La primera dama estadounidense, Melania Trump, arrancó este jueves desplazándose hasta el Children’s National Hospital de Washington. Allí visitó a los pacientes más jóvenes, con los que compartió unas horas haciendo manualidades. Les regaló unos ositos de peluche y un rosal para el jardín del hospital y los invitó a visitar la Casa Blanca “cuando estén mejor”. En ese rato, la esposa del presidente pintó junto a los niños piedras para el jardín con “motivos patrióticos” y hablaron de deportes, helados, comida y sus respectivos hobbies, según cuentan periodistas que estuvieron presentes. 

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Algunos le regalaron sus creaciones. Después dedicó un rato a decorar el jardín del hospital con lazos con la bandera estadounidense, y para terminar subió hasta la planta de trasplantes y conoció a la familia de un bebé de tres meses. Menos de dos horas después, el motorcade, esa enorme fila de coches y motos que acompañan al coche del presidente estadounidense, de su esposa y del vicepresidente cuando se desplazan por la ciudad, estaba de vuelta en la Casa Blanca.

Lo que podría parecer un evento completamente normal en la agenda de una primera dama estadounidense, en este caso, de cara a este 4 de julio, Día de la Independencia, en el caso de Melania Trump es más bien insólito. No por la actividad en sí, ya que otras primeras damas americanas hicieron la misma “excursión” al mismo hospital -y de hecho, este jueves la prensa pudo ver las sillas honoríficas que recuerdan las visitas de Michelle Obama, Laura Bush, Hillary Clinton, Barbara Bush, Nancy Reagan y Rosalynn Carter, así como sus fotos con los niños en las paredes-, sino porque no es muy frecuente que Melania participe en este tipo de acontecimientos… ni de otro tipo. 

A lo largo de los primeros 100 días de este, el segundo mandato de Donald Trump, la primera dama pasó menos de 14 días en la Casa Blanca, según trasladaron fuentes cercanas a ella al NYT. Eso no significa que esté del todo desaparecida, puesto que continúa acudiendo a Washington para citas especiales, pero el resto del tiempo lo pasa en Nueva York. El último evento público en el que participó y del que se tiene constancia, antes de la visita al hospital de este jueves, tuvo lugar en mayo, cuando celebró el día de la madre en la sala este de la Casa Blanca con madres de militares.

Trump se acerca a besar a Melania antes de tomar posesión.
El sombrero calado que Melania llevó durante la toma de posesión de su marido generó muchos comentarios. | EFE

Antes, en abril acudió a Washington para recibir a niños con motivo de la Pascua -y les leyó un cuento-, y la vez anterior en la que tuvo algún protagonismo fue casi un mes antes, cuando participó en una entrega de premios a mujeres. Era su primera aparición en la ciudad en muchas semanas.

Más allá de eso, Melania se sumó al viaje de Estado a Roma por el funeral del Papa Francisco, pero no se ha unido a ningún otro, y solo ha vuelto a hacer alguna rapidísima aparición sin ningún tipo de repercusión para recibir o despedir a su marido, como el día de su cumpleaños, cuando Trump le dio un beso en público y le entregó un ramo de flores, o el día del desfile que organizó su marido por el 250 aniversario del Ejército estadounidense, donde solo se la vio al final, aplaudiendo.

En la mayoría de esos casos, acude, hace su papel y se retira sin hablar con la prensa. Tampoco está activa en redes sociales ni mantiene actividades de tipo benéfico o cultural al margen de su escueta agenda oficial. Cuando su marido viaja, tiende a quedarse en Estados Unidos.

“Es como tener a Greta Garbo como primera dama”, decía recientemente el New York Times en un artículo sobre ella. “Melania desaparece de la vista durante semanas enteras, encerrándose en la Torre Trump de Manhattan o en Florida, donde puede mantener un perfil bajo en Mar-a-Lago” -lugar donde los habituales dicen que tampoco aparece demasiado-.

La sorpresa tiene que ver con que es la primera vez desde hace 80 años que una primera dama está así de desaparecida: los medios destacan que quizá la última que solo iba a la Casa Blanca cuando era imprescindible era Bess Truman, mujer del presidente Harry Truman, quien también apreciaba su vida privada más que la pública.

La discreción de la primera dama, sin embargo, no es una sorpresa para nadie. Durante la campaña electoral de su marido, a lo largo del pasado verano, no apareció en prácticamente ningún evento, y cuando llegó la convención del Partido Republicano -donde Trump fue oficialmente escogido como el candidato de dicha formación de cara a las elecciones- ella no se dejó ver hasta el último momento del último día, cuando ya corrían los rumores sobre un posible divorcio. Previamente, solo había publicado en sus redes sociales después del intento de asesinato de su marido en un mitin en Pensilvania, para dar las gracias a todos aquellos que estaban rezando por él.

