A tenor de los últimos acontecimientos, parece que lo popular es echar una mirada hacia atrás en el pasado, lo más lejano posible, para tomar algunas ideas y, aquí está lo sorprendente, en lugar de considerarlas como una experiencia de la que extraer enseñanzas, utilizarlas como sustitutivos de la falta de imaginación. Porque en el fondo, lo que sucede con este afán de retrotraerse al ayer, es la falta de imaginación para afrontar el futuro y el modo de encubrirla es largar una falaz cortina de humo cargada de males del pasado pero que desgraciadamente resulta eficaz para quienes viven sólo para un mundo de imágenes.

La imagen proporciona hoy una realidad virtual que difiere notablemente con la realidad a secas, esa tan tozuda que no necesita adjetivos para definirla. Un caso notable se dio con la estancia del buque de la Armada Juan Carlos I a Gecho, en Vizcaya, donde la realidad virtual expuesta por la corporación municipal con el rechazo a la visita se vio cara a cara con la realidad a secas de una población, tan consciente de lo que es la mar para ellos, que recibió al barco con largas colas y, a decir de algunos, a pesar de los intentos de reducirlas con la imposición de horarios de acceso a los muelles y que se superó por la perseverancia de los visitantes por recibir a bordo a todo aquel que lo desease.

La sensación es que el incremento de esa inconsistente realidad virtual tiene mucho que ver con la tendencia de ciertas administraciones y sus servidores públicos de extralimitarse en sus competencias, unas veces para invadir la libertad individual y otras para tratar de acaparar tareas que superan sus responsabilidades. Durante años, autonomías y ayuntamientos aprobaron resoluciones sobre materias sobre las que obviamente eran incompetentes, per se y por la ignorancia de quienes las producían, pero difíciles de rebatir precisamente por lo obvio que era tal extralimitación. También tiene que ver esto con la devaluación del catalizador de las administraciones públicas que de ser un ministerio hace años hoy está difuminado en no se sabe donde y los esplendidos técnicos que lo sustentaban dispersados, si no minusvalorados.

Desenmascarar la realidad virtual que sostiene al populismo pasa por defender en el exterior, sin remilgos ni silencios, el relato histórico de lo mucho que España hizo

Sin embargo, el mal populista de buscar implacablemente en el pasado soluciones, y sobre todo culpables, cruza fronteras con mucha facilidad y la ensoñación virtual se traslada a las relaciones exteriores también, véase el caso de la reclamación de perdón que hace México acerca de la conquista. Ni España ni la Iglesia me parece que tengan que pedir perdón por la llamada conquista de América, todo lo más deben pedirlo quienes los cometieron y que hace muchos años yacen probable y mayoritariamente en aquellas tierras. Digo esto porque hay que diferenciar entre las instituciones y sus miembros. Los errores o los pecados los cometen las personas. Creer que son las naciones o las instituciones quienes los cometieron es aceptar los postulados antisistema.

Y sobre la colonización hispana de América, más que una conquista, cabe pensar que fue una lástima que España dispusiera de tan poco potencial humano en aquellos siglos para extenderla hacia el norte además de hacia el sur y así evitar con ello la extinción de pueblos nativos que nunca fueron tratados con las mismas reglas que los colonizadores, sino como enemigos. Todo ello a diferencia de lo que sucediera en los virreinatos españoles donde fueron considerados tan hijos de Dios como cualquiera y así mandó la Reina Católica y la Iglesia de Roma.

Fue precisamente esta diferencia de trato la que dio una estructura social y administrativa cargada de valores que se llamó mestizaje y que hoy paradójicamente se rechaza al más puro estilo populista. Muestra sorprendente de ello es que el relato histórico que se difunde en museos y universidades de la América Hispana, muchos de ellos ubicados en espléndidos edificios levantados durante la colonización, da un salto en el tiempo que vincula al último monarca o cacique local con el primer presidente de la correspondiente república sin mención alguna a quienes dieron cohesión al territorio y levantaron esas majestuosas construcciones durante más de tres siglos.

Desenmascarar la realidad virtual que sostiene al populismo pasa por defender en el exterior, sin remilgos ni silencios, el relato histórico de lo mucho que España hizo y hace por los demás y, en el interior, ceñir a las administraciones, y sobre todo a sus servidores públicos, al margen competencial que les corresponde.


Javier Pery Paredes. Almirante (retirado)