Pese a la actualidad y a lo que se puede intuir por el título, no voy a hablar de política doméstica. Hace unos días, tomábamos el aperitivo tranquilamente mi esposa y yo mientras disfrutábamos de este invierno primaveral. Saltábamos de un tema a otro, pero fundamentalmente discutíamos sobre decoración y muebles. Yo decía que me haría mucha ilusión comprarme una cama como la de donde celebramos nuestra boda, el hotel Palace. Ella, me miraba como se mira al que está empezando a perder la cabeza. Curiosamente, a los pocos días recibí un correo electrónico de la cadena
propietaria del Palace en el que se anunciaba una venta especial de mobiliario y ropa de cama.

Ayer, salgo de una reunión. Llamo por teléfono a mi mujer. Le cuento que la decisión de disponer de seguridad 24 horas tendría que ser tomada más adelante en la comunidad de propietarios de la casa nueva a la que nos mudaremos en breve. Esa misma tarde, ella recibió una llamada comercial de una compañía de seguridad, y, en mi muro de Facebook yo tenía un anuncio de esa misma empresa. Me gusta entrar todos los días en la web del periódico de mi región para estar al día de lo que pasa por allí y leer las novedades tanto de mi equipo de fútbol como del rival. Cada vez que cliqueo en una noticia me direccionan a una web con publicidad.

Otra muy típica es cuando buceas en internet para buscar algo, un viaje, unos zapatos, una raqueta, lo que sea. Desde entonces cada vez que abres cualquier página te aparece un anuncio de eso que has buscado previamente. Te lo repiten una y otra vez machaconamente. ¿Les ha pasado? Da miedo, ¿verdad?

Con los rastros de nuestra actividad en internet y los pagos con tarjeta vamos dejando datos que permiten predecir nuestro comportamiento

Con los rastros de nuestra actividad en internet y los pagos con tarjeta de crédito vamos dejando datos que permiten a un SUPERSER acumularlos y mediante algoritmos predecir el comportamiento de los seres humanos. Aplicando ese conocimiento pueden personalizar la publicidad o las noticias falsas que nos envían. Y. N. Harari, autor de Sapiens y Homo Deus, afirma que el dataismo ha sustituido al humanismo y es una aseveración muy acertada.

No sé ustedes, pero yo me siento impotente, manipulado. Me genera el efecto contrario, produce desprecio, asco e indignación con esas marcas o productos que se cuelan en mi vida sin yo quererlo. Por mis narices, para evitar palabras más gruesas, intento no consumir ese tipo de productos que se entrometen en mi vida por tres vías: o te están espiando, o algún mágico algoritmo decide que esta cosa te tiene que gustar, o como un día buscas una raqueta, todas las semanas te tienes que comprar una raqueta.

Igual es porque yo no soy un millenial, pero tanto las invasiones de la privacidad como la insistencia a la hora de anunciar algo creo que generan más perjuicio que beneficio a las marcas. Así qué, por favor, directores de Marketing, agencias de publicidad, SUPERSERES, déjennos en paz, están restando valor para sus marcas o clientes. Ahora que lo pienso, no sé si la habré fastidiado, porque a partir de ahora igual la estrategia es inundarte de anuncios de la competencia para que les cojamos manía. No sé, difícil solución tiene esto.

El último gadget que está colonizando nuestros hogares es el famoso altavoz con el que puedes hablar para pedirle que ponga música, la previsión del tiempo o encienda la calefacción. Alexia, Home Pod, cada fabricante tiene uno. Este chisme, asistente doméstico universal que tiene el objetivo de hacernos la vida más fácil, está en todo momento escuchando. En definitiva, por si lo anterior fuera poco, metemos en casa un artilugio que nos está espiando las 24 horas del día. El chivato 2.0. Lo que me faltaba.

Estamos absolutamente indefensos frente al uso indiscriminado de nuestros datos

Sé que la inteligencia artificial, el internet de las cosas y todo eso, son el futuro, pero, estamos absolutamente indefensos frente al uso indiscriminado de nuestros datos. Es un continuo atentado contra la intimidad. Alguien tiene que regularlo y protegernos, no sé si el Estado, la Unión Europea, el Tribunal de Estrasburgo o el sursum corda. Dicen que los de la generación X somos contradictorios, le echamos sacarina al café después de habernos atiborrado de comida, imprimimos los billetes de avión por si acaso no funciona el electrónico. Tal vez sea así, pero visto lo visto, a uno le entran ganas de convertirse en el anacoreta de La vida de Bryan.

Cuando ya había terminado de escribir este artículo, y, pensaba que me estaba volviendo tan loco como el ermitaño de la genial película de los Monty Python, cayó en mis manos una entrevista con Richard Stallman, gurú tecnológico y padre del software libre. Trata de alertarnos del Gran Hermano al que estamos sometidos, de la utilización de nuestros datos y de la necesidad de protección. Todo esto sin hablar de Whatsapp, Facebook, Instagram o Twitter, donde desnudamos a la ligera nuestros gustos, actividades u opiniones. Según Stallman, Facebook no tiene usuarios sino usados.

Si esta es la situación en el presente, da vértigo pensar en el futuro teniendo en cuenta la velocidad a la que se mueve la humanidad. (Repasad este artículo al respecto). Para satisfacer la inquietud, lean a Harari, cuyo último libro, Homo Deus, está en línea con las ideas de Singularity University. Los humanos hemos conquistado el universo frente al resto de animales, hemos sido capaces de dar por superados los tres problemas a los que nos hemos enfrentado durante miles de años: hambre, enfermedades y guerra. Sin embargo, los retos a los que nos enfrentaremos en los próximos siglos serán algo que hace muy poco sonaba a ciencia ficción: inmortalidad, felicidad y divinidad. Adiós Homo Sapiens, bienvenido Homo Deus. Suerte.