Estados Unidos y China se sentarán este sábado, por primera vez desde que el primero arrancó la guerra arancelaria, a negociar en materia comercial. Que este sea el momento en el que arranca la negociación tiene especial relevancia porque han pasado más de tres meses desde que el presidente americano, Donald Trump, impuso al país asiático importantes tarifas el pasado 2 de febrero, que desde entonces no han hecho más que escalar, en el caso de algunos productos hasta el 245%. El encuentro será en Suiza, país que de paso también ha empezado a negociar con EEUU para tratar de rebajar los aranceles que ahora este le impuso, del 31% -ahora en pausa, en principio hasta el 8 de julio-.
China fue el primer país al que Trump golpeó con sus gravámenes que en un primer momento buscaban frenar la entrada de migrantes, fentanilo y otras drogas a EEUU. Entonces, Canadá y México también recibieron el mismo castigo, pero consiguieron que Trump retrasase su entrada en vigor porque acudieron a negociar con él, algo que China no hizo. "Los países nos están llamando, me están besando el culo", se jactó Trump. Y China no pensaba pasar por eso.
El Gobierno de Xi Jinping consideró que la actitud de los líderes canadiense y mexicana, en ese momento Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum, era rebajarse, y en lugar de responder teniendo la mano lo hizo con impuestos aduaneros. A continuación, una breve cronología de cómo se han desarrollado los acontecimientos estos últimos meses.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la mano dura contra China no llegó en enero, cuando Trump volvió a jurar el cargo de presidente, sino que se remonta a su anterior mandato y Joe Biden mantuvo las mismas políticas. Así, este comienzo de año uno y otro país ya se cobraban aranceles del 20% a algunos productos, aunque la escalada definitiva llegó en a partir de febrero.
Tres días después de que Trump firmase la orden ejecutiva en la que gravó todas las importaciones procedentes de China con aranceles del 10%, Jinping respondió con tasas del 15% al carbón y al gas natural licuado y del 10% al crudo, a la maquinaria agrícola, a los automóviles de mayor tamaño y a las camionetas. Días más tarde impuso también otras tasas, en este caso del 15 y 10% a los productos agrícolas y a otros productos alimentarios, respectivamente.
Desde entonces la batalla no ha dejado de escalar. Estados Unidos impuso aranceles del 45% al acero y al aluminio procedente de China -y del 25% a los mismos materiales procedentes de otros países-, y subió la tasa general para todas las importaciones al 54%. China respondió con gravámenes generales del 34%. Estados Unidos subió al 145%. China hizo lo mismo hasta el 125%.
Pero a finales de abril, algo cambió. Días antes Trump había paralizado gran parte de los aranceles a todos los países del mundo, salvo a China, preocupado por la caída libre de los mercados en general y por el desplome de la deuda pública estadounidense en particular. Trató de convencer de que sobre todo paralizaba los gravámenes porque muchos países se habían acercado a negociar y para eso necesitaba tiempo, pero la falta de reuniones públicas a lo largo de las últimas semanas con un sinfín de ellos evidencia que quizá el motivo era más económico que negociador.
Desde entonces Trump viene insistiendo en que no solo se ha reunido con un sinfín de países, sino que está a punto de llegar a acuerdos con muchos de ellos, aunque esos acuerdos no hayan llegado. Y en ese marco incluso comenzó a asegurar en público que el Gobierno de Jinping se había acercado a tratar de negociar. Aunque el acercamiento fue desmentido por China, ese cambio de posición por parte del estadounidense a una postura más aperturista es el que ha conducido a que Estados Unidos y China se sienten este fin de semana en Suiza para tratar de equilibrar su balanza comercial.
Quienes se encontrarán serán el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y su homólogo, el también vice primer ministro chino He Lifeng, con sus respectivos equipo. Se espera que también asista a las reuniones Wang Xiaohong, el ministro de Seguridad Pública de China, que liderará la parte de las negociaciones relativa al fentanilo.
El punto de partida
A modo de punto de partida, el presidente estadounidense publicó este viernes un mensaje en su red social donde aseguraba que le parece apropiado rebajar las tasas que cobra a China del 145% actual al 80%. En otro mensaje, afirmó que China debería abrir su mercado a Estados Unidos. "¡Sería muy bueno para ellos! ¡Los mercados cerrados ya no funcionan!".
Ese 80% supondría una importante bajada al nivel actual aranceles pero al mismo tiempo continuaría bloqueando la mayor parte del comercio entre ambos países. Según los últimos datos publicados por China, los envíos por barco desde el país a EEUU cayeron un 21% en abril frente al mismo mes del año anterior. y es una incógnita si llegarán a un punto en común, después de meses en los que ambos países han subido considerablemente el tono contra el otro.
No está claro cómo recibirá Beijing este cambio de tono relativo. Lo que para Trump puede ser una gran concesión para China puede ser un insulto, aunque la expectativa en que ambas partes están interesadas en llegar a acuerdos, que probablemente no lleguen en los próximos días, sino mucho más adelante.
Por el momento China no ha revelado si llevará una propuesta concreta a las reuniones. El país lleva semanas negándose a arrodillarse ante EEUU, como le exigía Trump, y a la hora de valorar los encuentros de este fin de semana ha resaltado que no tiene miedo. "No queremos ningún tipo de guerra con ningún país, pero tenemos que hacer frente a la realidad", dijo Hua Chunying, la vice ministra de Exteriores, este viernes a los periodistas.
Trump necesita apuntarse un acuerdo
Han pasado más de 30 días desde que Trump decidió paralizar sus aranceles "recíprocos" -y dejó en vigor una tasa casi universal del 10%-, y hasta el momento solo ha anunciado algo parecido a un acuerdo con Reino Unido. Ningún otro país ha conseguido llegar a un punto en común en materia de aranceles con EEUU, e incluso Reino Unido tampoco lo ha logrado, porque el renombrado "acuerdo" del pasado jueves terminó siendo más bien un principio de acuerdo o una voluntad expresa de negociar en materia arancelaria que otra cosa.
A día de hoy, Estados Unidos sigue cobrando a Reino Unido el mismo 10% de aranceles que le exige desde el pasado 9 de abril, al igual que al resto de países salvo China, y así continuará siendo hasta que las delegaciones de ambos países decidan otra cosa, algo para lo que tampoco hay unas fechas establecidas. Por lo demás, el presidente americano dijo que Reino Unido ha aceptado incrementar sus compras de productos estadounidenses por valor de miles de millones de dólares, como carne de ternera, etanol y otros productos agrícolas, y que bajarán los aranceles de productos específicos, pero ese extremo aún tiene que concretarse y por tanto todavía podría caerse.
Los detalles del todavía no acuerdo con Reino Unido llegarán en las "próximas semanas", o al menos esa es la expectativa, y de la misma manera podría suceder con China. Siempre y cuando la negociación vaya por buen camino, aunque con Trump... nunca se sabe.
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