¿Qué buscaba Joaquim Torra con su intervención de ayer? ¿Quizá decir que se iban a presentar los presupuestos como estaba previsto? ¿O lo que quería era simplemente anunciarnos que en algún momento de los próximos meses, sin decir cuándo, pensaba convocar elecciones anticipadas?

Ninguno de esos anuncios en los términos en que los formuló el señor Torra tienen la categoría suficiente como para alterar de una forma tan escandalosa la agenda política del gobierno catalán y de su parlamento. O se ha vuelto definitivamente loco o alguien le ha torcido sus planes en el último momento y ese alguien no puede ser más que su jefe efectivo, el fugado de la Justicia Carles Puigdemont, que es evidente que necesita más tiempo para organizar sus huestes.

Joaquin Torra se ha mostrado dispuesto a aprobar los presupuestos generales de su comunidad antes de convocar elecciones, no porque desee facilitarles la vida a quienes vayan a ganar los comicios sino porque va a intentar que sea su formación JxCat quien se alce con la victoria y disponga así de unas cuentas aprobadas y en condiciones de ser aplicadas de inmediato. Él sabe que en ningún caso va a ser el candidato de su partido a la presidencia de la Generalitat pero está obligado a proporcionarle a su jefe Puigdemont el tiempo necesario para encontrar al cabeza de lista, que parece que no va a ser Laura Borrás porque tiene sobre la cabeza una posible condena por prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude administrativo y falsedad en documento mercantil.

Lo que puede haber pasado en el esperpento de ayer -es inevitable especular porque los acontecimientos en Cataluña se suceden sin lógica ninguna y componen al final un conjunto que es un puro disparate- es que un Torra furioso y exasperado por la pérdida de su acta de diputado decidiera por la noche anunciar su comparecencia para, o bien decir que expulsaba del gobierno a todos los miembros de ERC por haberle traicionado, con lo que la guerra ya abierta entre las dos formaciones habría contado ya con los primeros cadáveres -políticos, claro- o bien con el propósito de disolver la cámara y convocar de inmediato elecciones anticipadas.

O se ha vuelto definitivamente loco o alguien le ha torcido sus planes en el último momento y ese alguien no puede ser más que su jefe efectivo, Puigdemont

Del examen de su intervención, se aprecia que hay párrafos que apuntan más probablemente a lo primero. Pero al final, no hizo ni una cosa ni la otra, con lo que Torra se quedó colgado de la brocha en medio de un espacio difuso en el que lo único a lo que pudo asirse fue a la anunciada entrevista con el presidente del Gobierno el próximo día 6 de febrero.

Ese encuentro es el único que le va a poder otorgar por la vía de los hechos y de manos de un tercero, el señor Pedro Sánchez, su condición de presidente de la Generalitat, que es a lo que él se aferra pese a que, en una situación verdaderamente insólita, no podrá votar nigún proyecto de ley, incluidos los Presupuestos. Y pese a que el Partido Popular y Ciudadanos le niegan abiertamente esa condición.

A pesar de esa controversia gravísima en su contenido porque pone en duda, con mucho fundamento además, el que una vez perdida su condición de diputado pueda conservar la de presidente, el señor Torra se dispone a celebrar esa entrevista con Pedro Sánchez que va a resultar perfectamente inútil para ambos además de perfectamente humillante para el presidente del Gobierno que, en su calidad de tal, nos representa a todos los españoles.

No es posible adivinar qué persigue Pedro Sánchez acudiendo a Barcelona a celebrar un encuentro con un personaje que, de entrada, es dudoso que siga ostentando con legalidad el puesto de jefe del Ejecutivo catalán. Mientras la Sala Tercera del Tribunal Supremo no se pronuncie sobre el recurso planteado por Torra sobre la condena a que ha sido sometido por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, no se hará efectiva sin discusión posible su plena inhabilitación. Pero en el ínterin sigue siendo muy discutible que pueda seguir ostentando hoy la condición de presidente del gobierno catalán.

