Torra llegó ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña cargado de poder y gases, no sé si en la misma proporción o al mismo nivel, pero llenando desde luego esa presencia que tiene él como de cazuelita de todo el potaje intelectual, moral y garbancero del independentismo. El día anterior, en una cena en Gerona de apoyo a los mártires entrullados, el muy honorable y muy hinchable president avisaba, a cuenta del juicio, de que se había comido “un plato de butifarra con judías bastante contundente, y dependiendo de sus preguntas, la cosa puede salir por un lado o por el otro”.

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