Todos estamos de acuerdo en la importancia de disponer de buenos managers tanto en nuestras empresas privadas como en los entes públicos. Para ayudarnos en su búsqueda, el mundo está lleno de literatura con teorías acerca de cuáles son las características definitivas de un buen líder, y me parece bien, otro día podemos hablar de ello si ustedes quieren, pero antes de encontrar esas características en alguien a quien queramos respaldar para ocupar un puesto de responsabilidad, deberíamos dar un paso atrás que nos podría ahorrar mucho esfuerzo y ayudaría a mejorar nuestra elección.

En todo proceso de selección o de evaluación que llevemos a cabo para identificar futuros líderes, deberíamos incluir una prueba que nos permitiese medir con exactitud – si es que ello es posible - el grado de deseo por tener un puesto de mando o de gobernanza, la ambición de ser un líder y dirigir a otros, para acto seguido, descartar inmediatamente a los candidatos que mayor puntuación obtuviesen. Desde mi punto de vista, cualquier persona que aspire a mandar sobre otros y a tener un puesto de responsabilidad debería estar descartado automáticamente, créanme, nos ahorraríamos muchos disgustos.

En los clásicos se encuentra la expresión, "nolentesquaerimus” (buscamos a los que no quieren) evitando en la elección de líderes a aquellos que ambicionan beneficios personales tan habitualmente unidos a posiciones de privilegio, pues el poder se identificaba con la idea de proporcionar servicio, de ser útil. Concretamente en La República de Platón, se hace referencia a evitar gobernantes que lo desean precisamente por su facilidad para sacar partido y provecho de índole personal; por el contrario, se consideran más eficientes a aquellos que ven el poder como una obligación con la que cumplir como miembro de una comunidad, un cometido que no anhelan, pero que llegado el momento sabrán llevar a cabo con diligencia motivados por un sentido de responsabilidad personal. Además, se genera un beneficio adicional derivado del cumplimiento de un deber que no se codicia,y es que no se tendrá problema en abandonar esta carga llegado el momento, evitándose así la degradación que el poder tiende a generar en el largo plazo.

Es tanto el tiempo que dedicamos a trabajar que deberíamos aspirar a disfrutarlo y a buscarle un sentido para nuestras vidas, incluso llegado el momento, tener días en los que ir a trabajar gratis, como me decía un antiguo jefe. Pero muchas personas no sueñan con un trabajo que les llene y les haga sentirse plenos y satisfechos con lo que hacen, que es con lo que deberíamos soñar todos, sino que persiguen casi exclusivamente la utilidad que el trabajo les puede proporcionar en términos de glamour, estatus, poder y dinero.

Así ocurre, que la gente que aspira a liderar cualquier tipo de organización, ya sea el CEO de una empresa o un político influyente de un país, suele carecer de las características necesarias para serlo y no me refiero solo a las aptitudes, que habitualmente también, sino a las actitudes. Como en una ocasión me comentó un amigo, estadísticamente es más probable encontrar buenos gobernantes por sorteo entre toda la población que no ambiciona un puesto relevante, que entre el colectivo de directivos y políticos ansiosos de poder.

Tengo claro que la diferencia radica en las personas y creo muy relevante el poder disponer de buenos líderes en todos los estamentos de nuestra sociedad, pero ¿cómo los encontramos? y sobre todo ¿cómo seremos capaces de convencerlos?.

¡Éste es el verdadero reto! Paradójicamente, estas personas suelen evitar los focos, no quieren mandar ni pretenden que nadie les siga, habitualmente tampoco destacan por su oratoria o encanto personal, ¿les suena? –nada que ver con los líderes que conocemos hoy - ¿no?. Por el contrario, los buenos líderes suelen ser valientes, no tienen miedo a estar solos y defienden lo correcto frente a lo conveniente o la opinión pública dominante y además suelen tener buen criterio, pues están acostumbrados a pensar libremente y por sí mismos. Son personas que no querrán el puesto, pero si lo obtienen lo harán bien por un sentido intrínseco de responsabilidad personal.

Estoy seguro que al igual que yo, muchos de los fans de la malograda serie Juego de Tronos veían en Jon Snow muchas de las características del gobernante ideal, pues adivinen: él no quería.


Iván González es directivo de Recursos Humanos y Comunicación.