El Partido Socialista quiere empezar su nueva andadura partiendo de cero y eso a pesar de que lleva en la mochila unas cuantas piedras de las que aún no se sabe si va a ser capaz de librarse para ganar en agilidad y volver así a la carrera electoral en condiciones de aspirar a la victoria. De momento, y tras la contundente victoria de Pedro Sánchez en las primarias, se constata un incremento notable de ilusión y entusiasmo entre sus partidarios y parece que también un aumento de las afiliaciones al partido.
Pero eso dura lo que dura y, tras la celebración del Congreso a mediados de este mes y pasadas las vacaciones, el empuje de la novedad habrá bajado de nivel y será el momento de empezar a medir políticamente la acción de la nueva directiva de este nuevo PSOE. Pero antes de nada conviene aclarar un punto que puede estar moviendo a muchos a confusión: Pedro Sánchez no es ni de lejos Felipe González y el PSOE de 2017 no tiene nada que ver con el de 1974. Es decir, esto no va a ser un Suresnes 2.
Pedro Sánchez no es ni de lejos Felipe González y el PSOE de 2017 no tiene nada que ver con el de 1974
Que Pedro Sánchez no es comparable a Felipe González no creo que vaya a ser discutido por ninguna persona razonable. El joven Isidoro, nombre de guerra de un González que por entonces se movía en la clandestinidad, aunque es cierto que a aquellas alturas una clandestinidad ablandada, tenía como objetivo reconstruir el PSOE desde prácticamente la nada, dado que en España existían numerosos pequeños grupos que se autodenominaban socialistas pero que no estaban conectados entre sí.
El PSOE, que como tal sólo disponía de algo de fuerza real en Asturias y en el País Vasco aunque los andaluces irrumpieron con fuerza en Suresnes apoyados por los vascos, contaba en ese momento con 3.650 miembros, sumados los del interior y los del exilio. El PSOE de Pedro Sánchez es un partido que tiene una larga historia en democracia, que ha gobernado España 22 de los 40 años de democracia, que tiene 190.000 afiliados y que en este momento gobierna en siete comunidades autónomas. Nada que ver, por lo tanto, con el partido de los renovadores socialistas que asumieron la dirección tras el Congreso de Suresnes.
González siempre fue consciente de que el lenguaje radical en los ultimísimos años del franquismo nunca se correspondió con la acción política del PSOE
Pero es que Pedro Sánchez tampoco es Felipe González en lo que atañe a su altura intelectual. Entre otras cosas porque González siempre fue consciente, y lo dijo, de que el lenguaje radical empleado en los ultimísimos años del franquismo nunca se correspondió con la auténtica acción política que el PSOE llevó a cabo en aquel tiempo y que luego aplicó desde el Gobierno. Y eso es algo que no se puede decir del actual secretario general porque no está claro cuál es su verdadero pensamiento: si el que expresó cuando decía que el PSOE se situaba en la izquierda pero mirando al centro, el que formuló en la entrevista con Évole según el cual había sido un error no pactar con Podemos, o el que ahora formula retirando de la ponencia política toda referencia a posiciones "excesivamente " moderadas como las defendidas por los partidos socialdemócratas europeos a los que acusa de haber erosionado el proyecto socialista.
Parece que quiere proponer una nueva fórmula política cuya aplicación sobre la realidad y sobre cuyos resultados planea la más absoluta e inquietante de las incógnitas. Porque él ha dicho tantas cosas, y tan contradictorias, que ahora mismo resulta un ejercicio muy aventurado predecir a dónde va a llevar Pedro Sánchez a su partido.
Sánchez tiene como primera tarea la de lograr reunificar a un PSOE que, dígase lo que se diga, sigue partido en dos
Dejando a un lado las comparaciones, que suelen acabar en un fracaso rotundo, Sánchez tiene como primera tarea la de lograr reunificar a un PSOE que, dígase lo que se diga, sigue partido en dos, por más que los barones derrotados hayan plegado velas en su mayoría y se hayan puesto a disposición de su redivivo secretario general.
