El presidente del Gobierno se mantiene en su papel, que se ha convertido en un clásico y que ha traído a la superficie del lenguaje habitual una de esas palabras, que tienen su origen en una disposición filosófica y cuyo significado era hasta hace nada totalmente desconocido para el común de los españoles: la ataraxia, que el diccionario de la Real Academia  define como "tranquilidad de ánimo o imperturbabilidad del espíritu por la ausencia de penas y temores" que se consigue con "el alejamiento radical de las pasiones".

Bien, el presidente puede practicar esa disposición del alma o puede comportarse como si la aplicara de verdad aunque su procesión vaya por dentro y el temor a un fracaso en esta legislatura por la imposibilidad de su partido de remontar electoralmente el acoso a que le ha sometido, y le va a seguir sometiendo, la oposición le carcoma el ánimo.

Rajoy puede practicar la ataraxia, pero nadie de la cúpula del PP se puede permitir el lujo de seguir esa senda

Pero nadie más en la cúpula de su partido se puede permitir el lujo de seguir la senda de su presidente porque la necesidad del PP de sacar la cabeza fuera del agua y de retomar las riendas de la vida política española es ahora mismo imperiosa. Así que le ha tocado el papel a quien verdaderamente le corresponde: a la secretaria general del partido que ha puesto un velo negro sobre la mentada ataraxia de Mariano Rajoy. María Dolores de Cospedal ha sido la encargada de cantar a su partido las verdades del barquero y ha explicado sin tapujos que lo que el PP ha visto en el último mes no es más que el aperitivo de lo que les espera de aquí a que se convoquen las sucesivas elecciones que probablemente se van a celebrar a partir de finales de este año, abriendo la serie un posible adelanto electoral en Andalucía , siguiendo por las autonómicas, municipales y europeas y sin descartar en absoluto unas nuevas elecciones en Cataluña.

El PP es el objetivo a batir para todos los demás partidos y la consecución de esa victoria soñada empieza por los pies, es decir, por derrotarle plenamente en comunidades autónomas y en ayuntamientos para poder después apearle del poder sacándolo del Gobierno de la nación. Por eso, todo el tiempo que queda hasta que se convoquen elecciones generales va a ser utilizado por todos los demás partidos para achicarle el espacio a un Partido Popular al que los de Ciudadanos están mordiéndole ya los tobillos. Y ése, el de Ciudadanos, es su gran riesgo porque la confrontación con el PSOE es un clásico que, salvo en muy contadas ocasiones, no produce un trasvase de votos. Pero en el medio de los dos ha aparecido el partido naranja que es el que puede beneficiarse de los errores y de las insuficiencias de  uno y otro de los dos grandes. En cualquier caso, la agitación de la calle también beneficia al partido de Albert Rivera aunque no sea él quien la provoque.

De momento, las manifestaciones callejeras, auspiciadas y aplaudidas por la izquierda, no han tenido en su mayoría un acento partidista. Pero eso es para los intereses del PP mucho peor que si lo hubiera tenido. Es peor para los populares que los pensionistas digan a los sindicatos que no quieren saber nada de ellos que el que se cobijen bajo sus banderas porque en la batalla de las siglas las organizaciones políticas se sienten mucho más cómodas que si se tienen que enfrentar a pelo a los reproches ciudadanos. La protestas sin banderas evocan a la ciudadanía sin más, es decir, al votante desnudo de obediencia ideológica. Y ahí el PP tiene mucho que perder.

La protestas sin banderas evocan a la ciudadanía sin más, es decir, el votante desnudo de obediencia ideológica. Y ahí el PP tiene mucho que perder

Va a ser un año duro y difícil para el Gobierno y para el partido que le apoya, no cabe duda, y ya era hora de que esa realidad amenazante se formulara en voz alta en el seno del partido. En ese clima, que va a ir a más, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado se convierte en una  cuestión capital, que siempre lo es pero en esta ocasión una victoria presupuestaria tendría una lectura política que el PP necesita como el aire que respira: la demostración por la vía de los hechos y en el ámbito parlamentario de que no está solo contra el mundo.

Por eso Fernando Martínez Maillo retaba a determinados partidos a retratarse en el Congreso, que es el escenario en el que el PP puede mejor atrincherarse y argumentar. Ése ha sido, por ejemplo, el caso de la discusión sobre la prisión permanente revisable que se saldó sin ninguna duda a favor del PP, principal valedor de la medida. Por eso también, dice que ellos van a estar "en el debate, no en la calle" y que desean "acuerdos" con algunos de los partidos, porque saben que tradicionalmente la izquierda domina y controla la calle y, sin embargo, el PP se siente más fuerte que todos los demás en el debate parlamentario.

El destino final de la ley de Presupuestos está por lo tanto directamente ligado al futuro que le espera al Gobierno de Mariano Rajoy. Es muy improbable que Ciudadanos, que va como un tiro según los sondeos, se atreva a negar su apoyo a las cuentas del Estado. No lo hará porque correría el riesgo de perder su perfil de partido responsable y con sentido de Estado, lo cual les haría perder también un alto porcentaje de votos.

Si el intento del Gobierno de sacar adelante los Presupuestos fracasa, Rajoy y su partido tendrán que afrontar el levantamiento popular

Pero la situación del PNV, sin cuyo respaldo los Presupuestos no saldrán adelante, es mucho más delicada que la de Ciudadanos. Los nacionalistas vascos están deseando tener la oportunidad de darles el sí porque esos Presupuestos incluyen muchas medidas que favorecen directamente los intereses del gobierno de Vitoria. Pero están atrapados por el 155 y será cosa de ver cómo se las arreglan los peneuvistas para aprobarlos estando el 155 todavía en vigor. No lo tiene fácil el PNV y, en consecuencia, tampoco lo tiene fácil el presidente Rajoy.  Ahora bien, si los nacionalistas vascos acabaran dando el sí a las cuentas del Estado, el Gobierno y también el Partido Popular recibirían una dosis de oxígeno que les daría cuerda para todo el año y un poco más.

Pero si el intento del Gobierno de sacar adelante los Presupuestos fracasa, Mariano Rajoy y su partido tendrán que afrontar en rigurosa soledad y peligrosa debilidad el levantamiento popular que la izquierda organizará con su probada eficacia. Y ahí pueden perder los populares hasta la camisa por mucho refuerzo programático que se dispongan a abordar el mes que viene. Y eso es así porque puede que lleguen ya demasiado tarde a aplicar la cataplasma.