Rajoy lo ha vuelto a hacer. Su Gobierno, como a él le gusta decir, ha sido bastante previsible. Ha repartido el poder entre Soraya Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos y María Dolores de Cospedal, pero a cada uno de ellos le ha puesto tope a sus aspiraciones. La vicepresidenta sigue siendo primus inter pares, mantiene bajo su responsabilidad el CNI, pero pierde la portavocía, justo una de las funciones que más problemas ha causado en la anterior legislatura con el grupo de ministros que conformaban el G-6 (¿o eran realmente 8?).

Este grupo, teóricamente cercano a Rajoy y netamente antisorayista, ha perdido en el cambio de Gobierno a su líder natural, el ya ex ministro García-Margallo. Otro de los caídos, Jorge Fernández (ex Interior), también asistía habitualmente a las reuniones del grupo que criticaba a Sáenz de Santamaría por una supuesta gestión en su propio beneficio de la política de medios de comunicación del Gobierno. El sustituto en ese puesto clave que es la portavocía lo asume ahora Íñigo Méndez de Vigo, un hombre dialogante, educado y, sobre todo, fiel al cien por cien a Rajoy. Es decir, que la vicepresidenta pierde una parcela de su poder pero, y esto es lo importante, a expensas no de otro ministro, sino del propio presidente del Gobierno.

En el pulso Guindos/Montoro, el primero sale claramente fortalecido

Otra de las cuestiones relevantes a resolver era cómo iba a quedar repartida el área económica, tan esencial en esta segunda legislatura como en la primera. En el pulso Guindos/Montoro, el primero sale claramente fortalecido, ya que, además de las competencias propias de Economía, asume las de Industria (menos Energía) y Competitividad. Pero, sin embargo, Cristóbal Montoro se mantiene en Hacienda. Rajoy, a pesar de las críticas recibidas hacia su ministro (hasta Ciudadanos pidió su relevo), ha decidido conservarle, casi por una cuestión de lealtad y también porque, a veces, ha sido él el que ha tenido que asumir el papel de malo de la película.

Ahora Guindos tendrá que contemporizar no sólo con Montoro, sino con Álvaro Nadal, que asume, como premio a su gestión en la Oficina Económica de Moncloa, la cartera de Energía y Turismo, para disgusto de los presidentes de las grandes empresas del sector, que no le tienen precisamente por un tipo simpático.

Cospedal asume un ministerio poco político, sin embargo mantiene la secretaría general del PP

El tercer eje del Gobierno lo constituye María Dolores de Cospedal, que, aunque asume un ministerio poco político (como Defensa, además sin el CNI), sin embargo mantiene la secretaría general del PP -que es más que un ministerio-. Al menos, hasta el próximo Congreso del Partido Popular, que será en la primavera del año próximo. Cospedal ya pudo entrar en el Gobierno en la anterior renovación, pero decidió esperar para consolidar su poder al frente del partido, cosa que ha conseguido. Ahora llega al Ejecutivo por méritos propios. Con ese ministerio se minimizan los posibles roces entre la vicepresidenta y la secretaria general del partido, aunque pensar que habrá paz es quizá esperar demasiado.

El nombramiento de Alfonso Dastis en Exteriores es lógico. Un profesional que conoce perfectamente los entresijos de Bruselas y que suele ser discreto.

Juan Ignacio Zoido -ex alcalde de Sevillla- sustituye a Fernández Díaz en Interior, un ministerio complicado donde los haya. Zoido no es sólo la cuota andaluza del nuevo Gobierno, es la cuota Arenas, que sigue manejando los hilos de poder en la sombra.

Íñigo de la Serna, que asume la cartera de Fomento, es hombre con buena imagen y que tiene la sensibilidad de haber sido gestor de una ciudad como Santander. Dolors Montserrat no sólo asume la cartera de Sanidad, sino que aportará al Gobierno la sensibilidad catalana.

Fátima Báñez, Isabel Tejerina y Rafael Catalá repiten en Empleo, Agricultura y Justicia. Los tres han hecho un buen papel y no se han metido en líos. Justo lo que le gusta a Rajoy.

En resumen, quien gana poder en el nuevo Gobierno es el propio Rajoy. Políticamente, Soraya Sáenz de Santamaría pierde una parcela importante, pero no en favor de María Dolores de Cospedal, que, por otro lado, consigue lo que quería, tener un pie en el Ejecutivo y otro en Génova. En el equipo económico, Guindos gana la batalla, pero no del todo, ya que tendrá que bregar con Montoro y Nadal.