Desde el nuevo teleférico de Kotor, Montenegro aparece al alcance de la mano: montañas abruptas que se precipitan sobre el Adriático, un paisaje de fiordo impropio del sur de Europa y murallas medievales que recuerdan siglos de dominaciones ajenas. Es un país de contrastes extremos, también en política. Con apenas 620.000 habitantes y una superficie similar a la de la provincia de Córdoba, Montenegro se ha fijado un objetivo que supera con creces su tamaño: convertirse en el miembro número 28 de la Unión Europea en 2028.

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En Podgorica, la capital de Montenegro, el lema ya circula como una consigna estratégica: “28 by 28”. No es solo un eslogan. Marca también una cuenta atrás. “Es ambicioso, pero no es imposible”, resume el embajador de la Unión Europea en Montenegro, Johann Sattler desde la delegación comunitaria en un encuentro con un grupo de medios de comunicación europeos, entre ellos, El Independiente. “Si todo va bien y el proceso de adhesión culmina, yo espero ser el último embajador de la UE aquí. Después de la adhesión, la delegación ya no tendría sentido”, afirma.

Más del 80% del territorio montenegrino es montañoso. El país alberga el cañón más profundo de Europa, el del río Tara, y el fiordo más meridional del continente. Sus habitantes figuran entre los más altos del mundo y su economía depende en gran medida del turismo. Pero detrás de la postal, Montenegro se ha convertido en uno de los experimentos políticos más observados de la Europa ampliada. Un ensayo que pone también a prueba al proyecto europeo, cada vez más cuestionado por las pulsiones populistas que se abren paso en los Estados miembro de la UE, desde Portugal hasta Hungría, y la apuesta de Trump por interferir abiertamente a su favor y socavar al Viejo Continente.

Lago Skadar, en Montenegro. | Comisión Europea

De la independencia al anclaje europeo

El camino hacia la adhesión montenegrina comenzó en 2006, cuando Montenegro se separó de Serbia tras un referéndum ajustadísimo, en el que el sí apenas superó el umbral del 55% exigido por la Unión Europea. Aquel resultado permitió proclamar la independencia y abrir una etapa marcada por una fuerte orientación occidental.

Montenegro ingresó en la OTAN en 2017 y abrió negociaciones formales con la UE en 2012. Sin embargo, durante casi una década el proceso avanzó lentamente, atrapado en lo que diplomáticos europeos describen como una "estabilocracia". “Hubo estabilidad, pero también un alto grado de autocracia”, admite Sattler. “Durante 25 años gobernó un solo partido y, de facto, una sola persona. Eso frenó muchas reformas”, arguye.

Ese ciclo se rompió en 2020, cuando por primera vez se produjo una alternancia real en el poder. Desde entonces, y especialmente tras las elecciones de 2023, Bruselas percibe un cambio de ritmo. “El progreso real ha sido posible sobre todo en los últimos dos años”, subraya el embajador europeo.

Durante 25 años gobernó un solo partido y, de facto, una sola persona

Hoy Montenegro ha abierto los 33 capítulos de negociación exigidos por la UE y ha cerrado provisionalmente doce. El objetivo oficial es cerrar todos antes de finales de 2026. “Tenemos un plan claro, con fechas y capítulos concretos”, explica la ministra para Asuntos Europeos, Maida Gorčević. “Nuestra meta es completar técnicamente el proceso a finales de 2026. Después, la decisión será política, pero Montenegro estará preparado”.

El alumno aventajado de los Balcanes Occidentales

En términos económicos, Montenegro parte de una posición relativamente favorable en el contexto regional. Su PIB per cápita ronda los 12.500 euros, el más alto de los Balcanes Occidentales, y alcanza ya el 50% de la media comunitaria. En la Yugoslavia socialista era una de las repúblicas más pobres; hoy lidera la región.

El país utiliza el euro como moneda de facto desde 2002, pese a no ser miembro ni de la UE ni de la eurozona. “Es una cuestión que habrá que resolver antes de la adhesión”, reconoce Sattler. “Tendrá que haber una decisión entre Bruselas, Frankfurt y el Banco Central Europeo, pero estoy convencido de que se encontrará una solución”.

