En Podemos, Echenique estaba entre Stephen Hawking y cafetera de chistes. Su figura, un poco cyborg y un poco bebé centauro, que da ternura y calambre, le hicieron un icono del partido. Echenique tiene el humor y el infantilismo sumados de los bajitos y de los frikis, y además es físico, así que esa sensación de que podía desintegrarte desde su silla con joystick como los malos de James Bond no se te iba nunca de la cabeza. Sobre todo porque solía hacerlo de vez en cuando, desintegrar a alguien en televisión o en las redes, como un robot despiadado, arbitrario y algo surrealista, un robot de South Park o así. Si Rufián usa el silogismo sofista, Echenique usa precisamente el rayo pedorreta de South Park. Y con memes y emojis. Eso hacía que sus intentos de zasca parecieran aún más de Leticia Sabater. O mejor de Ana Obregón, que también es científica.

Echenique no es que haya organizado mucho un partido inevitablemente tensionado entre los soviets y el politburó, pero sí ha repartido tuits desde esa silla de vigilante de la playa en Podemos. Hasta se ha batido con Pérez Reverte, que lo despachó pronto, como no se puede despachar de otra manera esa mezcla de demagogia y polvos pica-pica que son los tuits de Echenique. Iglesias aún intenta darle engolamiento a su causa, cierta tinta gorda de salvadores del mundo y rumiadores de las injusticias de la historia, con un poco de duelo, otro poco de venganza, y otro poco de desprecio. Echenique, directamente, es como un gremlin con móvil.
Antes del zasca estaba el tapabocas, que te lo daba tu madre, tu profesor o tu novia a lo mejor. Era una humillación superior al cachete o al grito, porque te dejaba atragantado con tu mentira, con tu chulería, con tu pavoneo.

Echenique trolea y rebaja a medios y a periodistas, les pone motes carcelarios, los trata de esbirros, de ratas de cloaca, de betuneros y de limpiaculos

El zasca además se olvida pronto con otro zasca, pero el tapabocas te deja con las orejas agachadas por mucho tiempo. Y a Echenique le van a estar gastando bromas sobre esos cubatas hasta que se baje de su tanquetita. A Ana Cabanillas y a Cristina de la Hoz, en cambio, le van a caer muchas convidadas. Y van a brindar a costa de Echenique hasta que el brindis se haga himno, como aquél de los hermanos Marx por Carolina del Sur, Misisipí y Luisiana. Sí, ese gran tapabocas lento o eterno como algunos lances que se ha llevado Echenique, esculpido para siempre, como si le hubieran dedicado una rotonda a un torero.

El populismo, que se entiende directamente con ruidos, con barullos y con mentiras regurgitadas una y otra vez en el mismo comedero, no podrá aceptar nunca a la prensa. Echenique trolea y rebaja a medios y a periodistas, les pone motes carcelarios, les deja la risita y la insinuación, los trata de esbirros, de ratas de cloaca, de betuneros y de limpiaculos. Es que a Echenique, como a su partido y a otros que viven de que la calentura de cabeza o de huevos impida a la gente ver la verdad, les va literalmente el
cuello en desprestigiar a la prensa. Pero los periodistas no se tienen que tomar cuatro cubatas para inventarse nada porque la realidad que les ofrece la política matona, cesariona, hipócrita, pichabrava y chupacirios no deja lugar a la imaginación. A lo mejor se los toman luego para olvidar en manos de quiénes estamos. O para celebrar el trabajo bien hecho, a pesar de tener en contra, avasallando, presionando, señalando, a los que intentarían cualquier cosa para impedir ese trabajo, incluyendo cerrar medios o “democratizarlos”, o sea, poner a sus comisarios a elegir los titulares.

Aquel artículo de Ana y Cristina estaba escrito con tanto tino y profesionalidad que ya no se trata de que acertaran en la destitución de Echenique. Es que han conseguido poner al partido a disimular con estampitas de Heidi la catástrofe no ya de un alto cargo, sino de todo Podemos. Esas bromitas con meme de Iglesias, en plan “ay que te purgo”, y el propio Echenique riéndole la gracia aun estando despeñado en el meme y en la organización, terminan de definir los estertores de un partido que intenta sobrevivir en la contradicción, en el desenmascaramiento, en el desmembramiento, y sólo le salen estos chistes nerviosos o siniestros, más
cerca de la grima siciliana que del buen rollo.

Pasarán estos políticos, y los que les sucedan, y seguirán los periodistas ahí haciéndoles pasar malas mañanas y malas digestiones

Echenique al final era un matoncillo, un niño rico con bici que atropellaba a los demás haciéndose el cojo. Él ha caído ahora, como cayeron otros. Y aún caerán más, antes de que se venga abajo todo el edificio de Podemos, hecho como del papel de periódico de las noticias que han destapado sus hipocresías, sus trampas, sus fábulas, sus frasecillas de galleta de la suerte; las noticias, los artículos, las columnas que han contado a ese partido del pueblo sin pueblo, de la política sin dinero, de currantes con zarina,
de aburguesados de gran buche y de sectas a degüello. Pasarán estos políticos, y los que les sucedan; estos partidos y los que tengan que venir, y seguirán los periodistas ahí haciéndoles pasar malas mañanas y malas digestiones. Y yo lo dejo ya porque tengo que convidar a un par de colegas.

Primero la verdad, luego los cuatro cubatas.