Pablo Casado ha decidido hacer una campaña de rompe y rasga, lanzándose a la yugular de Pedro Sánchez, buscando un cara a cara con el presidente que éste rehuye porque no necesita arriesgar.

La irrupción de Vox en el escenario político con una fuerza que nadie preveía antes de las elecciones andaluzas ha sido, en opinión del equipo que asumió la dirección del PP tras el Congreso de junio, la confirmación de los errores que se cometieron durante la etapa de Mariano Rajoy. Lo que un día Casado bautizó como "la renuncia a los principios ideológicos del partido".

El drama para el joven presidente del PP es que, según la media de los últimos sondeos, unos dos millones y medio de antiguos votantes del PP dicen que van a votar a Vox el próximo 28 de abril. Y, para evitar esa sangría que, de confirmarse, llevaría al PP a tener que conformarse con algo más de 80 escaños, a Casado no se le ha ocurrido nada mejor que competir con Vox en propuestas y en radicalidad.

Lo dijo con toda claridad en la última entrevista concedida a El Confidencial: "El votante de Vox no tiene ningún motivo para no volver al PP". Es la confirmación de que la estrategia del PP en esta estrambótica campaña consiste, por un lado, en apelar desesperadamente al voto útil, y, por otro, en parecerse lo más posible a Vox.  Hasta ahora, los resultados son más bien pobres.

Dos millones y medio de votantes del PP se han ido a Vox. Casado ha radicalizado el programa y las formas, olvidándose de que la victoria está en el centro

En ese viaje de vuelta a las esencias Casado ha contado con la fogosa colaboración de José María Aznar, uno de los mayores críticos del rajoyismo. Desde FAES, el expresidente del gobierno no sólo ha proporcionado a Casado abundante material teórico ideológico, sino también algunas figuras destacadas que conforman la nueva fisonomía popular, como Cayetana Álvarez de Toledo.

Al girar hacia la derecha en busca de los principios perdidos, el PP ha dejado libre el centro político para que se lo disputen Ciudadanos y el PSOE. Sánchez no podía soñar un escenario más idílico. De hecho, la decisión de adelantar las elecciones de forma inmediata la tomó el presidente junto a Iván Redondo tras la manifestación de la Plaza de Colón.

Si hay algo que movilice a la izquierda, que se encontraba bastante desmotivada, como demostraron las elecciones en Andalucía, es el temor a un gobierno de derechas con la participación de Vox. Para el votante progresista Abascal es el demonio.

Desde entonces, el PSOE no ha hecho más que subir en las encuestas, mientras que el PP no ha hecho más que bajar, si hacemos excepción de un ligero repunte en los últimos sondeos.

Al renunciar a pelear por el centro, el PP no sólo ha perdido el mayor caladero de votos del país, sino que ha generado dudas en el mundo del dinero. No es casual que JP Morgan apueste descaradamente por un gobierno PSOE/Ciudadanos; muchos empresarios, en privado, confiesan que esa sería la mejor opción para la estabilidad del país: "Ciudadanos garantiza que Sánchez no pactará con los independentistas y, además, que hará una política económica sensata", dicen.

Las dos grandes victorias del PP (la primera en el 2000 de la mano de Aznar, y la segunda en 2011 liderada por Rajoy) se produjeron porque el partido conservador mostró su rostro más liberal y moderado. Pareciéndose a Vox es difícil que pueda superar los 100 escaños.

Las estrategias deberían servir para lograr objetivos, no para contentar a la militancia. Lo que muestra la última encuesta del CIS (con todos los fallos que se quiera) es que el PP está al borde de la desaparición en el País Vasco y Cataluña. La recentralización de competencias y el 155 puede dar votos en otras autonomías, pero llevan al fracaso en esas dos comunidades, básicas para la gobernabilidad de España.

El drama para Casado no es que no gane las elecciones, sino que no sume con Ciudadanos y Vox para gobernar. Un mal resultado electoral del PP y un gobierno de izquierda o de centro izquierda provocará sin lugar a dudas una reacción interna de los que piensan que por buscar las esencias se ha perdido lo esencial: que el PP debe volver a ser el gran partido de centro derecha que logró sumar más de 11 millones de votos.