Él mismo lo reconoció en su intervención de ayer cuando dijo que su papel al frente de la Generalitat había quedado seriamente debilitado. En esas condiciones, resulta del todo improcedente que el señor Sánchez otorgue al señor Torra una categoría que es muy dudoso que le sea propia.

Pero no nos engañemos: Pedro Sánchez hará, no lo que sea adecuado para el prestigio de las instituciones. Hará, lisa y llanamente lo que le digan en ERC que haga. Porque la apuesta del presidente del Gobierno está dirigida no a convencer al señor Torra de que acepte entrar por la senda constitucional, esfuerzo perfectamente inútil, sino a engatusar a los de Oriol Junqueras para que acaben aprobándole los Presupuestos Generales del Estado.

Y para eso hará lo que tenga que hacer, incluido el abrir, sólo abrir porque no le daría tiempo a cerrar, una posible modificación del Código Penal que, eventualmente, rebajara las penas de sedición de modo que los condenados por ese delito pudieran salir en libertad en un tiempo prudencial. Pero esos son unos plazos que, aunque se abordara inmediatamente esta cuestión en el Parlamento español, se le escapan por mucho al presidente del Gobierno.

La entrevista con Torra es inútil y humillante para todos los españoles. Señor Sánchez, por lo que más quiera, anule ese encuentro

Porque, aún suponiendo, que es mucho suponer, que pudieran reducir en el Código Penal las penas por sedición, eso no libraría a Oriol Junqueras, a Dolors Bassa y a Raül Romeva de cumplir penas de prisión por el delito de malversación al que han sido condenados. A menos, claro está, que llegáramos al esperpento impensable de establecer un nuevo Código Penal en el que la malversación estuviera penada, como lo está hoy, a entre dos y ocho años de prisión e inhabilitación especial para cargo o empleo público de entre seis a diez años y, sin embargo si la malversación se presentara en concurso con nada menos que el delito de sedición, entonces la condena fuera de dos añitos o menos.

Esto ni es posible ni es verosímil en un país serio como es España y, por lo tanto, las pretensiones del Gobierno de ablandar a los negociadores de ERC con ese caramelo están condenados al fracaso más estrepitoso. Pedro Sánchez se va a topar indefectiblemente con el Estado de Derecho en el que es primordial el cumplimiento de las leyes, no digamos ya si se trata de que la cumplan los representantes del Poder Ejecutivo

Pero, independientemente de que esa negociación con Esquerra no pueda llegar ni muchísimo menos todo lo lejos que pretende ERC porque el señor Sánchez está maniatado por la legislación vigente, lo que carece por completo de sentido es que acuda a Barcelona a encontrarse con un presidente dudoso y profundamente irritado además con el partido de los negociadores con el Gobierno. Unos adversarios que, de momento, han optado por cumplir la ley y no ponerse nuevamente a tiro de los tribunales porque saben que, de hacerlo, de violar de nuevo la legislación, sus autores serían juzgados y condenados como lo han sido sus predecesores en el delito.

Así que lo único que podemos esperar -más bien temer- es que un Joaquim Torra desatado le ponga encima de la mesa la independencia de Cataluña y el referéndum de autodeterminación, cuestiones a las que el presidente del Gobierno no puede contestar más que con sucesivas negativas. Y punto.

¿Qué otra cosa puede negociar Sánchez con Torra? Absolutamente nada y tampoco nada que pueda convenirle a ERC porque si hay algo que desea ahora mismo este presidente demediado de la Generalitat es ponerles a sus adversarios políticos las cosas cuanto más difíciles mejor.

Es una entrevista inútil e, insisto, humillante para todos los españoles. Señor Sánchez, por lo que más quiera, anule ese encuentro.

¿Qué buscaba Joaquim Torra con su intervención de ayer? ¿Quizá decir que se iban a presentar los presupuestos como estaba previsto? ¿O lo que quería era simplemente anunciarnos que en algún momento de los próximos meses, sin decir cuándo, pensaba convocar elecciones anticipadas?

Contenido Exclusivo para suscriptores

Para poder acceder a este y otros contenidos debes ser suscriptor.

¿Ya estás suscrito? Identifícate aquí