Nuestros cada vez menos queridos políticos, a menudo van por un camino y sus votantes por otro muy distinto, pero nunca sucedió de forma tan evidente como estos últimos años. Hasta el punto de que existen dos realidades sociales, una la de la calle y los ciudadanos, y otra la de los cargos públicos que, en teoría, nos representan.

En la España de los políticos ahora lo más acuciante es aplicar el 155 y esperar los efectos de la sentencia del procés, para ello el presidente en funciones se disfraza de Albert Rivera, intentando okupar sin pudor el arco completo de la izquierda, desde el centro izquierda a Podemos. Sánchez es un político sin raza ni pedigrí, un superviviente nato, incoherente pero efectivo, capaz de decir lo propio y a los cinco minutos defender lo contrario sin sonrojarse. Muchos españoles son como él, fiel reflejo del Lazarillo de Tormes, algunos piensan que al fin España tiene el presidente que se merece, en un país de pícaros, el mayor de ellos su presidente. 

Imagino a mi amigo y magnífico profesional Iván Redondo pensando en silencio como el Cantar del mío Cid “Qué buen vasallo sería si tuviera un buen señor a quien servir”. 

Los votantes no nos hemos equivocado al votar, son ellos los que no han estado a la altura de lo que hemos elegido en las urnas

Los españoles hemos elegido romper con las canas y buscar juventud, votar sin complejos por su apariencia, no por sus conocimientos y elegir a nuestros candidatos a presidente como el que escoge en un catálogo de modelos quién puede reflejar mejor la marca España. Casado, Sánchez, Errejón, Rivera, Abascal, Iglesias…. Todos chicos, todos jóvenes y sobradamente preparados, todos con estudios aparentes, con masters rápidos y doctorados dudosos, sin experiencia ninguna de haber gobernado ni siquiera su comunidad de vecinos. Eso no es lo importante.

Como respuesta a nuestras plegarias en las urnas tenemos un país ingobernable en el que los egos personales superan el bien común y conseguir el poder a toda costa es el único objetivo final.

Nosotros los votantes no nos hemos equivocado al votar, son ellos los que no han estado a la altura de lo que hemos elegido en las urnas. Esta cuarta vez que nos obligan a votar en cuatro años va a marcar una línea roja en la separación evidente entre políticos y sociedad civil. Muchos analistas aseguran que la importante abstención lo cambiará todo, el centro derecha subirá en votos y la izquierda se mantendrá. Adiós a las pretensiones políticas de Podemos y de Vox. Y quizá quien quiso llevarnos a las urnas otra vez sea el más perjudicado. Pero todos los partidos saben que esta vez no les daremos una quinta oportunidad, deben gobernar y rápido.

La calle no comprende que sus señorías hayan estado cobrando su sueldo íntegro y sus dietas durante cinco meses sin haber aprobado ni una sola ley

La revolución silenciosa aumenta día a día, la calle no comprende que PP y PSOE no se pongan de acuerdo como han hecho los demás partidos para que recibamos un único sobre en casa con toda la propaganda electoral, y así ahorrarnos 20 millones de euros. No comprende que sus señorías hayan estado cobrando su sueldo íntegro y sus dietas durante cinco meses sin haber aprobado ni una sola ley en el Congreso y el Senado. No comprenden que frente a una nueva crisis que está llegando, ellos sigan en sus peleas de patio de colegio en lugar de unir esfuerzos para paliar sus efectos. 

No es de extrañar la desafección con los políticos que marcó un record histórico en el último CIS, cuatro de cada diez españoles piensan que ellos son el principal problema del país. Qué pena que quién tiene que resolver los problemas, se convierta en el principal problema. 

No crea a quienes dicen que todos son iguales, eso es falso y todos conocemos políticos de raza que anteponen el bien común al suyo personal, el problema es que en estos tiempos no se les deja acceder a altos puestos de responsabilidad. Es la sociedad española la que está cambiando con mucha mayor rapidez que la clase política, la inmensa mayoría de los ciudadanos quieren un gobierno que defienda los intereses de la mayoría, que haga avanzar España en todos los aspectos, cultural, económica y socialmente. Nada más.

Que hagan su trabajo, que nosotros sabremos hacer el nuestro.