Los problemas entre la ex secretaria general del PP y el ex tesorero del partido surgieron el primer día en que María Dolores de Cospedal se hizo cargo de su responsabilidad, recién asumida en el Congreso celebrado en Valencia en junio de 2008, el mismo que encumbró a Luis Bárcenas a la cúpula de la financiación del partido en sustitución del histórico Álvaro Lapuerta.

Cospedal decidió pasarse a primera hora de la mañana por los despachos de la sede de Génova para saludar, uno por uno, a todos los cargos y empleados. Era un detalle que le agradecieron. En el descansillo de la primera planta se topó con Bárcenas, que, con una sonrisa de suficiencia y señalándola con el dedo, le dijo: "Cuando quieras te pasas por mi despacho y hablamos". A lo que Cospedal le contestó: "Tú eres el que tienes que hablar conmigo. A las 11 en mi despacho".

Aunque apenas se conocían, ya había entre ellos un muro de hielo, construido por un amigo íntimo del tesorero y con el que la nueva secretaria general mantenía una pésima relación: Javier Arenas.

Bárcenas, ya de por sí, no es un hombre de trato fácil. Un punto soberbio, se creía el amo del calabozo. No en vano llevaba 20 años manejando los números del partido y conocía todos los secretos sobre los pagos inconfesables que se reflejaban en la contabilidad B, que él manejaba personalmente. Bárcenas contaba, además, con el apoyo incondicional de dos pesos pesados del partido, que anteriormente habían sido secretarios generales, Francisco Álvarez Cascos y Arenas, que, demostrando una vez más su habilidad para mantenerse próximo al poder, había sido elegido en ese mismo congreso de Valencia vicesecretario general junto a Ana Mato y Esteban González Pons. Cospedal le había dicho a Rajoy que no quería ni a Arenas, ni a Mato en su equipo, pero el presidente les mantuvo en sus puestos porque, según le explicó, "hay que guardar ciertos equilibrios".

Para tener todos los datos que explican un enfrentamiento que alcanzó momentos de paroxismo, hay que recordar que el Congreso de Valencia tuvo lugar en un momento especialmente complicado para el PP. Esperanza Aguirre, líder del partido en Madrid, su plaza fuerte, había barajado la posibilidad de presentar una candidatura alternativa a la de Rajoy. Finalmente, no lo hizo porque no contaba con avales suficientes, pero en la cúpula del partido eran conscientes de las diversas maniobras que había llevado a cabo durante los días previos al cónclave para desbancar al líder.

El enfrentamiento entre el partido en Madrid y el aparato central de Génova, ya antes de ese Congreso,  tuvo un capítulo especialmente tenso por cuestiones de dinero. Bárcenas y Lapuerta se enfrentaron directamente con Ignacio González (número dos de Esperanza Aguirre en el partido y en la Comunidad) a cuenta de unas adjudicaciones del gobierno regional a una empresa de seguridad. Lapuerta llegó a esgrimir un dossier sobre González y el Canal de Isabel II ante la cúpula del partido, pero el informe, que recogía datos que luego dieron lugar a la llamada trama Lezo, fue convenientemente guardado en un cajón porque Rajoy no quería agitar unas aguas ya suficientemente revueltas a cuenta del affaire del espionaje.

Bárcenas contaba con el respaldo férreo de Álvarez Cascos y de Arenas y nunca se fio de la secretaria general. Él sólo obedecía al presidente Rajoy

Antes de ser nombrada presidenta del PP de Castilla-La Mancha, Cospedal había sido consejera de Transportes de la Comunidad de Madrid, a las órdenes de Aguirre. Por tanto, su llegada a Génova fue interpretada por Bárcenas como la irrupción en un puesto clave de una persona poco fiable, al menos para él.

Pocos meses después de aterrizar en Génova, en febrero de 2009, la Fiscalía Anticorrupción denunció una trama de corrupción del PP ante la Audiencia Nacional. La instrucción del sumario sobre la conocida como trama Gürtel (Correa en alemán y que se corresponde con el apellido de uno de los principales implicados en la red, Francisco Correa) le correspondería al juez Baltasar Garzón.

