En un leve giro de los acontecimientos en términos objetivos, pero gran cambio teniendo en cuenta quién es Donald Trump, el presidente estadounidense suavizó el tono con Canadá ayer durante la visita del primer ministro Mark Carney, que fue elegido en los comicios del pasado 28 de abril

Carney es el sucesor de Justin Trudeau, puesto que este lo eligió para esa misión y ambos forman parte del Partido Liberal canadiense, pero Trump optó este lunes por no faltarle al respecto, no llamarlo “gobernador”, como sí hacía con Trudeau, y deslizó varias palabras amables con el líder del país vecino. “Pase lo que pase, vamos a ser amigos con Canadá”, dijo Trump. “Eres un presidente transformador”, le contestó Carney, que había acudido a Washington en son de paz.

La tarea del canadiense no era sencilla. Necesitaba, por un lado, mostrarse amigable, compatible y cercano a Trump para poder negociar con él, pero al mismo tiempo debía marcar con claridad las líneas rojas de la conversación, puesto que para eso lo han elegido los canadienses. Sus ciudadanos podrían haber optado por el conservador Pierre Poilievre, que en enero lideraba las encuestas 25 puntos por delante de Carney, pero su tibieza hacia Trump dio la vuelta al sentimiento de los votantes hacia el liberal y finalmente terminaron confiando en el ex gobernador del Banco de Canadá y del de Inglaterra, conocido por su buena mano gestionando crisis. 

Carney podría haber optado por una posición más parecida a la del presidente francés, Emmanuel Macron, quien en su visita a la Casa Blanca decidió hacer gala de todas las sonrisas y la complicidad posible con el presidente estadounidense, o a la del primer ministro británico, Keir Starmer, que lo jugó todo a complacer a Trump, halagándolo, llevándole una carta del rey inglés, y ensalzando la histórica relación de ambas naciones. 

Pero el canadiense supo leer la situación: han pasado cuatro semanas desde que Estados Unidos anunció una pausa parcial a sus aranceles, argumentando que eran muchos los países que se le habían acercado para llegar a un acuerdo y que necesitaba algo de tiempo para negociar, y en ese tiempo no solo se ha anunciado ningún pacto, sino que multitud de naciones ni siquiera se han acercado a discutir. Y eso implica que probablemente Trump ayer preferiría mostrarse pacífico y colaborativo, porque necesita que la situación se relaje y que los inversores vuelvan a confiar en la deuda pública estadounidense, antes que duro y amenazante, como en otras ocasiones.

El recién elegido mandatario dejó claro que Canadá no se vende, porque "hay sitios que nunca se venden" y porque es lo que han opinado los votantes en las urnas. Trump respondió como quien es acusado de homofobia o de racismo y trata de combatirlo contando una anécdota: "Tengo mucho respeto por los canadienses, conozco a mucha gente que vive en Canadá y mis padres tenían familia que vivía en Canadá, mi madre sobre todo", ha dicho el presidente, al mismo tiempo que ha recalcado que sigue pensando que "sería mucho mejor para Canadá" unirse a EEUU. "Pero no vamos a discutir eso a menos que alguien quiera discutirlo", trató de dejar de lado el tema.

Aun así, el presidente no pudo evitar insistir en que a Canadá le iría mejor si se convirtiese en el estado número 51, y, ante preguntas de los periodistas, dijo con desprecio que EEUU no necesita a su vecino. "No queremos coches de Canadá, podemos hacer nuestros propios coches, y hemos puesto aranceles a los coches de Canadá, con lo que llegados a un punto no tendrá ningún sentido que Canadá fabrique esos coches. Y no queremos el acero de Canadá porque estamos haciendo nuestro propio acero, y estamos construyendo plantar enormes de acero conforme hablamos, así que realmente no necesitamos el acero de Canadá, ni el aluminio de Canadá ni muchas otras cosas, porque podemos hacerlas nosotros", dijo el presidente. Minutos después, optaba por dejar de contestar a la prensa, consciente de que estaba comenzando a irritarse y quizás tratando de evitar que el encuentro terminase como la visita de Zelenski de hace solo unas semanas.

Canadá es el segundo mayor socio comercial de Estados Unidos, después de México, y uno de sus mayores aliados históricos en un sinfín de frentes, de la seguridad nacional al comercio. Pero la relación ya está rota. Los canadienses llevan ya meses tratando de no consumir productos estadounidenses, los supermercados han marcado qué es canadiense y qué americano, y ahora han elegido al candidato que defendía una línea más dura contra Trump. Canadá sabe que Trump la mira por encima del hombro y no está dispuesta a que siga tomándole el pelo, no sin oponer resistencia al menos. 

“Hemos superado ya el shock de la traición estadounidense pero nunca olvidaremos la lección”, dijo Mark Carney en su discurso tras ganar las elecciones. La lección es que no se puede confiar en Donald Trump y que es preciso sustituirlo por otros socios más fiables, como ya están haciendo la Unión Europea y China, que ayer eliminaron las sanciones mutuas de forma simultánea para hacer frente a la ofensiva estadounidense. En diferentes ocasiones, Carney ha dejado claro que la relación con EEUU, tal y como los canadienses la conocían, se ha acabado, y es hora de mirar más allá.

La escalada de la guerra comercial ahuyenta a las empresas

Hasta febrero, Estados Unidos y Canadá tenían un acuerdo de libre comercio, que también compartían con México, que Trump había alcanzado durante su primer mandato y que rompió los primeros días del segundo. Se trataba del USMCA, por sus siglas en inglés, que reemplazó al más conocido NAFTA. Pero a principios de marzo Trump decidió imponer aranceles del 25% a todos los productos procedentes de México y Canadá, que suspendió días después tras prometer los líderes de ambos países que se tomarían más en serio el control de la frontera y en concreto el paso de fentanilo y de migrantes sin papeles. Aún así, siguen en vigor aranceles del 25% para todos los productos de México y Canadá que están fuera del USMCA.

Algo más tarde, Trump anunció aranceles del 25% a todos los coches, partes de coches, el aluminio y el acero procedentes de cualquier país, lo que también aplica a Canadá. En respuesta, Canadá respondió con tasas del 25% a importaciones por valor de 22.000 millones de dólares estadounidenses más otras, también del 25%, a bienes por valor de otros 22.000 millones, y también ha impuesto aranceles a los automóviles. 

En consecuencia, y en la misma línea que EEUU y China, Canadá está buscando nuevos socios comerciales. La agencia de noticias Reuters ha publicado que son muchas las empresas que están buscando nuevos socios en Asia. Porque las compañías son conscientes de que incluso aunque Trump retire todos los aranceles con los que ha amenazado, el miedo en el sector de los negocios ya es irreversible, y lo impredecible del presidente hace que muchos teman confiar en un país como Estados Unidos, porque las empresas buscan estabilidad, al igual que los inversores.