Montenegro cumple además los criterios macroeconómicos de Maastricht. Su déficit público se mantiene por debajo del 3% y la deuda ha descendido hasta alrededor del 60% del PIB, tras haber alcanzado niveles cercanos al 100% hace apenas cinco años.

El primer ministro de Montenegro Milojko Spajic y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen en la conferencia 'Smart Growth, Green Future: Acceleration of Investments in Montenegro' en Lustica,

Algunos apuntan como artífice de ese milagro montenegrino a la figura del primer ministro, Milojko Spajić, un economista de 38 años forjado en el extranjero. En conversación con este diario, Spajić insiste en que el país no representa un riesgo económico para la UE. “No van a ver olas de inmigración desde Montenegro hacia Berlín, París o Roma”, dice a modo de mensaje de tranquilidad a los políticos europeos que tienen la última palabra sobre una adhesión que podría malograr el ascenso de la ultraderecha. “Somos un país pequeño, con ingresos per cápita más altos que el resto de candidatos y con una economía ya muy integrada en Europa”.

Geopolítica en estado puro

El interés europeo por Montenegro va mucho más allá de la economía. En una región históricamente expuesta a presiones externas, Podgorica presume de haberse alineado al 100% con la política exterior y de seguridad común de la UE. Ha aplicado todas las sanciones contra Rusia tras la invasión de Ucrania y ha contribuido, aunque de forma modesta, a misiones europeas.

“Lo importante no es el número de soldados, sino el mensaje político”, explica Sattler. “Montenegro ha demostrado solidaridad y alineamiento total, incluso cuando no era fácil desde el punto de vista interno”. Étnicamente es un país diverso, escaparate -como otros países balcánicos- de su compleja historia. De hecho, no goza de una marcada mayoría étnica más allá de los montenegrinos, que representan aproximadamente el 41 % de la población. El segundo grupo étnico más importante es el de los serbios, (33%), con el que los montenegrinos comparten lengua, religión y gran parte de su herencia cultural. Los bosniaks constituyen aproximadamente el 9–10 % de la población y es una comunidad mayoritariamente musulmana. Los albaneses, que representan cerca del 5 %, se concentran sobre todo en el sureste del país, en zonas fronterizas con Albania. Montenegro alberga diversas minorías étnicas más pequeñas, entre las que se incluyen croatas, romaníes, rusos, ucranianos, bielorrusos y turcos, entre otros.

Durante doce años, con gobiernos de todo tipo, Montenegro ha estado alineado al 100% con la política exterior europea

El propio Spajić reivindica esa coherencia como una garantía para Bruselas. “Durante doce años, con gobiernos de todo tipo, Montenegro ha estado alineado al 100% con la política exterior europea”, asevera. “Eso demuestra que somos un socio fiable y predecible. Nadie debería preguntarse cómo votará Montenegro mañana en el Consejo Europeo”, desliza quizás en referencia a la vecina Serbia, donde la convulsa política interna y sus flirteos con Moscú pronostican una adhesión más compleja e incierta.

El país también ha aprendido de errores pasados. La construcción de una autopista financiada con préstamos chinos estuvo a punto de llevarlo a la bancarrota. “Fue una ducha fría, pero saludable”, admite Sattler. “Hoy la UE es el principal socio en infraestructuras estratégicas y eso marca una diferencia fundamental”.

Derechos humanos, Estado de derecho y libertades públicas

El núcleo del proceso sigue siendo el Estado de derecho. Los capítulos 23 y 24, relativos a justicia, lucha contra la corrupción, crimen organizado y derechos fundamentales, son considerados decisivos. “No hay atajos”, advierte el embajador europeo. “Sin avances reales en el Estado de derecho, no se puede cerrar ningún otro capítulo”.

Montenegro ha renovado la cúpula judicial, ha reforzado la fiscalía especial anticorrupción y ha iniciado procedimientos contra figuras relevantes. “Necesitamos un historial sólido, no solo investigaciones, sino condenas firmes”, insiste el embajador. Aún así, las principales organizaciones de derechos humanos y algunos círculos periodísticos reconocen que el camino es aún largo entre los viejos tics de la clase política.

