Los españoles llevamos en los genes cromosomas piratas de nuestros antepasados. Por eso, cuando hacemos algo inigualable, inimitable, terminamos prostituyéndolo por dinero.

¿Se imaginan una botella de champán francés que indique en su etiqueta que lleva un 50% de cava catalán? ¿O un caviar iraní que mezcle su contenido con un 40% de huevas de Lumpo? Pues esto que no sucede con ninguna exquisitez en el mundo es lo que hemos hecho con el jamón ibérico.

Ha tenido que investigarlo la prensa alemana, no la nuestra, y es un escándalo a día de hoy en medio mundo, menos en España, donde se cuidan mucho de silenciarlo. La investigación publicada hace tres semanas y no desmentida por nadie hasta hoy es concluyente: nueve de cada 10 jamones ibéricos no son ibéricos. Nos dan gato por liebre desde el cambio de normativa de 2001, cuando el ministro de agricultura, pesca y alimentación Miguel Arias Cañete permitió que se llamara ibérico a un jamón producto del cruce entre una cerda supuestamente ibérica y una variedad llegada de Estados Unidos (con pezuña también negra) llamada Duroc. Este cruce produce partos más numerosos, engordan antes los ejemplares y necesitan menos tiempo de curación para ser consumidos, es decir, mayor rentabilidad económica a cambio del sabor y de contaminar la raza ibérica española.

Ahora se permite llamar ibérico a un jamón producto del cruce entre una cerda ibérica y una variedad de EEUU

Quien debía velar por la integridad genética de este producto único en el mundo era la Asociación Española de Criadores de Ganado Porcino (Aeceriber), que en lugar de hacer análisis genéticos para determinar qué cerdo es o no pata negra, tan solo practica “inspecciones oculares”. Desde 1987 tienen el monopolio de gestionar el árbol genealógico de la raza porcina, otorgado por el ministerio, y han recibido por ello en diez años casi seis millones de euros en ayudas de la Administración, la mayoría de la Unión Europea. Lo más curioso es que la Comisión Europea desconoce que no se cumple su normativa comunitaria. Como denunció el diputado Toni Cantó en el Congreso, más de 430.000 cerdas ibéricas están en este registro sin ser de pura raza ibérica, sin registro genético exhaustivo. Un 85% del total.

El jamón en España mueve 1.500 millones de euros al año y algunas multinacionales del jamón no están dispuestas a ver reducido su poder en el mercado por mantener una raza pura. El nombre de “ibérico” sigue manteniendo su prestigio, aunque no sepamos los consumidores que estamos pagando a precio de oro un jamón que no es ibérico al 100%. Exportamos 20.000 toneladas al año mayoritariamente con destino a Alemania, Francia, Italia y Portugal, pero también viajan a México, Estados Unidos, Australia o Japón. ¿Qué sucederá a partir de ahora con nuestras exportaciones?

Ponemos nombres atractivos que maquillan la realidad para vender más. Éste informe alemán nos recuerda que el 80% del jamón llamado “de cebo” proviene de animales de granja que nunca salieron al campo y que comieron sólo y exclusivamente pienso en jaulas de dos por dos metros. O que el jamón de bellota apenas ha probado la bellota. No hay suficiente producción en nuestro país para alimentar a tantos cerdos como la industria dice engordar con ellas.

Hay errores de etiquetado, falta control y lo peor: la Administración lleva 16 años permitiendo un fraude descomunal a los españoles y a miles de países donde se exporta nuestro jamón como producto Marca España. Sorprendentemente, ni partidos políticos (con la excepción del diputado Cantó) ni organizaciones de consumidores están por el momento ocupándose de este engaño descomunal.

Primero fue con el vino, luego con el aceite español que acabó etiquetado en Italia y ahora el jamón. Cambiaron la normativa en España a espaldas de Bruselas y ahora les han descubierto. ¿Fue sólo por conseguir un mayor beneficio o alguien recibió dádivas por ello de parte de las multinacionales? La Guardia Civil lo tiene fácil para buscar un nombre para esta investigación: pata negra.