“Es sólo un espejismo de democracia interna”. Quien me dijo esto, María del Carmen Prieto, ex diputada andaluza, hace tiempo que se fue de Ciudadanos. Cs se diría que es un partido de flechazo, de calentón, de enamoramiento por ojazos o por labia, pero que decepciona a mucha gente en la política diaria igual que decepciona el cuarto de baño matrimonial, los pelos caracoleros de los que está hecho el amor. Me he acordado de ella, de cuando me hablaba de que el partido que conoció era una “estructura piramidal” y estaba lleno de camarillas, meritorios, favoritos, validos y paracaidistas. A ella le tocó Andalucía, además, donde Cs se tuvo que inventar a partir de realquileres, rebotados y chusqueros municipales, encumbrando a un Juan Marín que luego se dedicaría a abanicar a Susana Díaz en el Parlamento regional con tono y horas de flauta de pastor. Incluso ahora, dirige un “cambio” que mantiene a altos cargos del PSOE andaluz en sus puestos de la Junta porque no tienen gente, capacidad o ganas para cubrirlos. Me he acordado de esta ex diputada, sí, con las primarias de Cs en Castilla y León, primarias de aritmética líquida, desmayos en los recuentos y rectificación final con carraspera.

Cs nació como un partido guapo, antinacionalista y antimitológico, y por eso decepciona más verlo con los tradicionales modos romanos de nuestra partitocracia

No vamos a decir que estas cosas son de Cs. Nuestros partidos son morrocotudos, eclesiásticos, se diseñaron así para consolidar la joven democracia sobre estructuras corpulentas, macizas, que incluso pudieran contraponer una grave y pesada mitología a aquella otra grave y pesada mitología del franquismo. Alfonso Osorio, aquel como sabio chambelán, le dijo una vez a Victoria Prego que nuestra democracia era en realidad una “oligarquía de los gabinetes de los partidos”, que las listas cerradas y bloqueadas no podían llevar sino a esa oligarquía, y que ese sistema que se pensó para fortalecer una democracia temblorosa de dudas y filos debió haber cambiado tras las primeras elecciones, pero nadie quiso hacerlo. Menos, cuando Felipe transformó al Partido en el centro de la vida nacional, controlándolo todo, desde el dinero hasta los poetas.

Cs nació como un partido guapo, moderno, reformista, antinacionalista y de alguna manera antimitológico, y a lo mejor por eso decepciona más verlo con los tradicionales modos romanos de nuestra partitocracia. Hasta la nueva política se tiene que rendir al pragmatismo y a la telegenia, si acaso es nueva política realmente. Rivera, como todos los demás, señala candidatos con el dedo o con la ceja, y luego las primarias siguen normalmente al viento. Cuando ese viento se topa con algo, suelen ocurrir cataclismos y defunciones.

Nuestras primeras primarias, aquéllas del PSOE, eligieron a Borrell sólo para que luego el propio partido le diera cicuta. Queríamos ser americanos, democracia que parece una fiesta popular de globos y de hombres bala pero es de dinero puro. Queríamos hacer más democrática la democracia, en un tiempo de crisis de legitimidades (como ahora), y esas primarias a medias, primarias con truco, con zancadilla, con tongo, con sparring, primarias incluso de uno solo a veces, han sido la manera de mantener la partitocracia de siempre con unos nuevos aires como televisivos, de ruleta de la suerte, suficientes para el telespañolito. Sólo a veces hay accidentes. El mayor, Pedro Sánchez, que fue algo así como la democracia imponiendo el poder de la ironía.

Igea, que no tiene cara de cartel ni de marquesina pero es serio como esos médicos serios, impugnó los resultados y la verdad o el pudor le han dado la razón

En Castilla y León soplaba el viento para Silvia Clemente. Y el viento a veces hace que se vuele todo o se mezclen las papeletas con las quinielas del domingo o el horóscopo del periódico. Con la confusión se pueden contar votos con los dedos de las manos y los de los pies, puede pasarle a cualquiera. Francisco Igea, que no tiene cara de cartel ni de marquesina pero es serio como esos médicos serios, impugnó los resultados y la verdad o el pudor le han dado la razón. De todas formas, a uno todo esto le parece una anécdota. Los partidos siguen siendo morrocotudos, incluso Ciudadanos, sostenido por un Olimpo de guapos y minervas con broches sobre los dorados hombros, pero un Olimpo al fin y al cabo. Los partidos, pues, morrocotudos. Las primarias, paripés y carreras de sacos amañadas. Y la democracia interna, un espejismo, como decía aquella ex diputada de Cs. Y esto continuará siendo así mientras siga habiendo listas cerradas y bloqueadas.

Claro que, si eso cambia alguna vez, aún nos plantearíamos si era mejor lo de ahora o quizá la democracia de chapita, dinero y espectáculo motorista de los americanos, con sus caucus, sus supermartes y sus rezos en Iowa. Seguramente, tampoco estaríamos contentos entonces. Así que es probable que prefiramos seguir españolísimamente fieles a la ventaja y a la sospecha.