Trump y Melania, en la Convención de Milwaukee.
Melania, durante su única aparición en la Convención del Partido Republicano, el verano pasado en Milwaukee. | EFE

Hay que recordar que el año pasado Melania Trump tuvo que atravesar momentos presuntamente difíciles, después de que un juez condenase a su marido por falsificar documentación oficial para sobornar a una exactriz porno y así comprar su silencio en 2016, antes de las elecciones presidenciales de ese año, cuando Melania ya llevaba diez años casada con Donald. Lo que pasó exactamente entre el ahora presidente estadounidense y Stormy Daniels no quedó acreditado por el juez, pero ella aseguró que había mantenido relaciones sexuales con Trump y que aceptó 130.000 dólares a cambio de no contarlo.

Aun así -o quizás por eso- Melania Trump parece ser más popular que ningún otro miembro de su familia, o al menos así lo apuntaban las encuestas que diversos medios encargaron realizar cuando su marido cumplió cien días en el cargo. Según una publicada por el Daily Mail, el 30% de los estadounidenses tienen una muy buena imagen de ella y otro 15% “un tanto favorable”. Su marido consigue el mismo porcentaje de fervientes seguidores pero, en contraposición, el 42% tiene una opinión muy negativa sobre él -es de quien peor opinión tiene el público entre todos los integrantes de su Administración, incluyendo a Elon Musk-, frente al 8% que dice lo mismo de ella.

Sin embargo, el hecho de que ella esté mejor vista que su marido y que otros miembros de su gabinete no quiere decir que caiga bien. En 2021, cuando Trump cedió -es un decir- la presidencia a Joe Biden, Melania protagonizó infinidad de titulares porque se había convertido en la primera dama con peor índice de popularidad de la historia de Estados Unidos. “Tradicionalmente, las primeras damas gozan de una admiración casi unánime. Para el cargo no hay que ser elegida y normalmente está libre de controversia. Es difícil ser impopular”, escribió entonces Harry Enten en la web de CNN.

¿Qué lleva a Melania a estar tan alejada de Washington? Durante el primer mandato de Trump, Melania no se mudó a la Casa Blanca hasta pasados los meses, pero en ese momento el hijo de ambos, Barron, tenía diez años, y ella argumentó que necesitaba tiempo para organizar la mudanza y todo relacionado con su cambio de colegio y de vida. Hoy Barron tiene 19 años, acaba de terminar el primer curso de universidad en Nueva York y por eso hay quien entiende que la excusa del hijo ya no sirve.

Un libro, una criptomoneda y un documental

Con todo, pareciera que de alguna manera la primera dama sí quiere impulsar su imagen pública. El año pasado publicó un libro que ella misma firmaba, unas memorias sobre su vida como niña eslovena que entra en el mundo de la moda primero en Europa y después en Nueva York, que conoce y se casa con el magnate republicano y después se convierte en madre. Pero la obra no tuvo gran repercusión, y los medios que publicaron reseñas sobre él lo definieron como "verdaderamente malo" e "interminablemente aburrido".

"El libro es muy malo. A veces, Trump tiene el instinto narrativo de un sabueso en una pescadería, siguiendo su olfato de un olor excitante a otro, empezando anécdotas para después abandonarlas. Más de una vez me encontré pasando páginas de Kindle, preguntándome si faltaba algún párrafo", escribió el año pasado Keziah Weir en su reseña para Vanity Fair.

"Comienza una capítulo con: «Era un sábado de octubre, un fin de semana aparentemente normal, cuando mis recuerdos del 11-S volvieron a inundarme». Hasta ahora, no se han mencionado recuerdos del 11-S en la historia (...). La anécdota que sigue se detiene primero en una explicación de la diferencia entre los fines de semana y los días laborables en la Casa Blanca, y luego en una escena en la que su esposo la invita a la sala de crisis durante una misión para matar al militante del ISIS, Abu Bakr al-Baghdadi (...). Termina con el recuerdo de Trump de haberle dado una medalla al pastor belga, Conan, pero la conexión con el 11 de septiembre permanece sin explorar".

Quizá este fracaso del libro sea lo que llevase a Trump a anunciar una criptomoneda con el nombre de su esposa y también un documental que realizará Amazon y que contará "la vida entre bastidores" de la primera dama. Ella es la productora ejecutiva del proyecto y los 40 millones de dólares que se ha publicado que Jeff Bezos va a pagar por hacer la película son decenas de millones de dólares más de lo que habitualmente se paga por proyectos de ese tipo. En principio, el resultado se publicará este año.

Si el documental revelará que la primera dama tiene más actividad en Washington de la que a día de hoy se conoce es por el momento un misterio. De momento, lo que sí conocemos es que su marido acaba de cementar una de las pocas cosas en las que Melania había dejado su impronta en la Casa Blanca, la rosaleda del jardín, que ella restauró en el primer mandato de Donald. Ahora es todo hormigón.

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