninguno de los acuerdos anteriores que incluía la palabra "proceso" logró completarse. Todos fueron interrumpidos por la desconfianza, el extremismo o la simple fatiga. Según recuentos diplomáticos, de los diecisiete acuerdos firmados o declarados desde 1949, quince se cumplieron solo en parte o fracasaron del todo. Y sin embargo, se siguen firmando. Porque cada alto el fuego es, en sí mismo, una forma de supervivencia.

Los mediadores internacionales lo saben: ya no se negocia la paz, se negocia que callen las armas. Una pausa humanitaria es lo más parecido a la calma que puede ofrecer Oriente Próximo. La palabra "solución" ha desaparecido del vocabulario diplomático; la expresión "dos Estados" se menciona con nostalgia, como si perteneciera a otro siglo. En el último acuerdo no se mencionan los dos Estados. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, rechaza el reconocimiento de Palestina. 

La relevancia de la mediación internacional

"La lógica subyacente del plan de Trump es que el conflicto entre Israel y Palestina está ahora tan deteriorado, y ambas partes tan traumatizadas, que el problema ya no puede resolverse con las herramientas tradicionales de las dos partes negociando entre sí y con un mediador internacional entre ellas. Se necesita un organismo internacional que supervise Palestina (tanto Gaza como Cisjordania) para garantizar la seguridad de los israelíes y para garantizar a los palestinos su propia autoridad gubernamental viable y fiable. Ese mandato internacional árabe estará supervisado por tropas internacionales que contarán con un componente estadounidense", indica Cosme Ojeda.

El conflicto entre Israel y Palestina está ahora tan deteriorado, y ambas partes tan traumatizadas, que el problema ya no puede resolverse con las herramientas tradicionales"

COSME OJEDA, PROFESOR CEO SAN PABLO

“El problema principal ahora es que el plan de Trump, como el de su legislatura anterior, no cuenta con los palestinos. Podría haber contado con opciones moderadas. Tiene que contar con la Autoridad Nacional Palestina y Al Fatah. Además, el contexto internacional no es favorable porque el presidente de EEUU tiene una predilección clara por los halcones en Israel y los árabes se están desentendiendo de los palestinos. Solo tienen interés Estados como Qatar, que tiene una vinculación clara con los Hermanos Musulmanes”, señala Alberto Priego. 

En Tel Aviv, los portavoces hablan de "una oportunidad para la estabilidad regional". En Ramala, Mahmud Abbas ha declarado que apoya "todo esfuerzo por detener el derramamiento de sangre". En Gaza, la población no escucha discursos: cuenta los días de tregua antes del próximo bombardeo. Un pescador lo resumía en una frase que podría ser un epitafio: "Aquí la paz no llega, pasa de largo". Esperemos que este intento de callar las armas ahora no sea una mera cuenta atrás hasta la nueva guerra.