Qué difícil lo tiene Pablo Casado y con qué mimbres tan frágiles cuenta para armar ese cesto electoral que pretende que le lleve, si no a la victoria, sí al poder que, al fin y al cabo, es lo único capaz de enmascarar la más dramática derrota si lleva finalmente, gracias a los pactos alcanzados, a sentar a alguien a la mesa de presidente del Gobierno. Pero el líder del PP está en un tris de caer en la primera -la derrota- sin llegar a alcanzar el segundo- el poder. En ese escenario, que no es en absoluto descartable sino al contrario, bastante probable a tenor de los sondeos, la situación política de Pablo Casado se complicaría extraordinariamente.

Y eso por varias razones, la primera de las cuales es que ha hecho la tan esperada renovación del partido antes de las elecciones y no después, cosa que hubiera sido sin duda más difícil pero que se habría hecho ya con red. Y con ella ha sacado a más del 70% de los antiguos candidatos fuera de las listas sin que se haya podido constatar aún si esa escabechina es un total acierto o una tremenda equivocación. Porque en su partido y fuera de él hay muchos que contemplan con estupor la nueva composición de las listas al Congreso de los Diputados, un catálogo lleno de color y novedades, algunas incluso exóticas, pero aparentemente escaso de experiencia, de solidez y de capacitación parlamentaria.

En su partido y fuera de él hay muchos que contemplan con estupor la nueva composición de las listas, un catálogo lleno de color y novedades

Es verdad que Pedro Sánchez ha hecho lo propio pero su caso es distinto. Lo llevado a cabo por el líder socialista ha sido una limpia radical de quienes estuvieron en su contra o sencillamente no estuvieron fervientemente a su lado en aquellos momentos dramáticos para él. En definitiva, Sánchez se ha rodeado de los suyos, que ahora son muchos más de los que eran porque ya se sabe que el poder siempre otorga repentinamente gran carisma a quien lo ostenta y eso es lo que atrae irreprimiblemente al personal como la miel atrae a las moscas.  Y además, al presidente del Gobierno le sopla ahora mismo el viento de cola porque, al hecho -tan atractivo- de estar en posesión del Boletín Oficial del Estado, se une la calamitosa situación electoral del partido que no hace tanto tiempo era la gran preocupación del PSOE, porque se consideraba posible, aunque no probable, que pudiera pasarle por delante en votos y escaños. Pero ahora Podemos se está yendo por el sumidero electoral y ahí están los socialistas con las redes tendidas recogiendo los centenares de miles votos que un día le dieron al partido morado el papel determinante que ahora ya ha perdido. Todo voto que abandona Podemos se va a reforzar al PSOE y proporciona a Pedro Sánchez unas perspectivas que ni en sueños aspiraban hace dos años los socialistas a alcanzar.

Lo de Pablo Casado es distinto. Y peor. Fundamentalmente porque no tiene que repartirse los votos con otra formación en evidente declive sino, al contrario, con un futuro inmediato -ya veremos, andando el tiempo, si no acaba pasándole a Vox lo que le está pasando ya a Podemos- muy prometedor. Y no sólo eso sino que compite además con otro partido de perfil ideológico indefinido y de comportamiento político cambiante, como es Ciudadanos. En esas condiciones el líder del PP va y cambia a la mayor parte de los jinetes de la carrera. Naturalmente, nadie podría discutirle lo acertado de su decisión si de lo que se trataba era de hacer un eficaz cortafuegos con un pasado de corrupción y de juicios que han lastrado de manera determinante las legislaturas de Mariano Rajoy.

Ahora Podemos se está yendo por el sumidero electoral y ahí están los socialistas con las redes tendidas recogiendo centenares de miles votos

En eso ha hecho bien porque ese partido estaba necesitado de un lavado de cara que lo convirtiera en más presentable ante la opinión pública y ante sus propios votantes. Pero mucho me temo que en ese lifting exprés se le ha ido la mano y se ha quedado sin una representación suficiente de referentes que otorguen a las propuestas del partido una vitola de seriedad, de experiencia, de conocimientos políticos y también técnicos que resultan imprescindibles para transmitir al electorado la dosis de confianza que es necesaria para poder traducirla en votos. Y por eso pasa lo que pasa: que en una de sus primeras declaraciones como número dos por Madrid, el candidato recién aupado a un puesto de tanta  relevancia, ha metido la pata enfangándose en hablar del aborto -cosa de la que en esta campaña huye como de la peste el nuevo equipo dirigente- y se ha visto obligado a rectificar de inmediato. No es precisamente un buen comienzo.

Es verdad que lo mismo le ha pasado a Sánchez con Miquel Iceta y su 65% de hipotéticos independentistas que, según él, obligarían al Estado a "encauzar" la secesión de Cataluña de alguna manera.Y también es verdad que eso a Sánchez le puede producir algunos arañazos pero no le hiere de muerte. Desmiente al líder del PSC y asume el pago de su error pero sigue adelante mecido por las encuestas. Pero a Pablo Casado, con cualquier roto se le ven ahora las vergüenzas y las debilidades, quizá imaginadas pero también intuidas de alguna manera por los electores.

A Casado se le ha ido la mano en ese lifting exprés y se ha quedado sin una representación suficiente de referentes que otorguen a sus propuestas una vitola de seriedad

El 28 de abril sabremos si con este cambio rotundo que, más que una renovación, es casi una refundación del PP,  ha conseguido convencer a una buena parte de los 11 millones de votantes que no hace tanto le dieron a Mariano Rajoy la mayoría absoluta más grande de las obtenidas nunca por ese partido. Si lo consigue, habrá que quitarse el sombrero porque habrá vencido a los sondeos y obligará entonces a los periodistas a encabezar nuestras noticias con el conocido latiguillo "contra todo pronóstico...". Pero si fracasa en su apuesta y no sólo pierde escaños a chorros sino que tampoco consigue fuerza suficiente para alcanzar mediante pactos el poder, habría que augurarle desde ahora mismo a Pablo Casado un futuro muy pero que muy negro.

Son muchos los heridos del PP que han quedado arrumbados en las cunetas pero que todavía respiran y que están en condiciones de levantarse de nuevo para conminar a su joven presidente a dar explicaciones por una estrategia de renovación tan radical, si lo que sucede al final es que con ella les ha llevado al desastre. Y que, una vez recibidas las  aclaraciones justificatorias,  giren  la cabeza y miren a Galicia en busca de un nuevo líder que conduzca a su partido por rutas más garantizadas.

Casado no ignora lo muchísimo que se juega, su partido y él personalmente, en este envite y por eso no deja de llamar una y otra vez  a los electores a votar con la cabeza y no con el corazón o con el hígado. Unos llamamientos  al voto útil que en su boca suenan como una súplica. Dentro de un mes comprobaremos si sus advertencias -sus ruegos-  han sido escuchados.  Pero lo que es tenerlo, lo tiene muy difícil.