El año que empieza, 2017, puede ser para Europa, para la Unión Europea en concreto, el año de los demonios; de los demonios internos y externos. Dentro de casa acechan crisis ya conocidas.

En primer lugar, la Unión Europea se enfrenta a la gestión de un Brexit que aparece como incierto pero amenazante. Incierto porque, por sorprendente que parezca, el Reino Unido todavía no ha activado el procedimiento de salida de la Unión.

Tras un referéndum con resultado muy ajustado para el , la Justicia del país interpretó que este paso requiere de autorización parlamentaria y el Parlamento está dividido entre la lógica de rechazar la salida y el mandato popular de hacerlo.

Si finalmente sigue adelante la operación salida, el resultado no ha de ser bueno para ninguna de las partes, ni para el Reino Unido, ni para el resto de la UE. Aunque España tiene una oportunidad única de resolver el enojoso tema de Gibraltar y terminar con una situación histórica aberrante en estos tiempos y escandalosa en un mercado único. Amenazante, porque ambas partes han rechazado una negociación que pueda llevar a un estatuto británico de semimiembro, por lo que eso podría suponer de peligroso precedente para otros países europeos.

Países como Polonia ya están en seguimiento por la Comisión Europea por sus bandazos contrarios al estado de Derecho"

En segundo término, las próximas elecciones en varios países relevantes de nuestro entorno, hacen temer un asalto de los populismos al poder o, al menos, un debilitamiento de fuerzas políticas de tradicional alternancia. Aunque probablemente prevalezca el sentido común entre el electorado, no debemos olvidar que países como Polonia ya están en seguimiento por parte de la Comisión Europea por los bandazos contrarios al estado de Derecho de sus nuevos gobiernos.

Todo ello está en relación muy directa con la tercera crisis, la de los refugiados, para la que no sabríamos predecir si 2017 va a marcar un punto final en caso de que el conflicto de Siria deje de sangrar a sus gentes y de expulsarlas hacia latitudes lejanas y, como hemos visto, hostiles.

Siempre en foro doméstico, la Unión Europea se enfrenta desde hace años a una crisis demográfica para la que no parece haber más solución que aceptar mayores cuotas de inmigración. Esta situación está ligada a la crisis económica de la que Europa se despega más lentamente que Estados Unidos pues, sin población joven, peligran nuestros sistemas sociales, el desarrollo de nuestras economías, escasas de fuerza laboral, y la innovación científica, base de todo progreso.

Por último, pero no menos importante, el terrorismo fuera de las fronteras de los países en conflicto, se ha cebado con Europa y está dispuesto a seguir haciéndolo, sea cual sea la fortaleza territorial del autoproclamado Estado Islámico (Daesh). Atentar en una ciudad europea, abierta, con todas las libertades, es sencillo.

Atentar en una ciudad europea, abierta, con todas las libertades, es sencillo"

El uso por esta multinacional del terror de lobos solitarios, pequeñas células autónomas y una red de adoctrinamiento online extremadamente sofisticada y atractiva, le dota de una fuerza multiplicadora que sólo puede detenerse atajando las causas de marginación e insatisfacción de quienes sucumben a esos “cantos de sirena”. El retorno a los países europeos de miles de yihadistas nos da idea de la magnitud del problema.

Sin embargo, los sucesivos zarpazos del terror en Europa han tenido la positiva consecuencia de mejorar los dispositivos de alerta, la coordinación policial y judicial o la cooperación en materia de información; estas mejoras se siguen desarrollando de forma discreta pero a muy buen ritmo entre los países del viejo continente.

Si oscuro es el panorama interno, el exterior no se presenta mucho mejor; y eso porque en 2016 el entorno internacional ha dado un giro de ciento ochenta grados que, como casi siempre, ha pillado a Europa con el paso cambiado. Alineada con los Washington en los principales asuntos mundiales, la UE todavía no sale de su asombro ante al cambio en la presidencia de los Estados Unidos.

El presidente electo ha venido anunciando una posible ruptura de las tradicionales alianzas si no redundan en beneficio de país; ha manifestado en esta línea su reticencia hacia las Naciones Unidas y hacia la OTAN, a la que considera una organización desfasada para garantizar la seguridad de los europeos sin que los de este lado del Atlántico contribuyamos de forma perceptible a la misma.

Por otro lado, existen perspectivas (hasta donde eso sea posible con el nuevo inquilino de la Casa Blanca) de unas relaciones no conflictivas con Rusia. En función de la política de Barack Obama, la reciente Estrategia Global de la UE ha orientado su diplomacia hacia un enfrentamiento con la potencia euroasiática y a un brusco encontronazo con Turquía. Ahora sabemos que ambos países se ponen de acuerdo para parar la guerra de Siria. ¿y dónde queda la Unión Europea?

Si atendemos a las pautas de política exterior aprobadas hace apenas dos meses por Bruselas, Europa se enfrenta a Rusia a través de sanciones y a Turquía distanciándose y congelando las negociaciones de adhesión. Veremos cuáles son los primeros pasos de la nueva Administración norteamericana, pero existen serias posibilidades de que inicie una nueva era de relaciones con Moscú y Europa se vea en la tesitura de mantener sus pautas y quedar relegada, o recurrir a la “rectificación de sabios”, como en otras ocasiones.

Va siendo hora de que en política exterior Europa defina sus principios e intereses en abstracto y que actúe en consecuencia"

Este panorama nos lleva a una reflexión obligada. Ya va siendo hora de que Europa defina sus principios e intereses en abstracto, no pensando en un problema concreto, y que actúe en consecuencia. En otros términos, la Unión Europea, dotada de autonomía de decisiones desde el momento de su creación, debe dar el paso hacia la autonomía estratégica, guiada por sus intereses, recurriendo a sus propios medios e instrumentos, asumiendo su responsabilidad tanto en términos económicos, como políticos o defensivos.

Seamos optimistas. La Unión Europea siempre ha salido de sus mayores crisis reforzada y dotada de impulso para superarse a sí misma. Si esto es así, la tormenta perfecta de crisis que se ciernen sobre Europa en el momento presente, puede convertirse en la ocasión perfecta para aclarar su orientación y reforzar su integración, aunque sea a costa de algún miembro menos.

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Natividad Fernández Sola es profesora de la Universidad de Zaragoza y tutora del máster universitario en Unión Europea.