Centro de Kotor (Montenegro). | Comisión Europea

Hemos avanzado, pero somos conscientes de que es la lucha contra la corrupción donde más se nos va a exigir

A juicio de la principal responsable montenegrina de la negociación, ese será el principal examen. “El reto es consolidar un track record creíble en casos de corrupción de alto nivel y crimen organizado”, señala. “Hemos avanzado, pero somos conscientes de que es el área donde más se nos va a exigir”.

En materia de derechos humanos y libertades públicas, los informes europeos reconocen progresos sostenidos. Montenegro cuenta con elecciones competitivas, pluralismo político y un marco legal alineado con los estándares comunitarios. “Somos el único país de Europa sin una mayoría étnica clara”, recuerda Spajić como garantía de pluralismo. “Aquí nadie puede imponer su voluntad. Estamos obligados a llegar a compromisos, y eso es profundamente europeo”.

Paisaje en Šinđon (Montenegro). | Comisión Europea

Un país pequeño, un mensaje grande

Para Montenegro, la adhesión es también una apuesta simbólica. “Si Montenegro entra en la UE, el mensaje de esperanza llegará a todo el vecindario”, sostiene Spajić. “A los Balcanes, pero también a Ucrania y Moldavia. Demostraremos que la ampliación sigue viva”. En el camino hacia la UE, figuran Albania, Bosnia y Herzegovina, Georgia, Moldavia, Montenegro,  Macedonia del Norte (North Macedonia),  Serbia,  Turquía y Ucrania.

En Bruselas comparten esa lectura. La entrada de Montenegro no alteraría equilibrios demográficos ni presupuestarios, pero tendría un fuerte impacto político. “La ampliación es también una herramienta geopolítica”, subraya Sattler. “No existe el vacío geopolítico. Si Europa no está presente, otros ocuparán ese espacio”, admite.

Si Montenegro entra en la UE, el mensaje de esperanza llegará a todo el vecindario

Nada está garantizado. Basta el veto de un solo Estado miembro para frenar la adhesión. Y existen demasiadas sombras cerniéndose sobre el futuro del proyecto europeo, incluyendo la amenaza de quien se sienta en la Casa Blanca. Persisten riesgos internos, desde la polarización política hasta la desinformación extranjera. También hay dudas dentro de la propia UE sobre su capacidad de absorción.

Aun así, por primera vez en años, Bruselas y Podgorica coinciden en el diagnóstico. “Soy cautelosamente optimista”, concluye Sattler. “Montenegro ha demostrado que puede hacer su parte. Ahora toca mantener el rumbo”. Si el país logra cruzar la meta en 2028, no será solo la historia de un Estado pequeño que cumplió su promesa. Será también la señal de que Europa, incluso en tiempos de guerra, dudas internas y tensiones kamikaze, sigue siendo capaz de pensar en grande. 

El primer ministro de Montenegro Milojko Spajic. | Efe

El primer ministro del milagro de Montenegro

Milojko Spajić (Pljevlja, 1987) es un economista y político montenegrino, primer ministro de Montenegro desde octubre de 2023 y cofundador del movimiento Europa Ahora (Evropa Sad).

Posee una trayectoria internacional amplia. Realizó estudios y actividades académicas en Japón y China, y completó parte de su formación en Europa occidental, incluyendo Francia. Asimismo, pasó una etapa en la diáspora en Estados Unidos, específicamente en California, donde estuvo expuesto a entornos financieros y económicos de carácter global. Esta experiencia internacional influyó en su perfil tecnocrático y en su enfoque reformista en política económica.

Entre 2020 y 2022 se desempeñó como ministro de Finanzas y Asuntos Sociales, impulsando el programa “Europa Ahora”, que incrementó el salario mínimo y reformó el sistema fiscal. Como primer ministro, su agenda prioriza la estabilidad macroeconómica, las reformas estructurales y el avance de Montenegro en su proceso de adhesión a la Unión Europea.

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