Durante la campaña electoral de cara al pasado noviembre, Donald Trump calificó la compra de la acerera estadounidense US Steel por parte de la japonesa Nippon Steel de un “desastre”. Ya el expresidente Joe Biden se había opuesto a la adquisición por motivos de seguridad nacional y Trump y su vicepresidente JD Vance siguieron esa misma línea. La semana pasada, sin embargo, dejó claro lo que hacía meses que venía advirtiéndose: ha cambiado completamente de opinión. 

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En un mensaje en su red social, Truth Social, aseguró “orgulloso” que United States Steel y Nippon Steel llegarían “a una asociación planificada” que “creará 70.000 puestos de trabajo, y sumará 14.000 millones de dólares a la economía estadounidense”. “El grueso de esa inversión tendrá lugar en los próximos 14 meses. Esta es la mayor inversión de la historia de la Commonwealth de Pensilvania. Y mis políticas de aranceles asegurarán que el acero sea, de nuevo y para siempre, HECHO EN AMÉRICA. ¡De Pensilvania a Arkansas, de Minnesota a Indiana, el HECHO EN AMÉRICA está de VUELTA”, presumió.

Para el presidente, el hecho de que una acerera japonesa que hace dumping ilegal de dicho material y que ya ha incumplido 13 veces las leyes comerciales estadounidenses se haga con una de las empresas estadounidenses más grandes del sector no va en contra de su política proteccionista, de “América primero” y con la que, sobre el papel, busca favorecer el empleo y el crecimiento de la economía estadounidenses. Quienes lo rodean han comentado a varios medios de comunicación, como a Politico, que el presidente es sobre todo un pragmático, y que ha entendido que el futuro del estado de Pensilvania depende de ese acuerdo... no sin antes haber recibido fuertes presiones de lobbies a favor del negocio.

Pero eso no significa que el presidente esté pensando dejar de lado sus promesas estrella, y así, Trump dijo el viernes que a partir de este miércoles aumentarán los aranceles al aluminio y al acero del 25 al 50%, solo horas después de que Trump acusase a China a violar un acuerdo con EEUU para reducir mutuamente los gravámenes y las restricciones comerciales para minerales críticos. Lo hizo mientras se daba un baño de masas en una planta de US Steel, y, previsiblemente, poco antes de autorizar la venta de la centenaria empresa a los japoneses.

“Vamos a imponer un incremento del 25%. Vamos a incrementarlos del 25 al 50%, los aranceles del acero que entre a los Estados Unidos de América, lo que asegurará aún más la industria del acero en los Estados Unidos”, dijo en un mitin en la fábrica de Mon Valley Works–Irvin, en West Mifflin, Pensilvania. Tras conocerse la noticia, las acciones del fabricante estadounidense Cleveland Cliffs se dispararon el viernes después de que cerrase la bolsa, sugiriendo que los inversores creen que los nuevos aranceles impulsarán su beneficio.

La Cámara de Comercio canadiense ha denunciado que los aranceles son “la antítesis a la seguridad económica norteamericana”. “Desmantelar las cadenas de suministro transfronterizas que son eficientes, competitivas y seguras como las que tenemos en el acero y el aluminio tendrá un gran coste para ambos países”, ha dicho el presidente de la agrupación, Candace Laing, sin hacer mención al posible acuerdo de compra.

Los aranceles al aluminio y al acero fueron de los primeros que Trump implementó cuando regresó al cargo en enero. Entraron en vigor en marzo, y desde entonces han continuado en marcha puesto que no forman parte del paquete de gravámenes que el presidente decidió paralizar durante 90 días, con el objetivo de tener tiempo para negociar las tasas con los diferentes países.

EEUU es el país que más acero importa del mundo, por detrás de la Unión Europea. En total en 2024 importó 26,2 millones de toneladas de acero, según el Departamento de Comercio. 

Un acuerdo que el sindicato mayoritario rechaza

La sensación es que Trump ha cambiado de opinión después de que la acerera japonesa prometiese invertir 14.000 millones de dólares en infraestructuras del acero en EEUU y asegurase que US Steel seguirá “siendo estadounidense”, y además, permitirá -aunque no está claro hasta qué punto ni de qué manera, quizás a través de una acción de oro o similar- que el Gobierno de Trump tenga poder de veto ante diferentes decisiones empresariales. 

Pero el sindicato mayoritario del sector, US Steelworkers, desconfía de las palabras de los japoneses y del presidente, porque cree que entre lo prometido y lo que finalmente se acuerde habrá una gran diferencia, y teme el impacto que la adquisición pueda tener sobre sus trabajadores y su futuro.

“Nuestra principal preocupación sigue siendo el impacto que esta fusión entre US Steel y un competidor extranjero tendrá en la seguridad nacional, en nuestros afiliados y en las comunidades en las que vivimos y trabajamos”, ha dicho en un comunicado US Steelworkers, insistiendo en que les preocupa especialmente “la viabilidad a largo plazo de las instalaciones de US Steel para salvaguardar la economía, el empleo y la jubilación” de sus afiliados y sus entornos.

“Nippon tiene un largo historial de cometer prácticas comerciales injustas: de hecho, la Comisión de Comercio Internacional determinó que la compañía violó las leyes comerciales estadounidenses en 13 ocasiones diferentes. El mes pasado, el Departamento de Comercio impuso aranceles de más del 100% en Nippon por el dumping ilegal del acero [se conoce así a cuando una empresa exporta acero por debajo de su precio de producción, dañando al país importador, que no puede competir con esos precios]. Aun así, pese a los daños y las sanciones constantes, Nippon está siendo recompensada”, lamenta el sindicato.

“Hay una gran diferencia entre hacer relaciones públicas y poner los compromisos por escrito. Cualquier acuerdo que surja de las conversaciones entre las partes y el Gobierno federal deberá analizarse desde ese prisma, y no desde el prisma de las ilusiones que han escogido demasiados políticos. Porque emitir comunicados de prensa y hacer discursos políticos es fácil, pero el diablo está siempre en los detalles, y eso es especialmente cierto con un mal actor como Nippon Steel que una y otra vez ha violado nuestras leyes y destrozado comunidades acereras en Pensilvania y en muchos otros lugares”.

El movimiento de ciertos actores del conflicto hacia el lado de quienes sí están a favor de la adquisición, como de ciertas delegaciones locales de United Steelworkers o de alcaldes como el de West Mifflin, donde Trump dio su mitin el viernes en el que anunció los nuevos aranceles, ha podido facilitar este cambio de posición. En octubre, el vicepresidente de Nippon Steel Takahiro Mori se reunió con trabajadores y políticos de Mon Valley y les hizo cambiar de opinión.

Si el cambio de posición de Trump tiene sentido al menos electoral es algo que comprobará en las elecciones de medio mandato del próximo año. Por el momento la jugada ya no parece que tenga vuelta atrás. "Si no tienes acero, no tienes un país. No puedes hacer un ejército. Y durante muchos años, el nombre de Estados Unidos fue sinónimo de grandeza, y ahora de nuevo será sinónimo de grandeza. Es, sobre todo, un asunto de seguridad nacional".

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