El independentismo, ya en posición fetal, encogiéndose pequeña y orgullosamente en su útero. El independentismo ya bíblico, leyéndose las Bienaventuranzas mientras se balancea compulsivamente. Ese morboso placer del llagoso, del perseguido, que es por eso mismo (¡a causa de ello!) el elegido de los dioses. El cautiverio del Pueblo de Dios, pensarán, no acabó con la fe, sino que la fortaleció. Fantasías de Sansón y Moisés, aún delirios mesiánicos el día en que el segundo pleno previsto para la investidura fue una zarza ardiendo que sólo oían fanáticos de papiro y profetas de cayado.

Torrent, que ni puede ni intenta ser un presidente de un parlamento, sino que se presenta sin pudor como un cabo furriel del secesionismo, no provocó la ridícula votación del fantasma de un emparedado. Hizo algo casi peor. Solemnizó, forzando el reglamento y el verbo, un recitado shakesperiano contra el destino y la maldad, con tufo de incienso y crujido de pliegues de casulla, con fondo de truenos y calaveras en los árboles.

Torrent, que ni puede ni intenta ser un presidente de un parlamento, se presenta sin pudor como un cabo furriel del secesionismo

Torrent prendió un altar a los presos, como a santos con palma y fístula, y obligó a los grupos parlamentarios a hacer profesión de fe, o bien de desprecio ante sus ojos grandes y sufrientes de dibujito japonés. Lo suyo no fue ya un discurso político, como le dijo Inés Arrimadas, sino un auto sacramental, al que se le sumó su amaneramiento, esa ridiculez postiza que tienen los Sanjosés de portalito viviente.

Como estamos en Semana Santa, ni siquiera faltó el pregonero con el corazón palpitante en la mano, como el Jesús de la mesilla almodovariana de su madre. Ése fue Sabrià, de ERC, que se quiso poner a la vez lírico de velatorio y vengador de vikingo muerto. Como ante un faraón de película también de Semana Santa, no sólo habló de perseguidos, disidentes y tiranías, sino que maldijo a España como una cíngara de feria: “Ayer, el Estado español firmó su propia sentencia”.

Sabrià fue el pregonero con el corazón palpitante en la mano, como el Jesús de la mesilla almodovariana

España, la monarquía, el régimen del 78, todo eso ha entrado en descomposición y morirá como un leproso de Ben Hur, seguramente tras algunas plagas también de Charlton Heston. Se remontó al siglo XVII, y se podría haber remontado a Abraham con la épica de un republicanismo semítico, invencible puesto que es vencido cada vez y no ceja. En realidad, son los independentistas lo que no entienden la democracia, ni las libertades, ni este siglo.

Esa pedante fanfarronería sólo puede venir de delirantes milenaristas, que es en lo que han quedado ya, amenazando con el Día del Juicio, alternando los salivazos de sermón con el suspiro de piedad.

Ante el mitin lastimero, vanidoso y beato, con viudas en vida, santos medio desvestidos, pueblo de soga y maná, y rayos de la historia o del cielo por venir, el constitucionalismo sólo podía aportar razón, sensatez y prosa. Nada que pueda contra dioses en zapatilla y su pueblo ovejero.

Iceta es como el franciscano de esta religión catalanista en la que participa aunque sin copones y sin sangre

Inés Arrimadas, que es brillante pero en ese ambiente queda como una bióloga ante creacionistas de sotabarba, habló de la locura, el fracaso y la frustración del procés. Algo inútil ante quienes confunden la democracia con el espíritu de los bosques, los derechos con los privilegios, la ley con el Pentateuco, la libertad con el aplastamiento, la justicia con el sometimiento y, para colmo, como vino a decir también Arrimadas, un Estado europeo democrático del siglo XXI con el puro de Rajoy.

Iceta, que es como el franciscano de esta religión catalanista en la que participa aunque sin copones y sin sangre, propuso volver al respeto a la ley, a la primacía de la política y a la búsqueda de acuerdos. Se ha quedado, en fin, en medio del Mar Rojo. Domènech también hablaba de acuerdos, pero sobre la base de una injusticia y una maldad estructurales del Estado que también le hacen ayudante de los hechiceros.

El independentismo puede seguir creyendo, y perdiendo. No hay diferencia entre un Cielo aplazado y uno que no existe

Ocurre siempre, en fin, en este tipo de doctrinas de la salvación. Los reveses, los incumplimientos de las profecías, las segundas venidas, el Reino de los Cielos, o la sencilla refutación de sus creencias, no acaban con la fe, sino que la fortalecen.

La República no termina de llegar por culpa de faraones y gentiles de fuera, o por pequeños pecados propios que los dioses les hacen expiar. Pero bastará volver a la pureza, a la confianza, para que los votos con la fe se renueven. Quizá es eso, la nueva Arca de la Alianza, lo que ha propuesto Torrent, que ya habla en piedra.

Ese frente, esa conjura contra Rajoy, con todas las palabras bonitas de la democracia, citas de Mandela y ovillos de Gandhi de su lado, y el diablo ruin o sólo cojuelo, el “régimen de Rajoy”, en el otro. Un intento más de hacer montonera, parroquia, devoción, alrededor de su credo.

Pero hay otras sumas y otra confianza; otra fuerza que está con los pies en la tierra y tiene de su lado la razón y la verdad, no los libros hechos de polvo ni los puños hechos de odio ni la ciudadanía hecha de haces ni los dioses hechos de leño. El independentismo puede seguir creyendo, y perdiendo. No hay diferencia entre un Cielo siempre aplazado y un Cielo que no existe.