Pero no se van a retirar del campo de batalla y no van a asumir sin más como propias las nuevas propuestas que han dado la vuelta como a un calcetín, enmiendas mediante, a la ponencia política presentada por la Gestora. No conviene engañarse: aquí sigue habiendo dos PSOEs y, aunque parezca que la paz se ha instalado en sus filas, las armas de unos y otras siguen a mano, debajo del colchón. Si Pedro Sánchez intenta, como parece que va a intentar, debilitar orgánicamente a los secretarios regionales no afines, que han sido casi todos, proponiendo candidatos alternativos en los congresos regionales que se van a celebrar inmediatamente después del Congreso federal, se hará evidente que quiere hacer una limpia de dirigentes. Necesitará mucha mano izquierda y, sobre todo, ganar esa apuesta sin derramar demasiada sangre porque, en caso contrario, la guerra continuará y su liderazgo volverá a ser tan inestable como lo fue en su anterior etapa.
Las senectudes socialistas esperarán, como los barones desairados, a ver si Sánchez consigue con su Nuevo Trato enjugar heridas
Por lo que se refiere al apoyo o, por lo menos, al respeto de los viejos líderes socialistas, cuestión esencial si se pretende un Partido Socialista que no reniega de su historia inmediata, resulta un enigma cómo va a conseguirlo un Sánchez que se ha enfrentado a ellos confrontándolos ante la militancia como parte del aparato que vivía de espaldas a las bases y las ignoraba para apoyar a la derecha y a la supervivencia política de Mariano Rajoy. Un reproche hondo y grave que no olvidarán fácilmente.
Aquí también las senectudes socialistas esperarán, como los barones desairados, a ver si en esta ocasión Sánchez consigue con su Nuevo Trato, este particular New Deal de Ferraz, una victoria electoral suficientemente clara como para enjugar tantas y tan profundas heridas. Pero no será fácil porque las senectudes no creen en él, en realidad no han creído nunca y por el momento no han cambiado todavía de opinión.
Y en lo que atañe a hacer de su persona un líder identificable y creíble, ahí tienen por delante sus mentores una tarea esforzada y sostenida en el tiempo porque Pedro Sánchez cuenta con unos antecedentes demasiado cambiantes y en ocasiones cargados de frivolidad -recuérdese cuando dijo que le sobraba el ministerio de Defensa- que permiten pensar a muchos que necesita un equipo sólido que controle sus declaraciones porque en solitario naufraga. Y ahí habrá que confiar en la solidez intelectual y en la sensatez política de la que siempre hasta ahora ha hecho gala José Félix Tezanos.
Porque, aunque a la militancia socialista le hayan valido y hasta entusiasmado los dos mensajes con los que se ha ganado el apoyo de una contundente mayoría, esto es, "he sido derrocado de mala manera" y "la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy ha sido una traición en toda regla a la identidad socialista", ahora tiene que convencer al electorado de que lo que propone para España es mejor de lo que proponen los demás partidos, especialmente el PP. Y hasta el momento su anterior gestión al frente de su partido no ha cosechado más que abultadísimas derrotas electorales, tanto en generales como en autonómicas.
Aunque ahora parezca lo contrario, sólo con el entusiasmo de los suyos Sánchez no puede ir muy lejos
En definitiva, el entusiasmo de los suyos le ha dado impulso pero, aunque ahora parezca lo contrario, sólo con eso no puede ir muy lejos. Y a pesar de que también parezca de momento que está a punto de nacer un nuevo PSOE que inicia su andadura ligero de equipaje, eso no es sino un espejismo que los hechos desmentirán en cuanto se inicie la marcha: demasiadas piedras en la mochila y muy difícil deshacerse de ellas. Si lo consigue, entonces sí que habrá que reconocer que ha nacido un nuevo y desconocido Pedro Sánchez y aplaudirle por ello. Pero, aunque haberlos, haylos, los milagros no suelen ser frecuentes.
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