Hace apenas unos veinte días Christine Lagarde, flamante nueva presidenta del Banco Central Europeo, declaraba que cuando finalice su mandato pilotando la institución, espera ser recordada no como una banquera sobresaliente o una dirigente destacada, sino como un búho. Ni como un águila de las finanzas ni como una lechuza o un gavilán, sino como un búho por considerar a este animal un animal muy sabio.

Esta sorprendente autodefinición –chocante con su marcado físico aguileño- no obedece a una desconocida afición avícola de Madame Lagarde, sino a un intento por no encasillarse entre las dos facciones ornitológicas propias de cualquier banco central que se precie: los halcones, partidarios de políticas monetarias ortodoxas inclinadas hacia la austeridad y las palomas (o palomos), aquellos otros que defienden posturas más laxas, preconizando medidas expansivas e innovadoras.

Bajo esta peculiar clasificación, los comités y consejos de gobierno de los bancos centrales de uno y otro lado del Atlántico han sido el nido económico en el que se dilucida el candente debate de la política monetaria. Y la cosa tiene importancia pues no se queda en un simple debatir por amor a las ideas, sino que tiene efectos definitivos sobre la economía del mundo. 

Tras la quiebra de Lehman, la política monetaria mudó su pelaje y se instaló en modo expansivo

Cuando un banco central sube tasas se considera hawkish (vigilante como el halcón), cuando las baja se le considera dovish (no vigilante como las palomas). Y lo verdaderamente relevante de todo esto es que el precio de cualquier activo financiero y real que vuela por el mundo será afectado directamente por la especie dominante en los cielos económicos del planeta. 

Tras la sacudida que para la economía mundial supuso la quiebra de Lehmann Brothers en el lejano 2008, la política monetaria de los países occidentales mudó su pelaje y se instaló irremediablemente en modo expansivo.  

En Estados Unidos, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal americana, se convirtió en un dovish histórico al situar la política monetaria heterodoxa en su punto más extremo vía sus tres históricos QE y un arsenal de medidas no convencionales.

Su continuadora, Janet Yellen continuó la obra de Bernanke, si bien fue siempre acusada de ser un halcón disfrazado de paloma por las puras circunstancias con las que le tocó lidiar. 

El actual presidente, Jerome Powell, debutó con la máscara de halcón en el bolsillo pero desde entonces, a base de zurriagazo tweetero del presidente Trump, ha dirigió su vuelo más hacia un palomar que hacia un nido halconero.

En Europa el consejo de Gobierno del BCE ha vivido también inmerso en esta lucha ideológica permanente. Su máximo responsable, el presidente Mario Draghi, siempre se situó en la corriente más pro expansiva y fue un auténtico halcón de las finanzas e incansable vigilante de los dominios celestes del espacio económico europeo en permanente combate aéreo con Alemania, la economía más potente de la Eurozona y la más ortodoxa en cuestiones de política monetaria. Los halcones alemanes se inclinan siempre más hacia la austeridad.

Las palomas europeas, en cambio, tienen una postura más laxa y creen que para salir de la crisis hay que adoptar medidas más expansivas, más innovadoras y por lo tanto no convencionales. 

Tras la salida de Draghi, Lagarde, por su acentuado carácter de política de altos vuelos y quizás por además ser la primera presidenta de la autoridad monetaria que carece de formación académica en la rama de Economía, parece haberse situado en una diplomática equidistancia entre las susodichas facciones con el objetivo de evitar encasillarse en uno u otro bando en un momento en el que el consejo de Gobierno se encuentra profundamente dividido.

Los miembros del BCE esperan que con la llegada de Lagarde se puedan restablecer los consensos perdidos

Los miembros del BCE esperan que con la llegada de Lagarde, se puedan restablecer los consensos perdidos durante el mandato de Súper Mario, en cuya despedida fue despiadadamente desplumado por innumerables miembros del BCE que le afearon el retomar las compras de deuda pese a que un tercio de los miembros del órgano de decisión del BCE se posicionasen en contra. Ante tamaña afrenta, la representante alemana (partidaria de la austeridad y la ortodoxia económica más radical) Sabine Lautenschläger voló del nido de la membresía del Comité Ejecutivo del BCE.

De Lagarde también se espera, además de cumplir el mantra sagrado de lograr durante su mandato el llevar la inflación cerca pero por debajo del 2%, que sea capaz de instigar que los países con superávit pongan en marcha las esperadísimas políticas fiscales expansivas que ayuden a estimular la economía de la zona euro. Labor en la que todos los anteriores presidentes fallaron estrepitosamente. 

En cualquier caso, vuelen en los cielos europeos, halcones, palomas o búhos, conviene adivinar por los signos de estas aves hacia dónde nos dirigimos, ya que las políticas monetarias de los bancos centrales afectan a la economía en general y al nivel de los precios en particular mediante el mecanismo de transmisión de la política monetaria en una larga cadena de causas y efectos que vincula estas decisiones con el nivel de los precios, los tipos de interés, las expectativas de inflación, el precio de los activos financieros, las decisiones de ahorro, los tipos de cambio, la oferta de crédito y los salarios.

La nueva presidenta dice identificarse con los búhos. No creo que la elección de su ave de referencia haya sido casual, pues seguro que es conocedora que estas aves no solo son inteligentes, también habitan en casi todos los lugares del planeta, pueden cazar en la oscuridad, atrapan a sus presas con el sigilo más formidable y no hacen ni el más mínimo ruido cuando las atacan. Cualidades del todo imprescindibles para salir airosa del nido del Banco Central Europeo y para poner orden en una economía europea alicaída, desplumada y bajo la perenne sombra del águila económica germana. Deseémosle mucha suerte (dicen que los búhos la atraen) y que tenga un buen vuelo.


Carlos de Fuenmayor es consejero senior de AXA Exclusiv