El de hoy es un día clave en el juicio que se está celebrando en el Tribunal Supremo a los procesados por los sucesos de septiembre y octubre de 2017 en Cataluña y lo es porque ya han terminado las declaraciones de los encausados que, como se sabe, están autorizados por ley a decir lo que quieran, incluso a mentir, en aras de exculparse del delito del que se les acusa. Así que ya han acabado las continuas afirmaciones de que lo que presuntamente ellos hicieron "no es delito" y de que en ningún caso se produjo violencia alguna en lo sucedido.  Esas afirmaciones has sido repetidas como una letanía desde que las formulara el primer declarante, Oriol Junqueras, hasta la última en comparecer ante el tribunal juzgador, Carme Forcadell.

Ahora es el turno de los testigos. Todo lo que digan ellos tiene un alto interés pero, por encima de todos, es el testimonio de Mariano Rajoy el que va a concitar la atención de todos, sean independentistas o constitucionalistas, sean medios de comunicación nacionales o extranjeros. Y es que ha sido Mariano Rajoy el que ha asistido desde el mismísimo comienzo del pulso que el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas decidió echarle a él, que entonces era ya presidente del gobierno de España.

Mariano Rajoy podrá explicar, si se lo preguntan, cómo se fraguó esta escalada y cómo el movimiento en favor de la independencia de Cataluña fue alentado desde las élites hacia la población en un  movimiento que tiene unos hitos constatables. Pero Rajoy tendrá que transmitir también, porque esto es seguro que le será preguntado, desde qué perspectiva política afrontó el primer desafío inconstitucional del independentismo cuando el gobierno catalán montó un simulacro de referéndum el 9 de noviembre de 2014. Cuál fue su planteamiento y si en aquel momento fue o no engañado por el propio Artur Mas, que le había asegurado que se trataría de una consulta sin pretensiones refrendarias y que el gobierno catalán y él mismo como presidente no asumirían la responsabilidad de ese acto que se pretendía presentar como una iniciativa ciudadana a cargo de las entidades soberanistas.

Rajoy no movió un dedo y permitió aquel espectáculo del 9-N que fue tratado como una exhibición grotesca de unos cuantos iluminados

Rajoy  no movió un dedo y permitió aquel espectáculo que fuentes oficiales del gobierno se habían encargado previamente de devaluar como si se tratara de una exhibición grotesca de unos cuantos iluminados . La sorpresa llegó cuando el propio presidente de la Generalitat salió a reivindicar muy ufano el pseudoreferéndum del 9-N. hasta el punto que declaró: "Si buscan a un responsable, aquí está, el responsable soy yo". Eran aquellos unos tiempos en que los independentistas pata negra y los independentistas sobrevenidos -éste era el caso del propio Mas- se movían por la vida política con la certeza de que el Gobierno no se atrevería a tomar ninguna medida contra sus insolencias constitucionales. Eran tiempos en los que el secesionismo  todavía no era consciente de la fortaleza del Estado.

Rajoy tendrá la oportunidad de explicar por qué entonces no consideró oportuno aplicar el artículo 155 de la Constitución. Desde aquí podemos adelantar ya que ese artículo era totalmente desconocido por la mayoría de la ciudadanía y que estaba absolutamente ausente del debate público. De hecho, en aquel momento hubiera constituido un escándalo de proporciones mayúsculas si Rajoy o cualquier otro líder político hubiera manejado, ni siquiera como hipótesis, su posible aplicación. España entonces no se sentía todavía amenazada y asistía al desafío catalán con una incomodidad evidente, incluso con una irritación constatable, pero que no llegaba a la alarma máxima que se desató finalmente en septiembre de 2017.

Pero a Rajoy le van a preguntar por aquel episodio por razones diametralmente opuestas: la acusación popular que ejerce Vox quiere introducir el reproche a lo que considera inacción culpable del entonces presidente. Las defensas de los acusados buscarán por su parte demostrar en la medida de lo posible que el gobierno español de la época no consideró en aquel entonces que la celebración de un referéndum en el que se preguntaba de un modo ciertamente alambicado por la posible independencia de Cataluña constituía motivo suficiente para suspender la autonomía catalana con la aplicación del 155. Ni tampoco las razones por las que el Fiscal General del Estado de entonces no vio entonces base jurídica suficiente como para presentar una querella contra los representantes de las instituciones catalanas de gobierno del momento.

El ex presidente tiene en su cabeza el relato completo de los hechos y eso puede ilustrar mucho al tribunal pero también a la opinión pública

Rajoy tendrá que responder -sin mentir, porque eso es delito- a todas las partes presentes en el juicio que quieran hacerle preguntas. De manera que tendremos previsiblemente un relato muy ajustado de aquellos días dramáticos en los que algunos pretendieron -aunque ahora digan que no- tumbar la Constitución y romper la unidad de España. La mayor parte de las preguntas versarán por eso sobre los sucesos de 2017 pero Mariano Rajoy tiene en su cabeza el relato completo de los hechos y eso puede ilustrar mucho al tribunal juzgador pero también a la opinión pública sobre lo que realmente sucedió y el auténtico calibre del desafío independentista.

Tendremos testimonio directo de las conversaciones que se celebraron entre él y Carles Puigdemont, siempre por persona intermedia, hasta que el entonces presidente de la Generalitat acudió al parlamento catalán para declarar la independencia y suspenderla inmediatamente después. Su testimonio es por eso capital y lo digo no tanto para que el tribunal tenga una fiel descripción de lo sucedido -todavía queda mucho juicio por delante- sino para que la tengan los españoles. Con su testimonio y con el de Soraya Sáenz de Santamaría nos haremos una idea fiel de hasta qué punto aquel Gobierno intentó por todas las vías constitucionales posibles no llegar a tomar las medidas que finalmente, y vista la locura de unos dirigentes insensatos -que ahora dicen al tribunal que lo hicieron para tensar la cuerda y obligar al Estado a negociar-, tuvo el presidente que adoptar.  A unos le parecieron excesivas, a otros insuficientes pero en que fueron horas dramáticas estarán todos de acuerdo.

El 1 de octubre, el fallo de los servicios de información que no fueron capaces de averiguar dónde se habían comprado las urnas y dónde se escondían, la actuación de la Guardia Civil y de la Policía Nacional durante aquella jornada quizá estén presentes pero seguramente de un modo muy marginal en el testimonio de Mariano Rajoy. Pero es muy posible que no tengamos la oportunidad de escuchar las consideraciones políticas de quien entonces presidía el gobierno de España porque el presidente del tribunal, Manuel Marchena, ya ha dejado muy claro que a partir de ahora, que entramos en la fase testifical, no se admitirán circunloquios ni consideraciones políticas ni morales. Aquí estamos, ha venido a recordar, para juzgar unos hechos y para decidir si esos hechos merecen una sanción penal y de qué grado. Y para nada más, que ya es bastante.

En cualquier caso, el testimonio de Mariano Rajoy es un acontecimiento de la máxima relevancia. Desde luego lo es para los medios de comunicación y también para la opinión pública española, aunque su importancia relativa en términos jurídicos es lo que el tribunal juzgador calibrará según su criterio a la hora de dictar la ulterior sentencia.