El 24 de junio de 2009 el Tribunal Supremo acordó abrir una investigación a Bárcenas "por las percepciones económicas irregulares" que habría percibido de Correa y podrían ser constitutivas de delito fiscal y de cohecho.

Antes de que la Fiscalía pidiera el suplicatorio (en esa época Barcenas era senador), Cospedal, que ya tenía bastante información sobre los trapicheos del tesorero, le pidió en una tensa entrevista celebrada el 3 de julio de 2009 en su despacho de Génova que dimitiera de su cargo, lo que éste rechazó de plano.

El 13 de julio Bárcenas concedió una entrevista al diario Abc en que dejó claro que él no se subordinaba a Cospedal y que la única persona ante la que respondía era ante el presidente del partido: "Ahora no es el momento mediático ni procesal oportuno para quitarme de en medio... El presidente coincidió conmigo y me dijo que tenía su confianza".

La reunión secreta que mantuvo Cospedal con el comisario Villarejo en su despacho de Génova, en presencia de Ignacio López del Hierro, marido de la ex secretaria general del PP, que hemos conocido a través de Moncloa.com, se produjo el día 21 de julio de 2009, unas horas antes de que Bárcenas declarase ante el Tribunal Supremo. En dicha reunión el asunto Bárcenas se trata de forma específica y el policía propone a Cospedal intoxicar para que se le perciba como un hombre ya amortizado.

El pacto por el cual Bárcenas siguió cobrando 200.000 euros al año a pesar de estar formalmente fuera del partido se acordó en el despacho de Rajoy y sin que se enterara Cospedal

Poco después de la petición del suplicatorio al Senado, Bárcenas presentó su dimisión pero siguió acudiendo a Génova como si tal cosa, para disgusto y desesperación de Cospedal. Incluso el cuñado del ya ex tesorero siguió desempeñando las funciones de jefe de seguridad del cuartel general del PP, algo incomprensible para Cospedal.

Pese a la comprometedora información que se iba filtrando del sumario de Gürtel y que afectaba entre otros a Bárcenas, éste se sentía todavía fuerte. Hasta el punto de mantener en el mes de marzo de 2010 una reunión en el despacho de Rajoy, en la planta 6ª de Génova, que se celebró en presencia de Arenas y de la esposa del ex tesorero, Rosalía Iglesias. Allí se pactó un elevado salario (200.000 euros al año), el mantenimiento de un coche y de una secretaria e incluso de un despacho para Bárcenas.

Cospedal no se enteró de aquel pacto que más parece un pago a cambio de silencio. Como reconoció en su declaración ante la Audiencia Nacional: no supo nada de aquel acuerdo hasta ocho meses después de haberse producido ¡Y eso que era la secretaria general del partido!

En 2013, ya con los papeles de Bárcenas publicados por El País y El Mundo, el partido tuvo que dar explicaciones de por qué seguía pagando a una persona que, en teoría, había dejado de ejercer sus funciones en el verano de 2009. Y tuvo que ser precisamente Cospedal la que en esperpéntica rueda de prensa -25 de febrero de 2013- argumentara que el pago al ex tesorero se correspondía con una "indemnización en diferido". Es decir, que a pesar de que el pacto se hizo a sus espaldas, Rajoy le hizo pasar por la humillación de tener que explicar lo inexplicable.

Después, y una vez que Bárcenas había pasado de negar la autoría de los papeles donde se reflejaba la contabilidad B del partido a asumirla como propia, el ex tesorero acusó a la secretaria general de haber recibido dinero negro: "Es mi mano la que entrega un sobre a Cospedal". La secretaria general se querelló por vulneración de derecho al honor contra él y la Audiencia de Toledo terminó dándole la razón y condenando a Bárcenas.

A día de hoy las relaciones siguen rotas y no ayudó en nada a tranquilizar las cosas el hecho de que la persona de máxima confianza de Soraya Sáenz de Santamaría, María Pico, fuera precisamente amiga íntima del matrimonio Bárcenas. Lo que no puede ser, no puede ser.