Terminamos un verano y de nuevo unos 60.000 animales han muerto para que miles de humanos se diviertan, no para alimentarse de ellos, no por necesidad, sino por puro divertimento.

Nos regocija torturar a algunas bestias durante unas horas. Ya sea cortando la crin a caballos salvajes encerrados, colocando bolas de fuego en las astas de toros, atándolos con una cuerda a un poste o despeñándolos al mar. Seguimos siendo el país europeo que tiene las fiestas más crueles con animales, solo comparable a algunos países africanos. Pero los tiempos están cambiando.

A día de hoy 10 provincias españolas han erradicado las corridas de toros, es cierto que, en algunos casos por pura ideología antiespañola, gran error, y en otros por verdadera voluntad de protección animalista.

Seguimos siendo el país europeo que tiene las fiestas más crueles con los animales

Les pongo un ejemplo a seguir. Este verano tuve el honor de participar en el pregón de las fiestas de Soto del Real, precioso municipio de menos de 10.000 habitantes en la sierra de Guadarrama de la Comunidad de Madrid, tristemente famoso por su prisión que alberga lo más granado de la política española.

El alcalde es socialista y cada año realiza un referéndum entre sus vecinos para pedirles opinión sobre cuestiones generales de importancia para el municipio. En uno de esos referéndums preguntó: ¿Está usted de acuerdo en que se paguen con dinero público municipal las corridas de toros? No se preguntó si deberían dejar de celebrarse o prohibirse, simplemente si querían colaborar o no con ellas a través de sus impuestos municipales. El resultado fue que no querían pagar con dinero público las corridas de toros. Desde entonces solo hay una corrida al año que se sufraga con dinero particular.

Estoy convencido que esa misma pregunta conseguiría el mismo resultado si se realizara en toda España. En los peores días de la mayor crisis económica de las últimas décadas, seguíamos subvencionando la "fiesta" directa o indirectamente y blindándola como "hecho cultural" para que no dejara de llegar el dinero público, mientras tanto no se podían pagar guarderías, centros sanitarios, residencias de ancianos… servicios básicos de la población.

No se trata de prohibir, empecemos dejando de sufragar con dinero público un negocio que está en manos de privados. A la vez es responsabilidad de las Comunidades Autónomas desterrar festejos populares en los que se maltrate un animal, debemos exigirles que busquen alternativas. En algunos municipios se ha variado la tradición (en Sagunto se utilizan patos de goma en lugar de vivos) y la fiesta continúa con el mismo éxito.

Dejemos de sufragar con dinero público un negocio que está en manos privadas

Según datos oficiales, los festejos taurinos han descendido un 57% en los últimos diez años, sin embargo, los festejos populares en los que se utilizan bóvidos, machos y hembras, se mantienen.

En los cincuenta y los sesenta en nuestro país, el NODO nos mostraba a osos amaestrados paseando con su dueño por la ciudad, en los noventa Jesulín de Ubrique aparecía en todas las televisiones con su mascota el tigre "currupipi", y los circos de toda España paseaban animales salvajes adiestrados: en 1994 se decomisó un rinoceronte blanco que hacía cada día dos y tres funciones en el circo instalado en la Monumental de Barcelona. Todo eso hoy sería motivo de denuncia inmediata y reproche social.

Hemos alcanzado cotas de conciencia animalista muy por encima de lo esperado en tan solo 25 años y el avance es imparable. Prácticamente ya no hay circos con animales en España, las normativas municipales los prohibieron al igual que sucede en el mundo occidental. En la Unión Europea 16 países han prohibido los animales en los circos, también Canadá, Bolivia, Colombia, Israel o India. Hasta el Circo Ringlin, con 150 años de historia, dejó de interpretar su famoso número con elefantes hace dos años por presiones animalistas.

Hemos alcanzado cotas de conciencia animalista muy por encima de lo esperado en solo 25 años

El siguiente paso debe ser acotar el uso de animales para publicidad que no está bien regulado y nos permite seguir soportando anuncios de turismos en los que un mono conduce mientras "sonríe", gesto de absoluto terror para un simio. Hay que buscar también y con urgencia una solución consensuada en toda Europa con los zoos, tenían sentido en el siglo XIX para acercar especies salvajes inalcanzables al ciudadano, pero ninguno en el siglo XXI.

No es fácil enfrenarse a una tradición y enemistarte con tu vecino, no es cómodo llevar la contraria a lo que se considera la mayoría. Sin embargo, cuando lo haces y das tu opinión, descubres que muchos piensan como tú, pero no se atreven a manifestarlo. En la defensa animalista como en tantas cosas también existe una mayoría silenciosa.