Lo más difícil del juicio del procés va a ser que el personal vea un juicio, entienda que es un juicio, y no un balcón de saetas o una ópera con lágrima de lámpara de araña y sangre de terciopelo. El salón del Tribunal Supremo donde se celebra el juicio tiene ese rojo veneciano, ese rojo del teatro y de la banda de música, pensado para que destaquen los divos, los joyones, los desmayos, los metales, y las postillas de oro de los cristos del pueblo o de sus novias.

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