Es bastante probable que estemos comenzando a vivir la más severa crisis económica que hemos conocido los españoles vivos. La espectacular caída de las bolsas –de alcance histórico–, la suspensión de una gran y creciente variedad de actividades económicas durante un tiempo incierto aunque seguramente largo y la muy agotada capacidad de endeudamiento del Estado, lo atestiguan.

Frente a la descrita situación, se puede actuar de dos maneras: la irresponsable, al estilo del gobierno de Zapatero, de la última crisis o la responsable que practicaron otros gobiernos como el alemán y el australiano. Veamos algunas diferencias:

  • Mientras que en Alemania un gobierno socialista contenía el crecimiento de los salarios y conseguía a cambio mantener el empleo, en España se subieron y el empleo se derrumbó.
  • En Australia y Alemania el crecimiento acumulado de la deuda pública durante el periodo 2007-2014 se situó por debajo del 20%, mientras que en España superó el 90%.
  • En el citado periodo Australia aumentó casi un 50% su renta per cápita, ganando 8 puestos -superando a España- en el ranking mundial y Alemania casi un 10% manteniendo su posición en el ranking.
  • Según ha investigado Jordi Maluquer la peor etapa de crecimiento económico del periodo histórico 1850-2015 fue la protagonizada por Zapatero con una caída media anual entre 2007 y 2014 del -1,47%; ¡superior a la de 2ª República (-1,3%), la Guerra y post-guerra Civil (-1,06) y la Transición (+0,78%)!

De momento el Gobierno -a diferencia del de Zapatero que ignoró la crisis- ha lanzado un plan económico que pendientes de conocerlo en detalle contiene medidas muy positivas: su posible alcance económico -hasta un 20% del PIB–, su apoyo a la financiación empresarial, las ayudas a las personas mas desvalidas y el mensaje político de que “se hará lo que haga falta”. 

Además del obvio y primordial objetivo a corto plazo de frenar y acabar sanitariamente con la pandemia, es imperativo abordar la crisis económica poniendo el máximo énfasis en el mantenimiento  del empleo con medidas como:

  • Flexibilización de la aplicación de los ERES y ERTES y agilización de las prestaciones por desempleo.
  • Dilación de los plazos de pago de cotizaciones sociales e  impuestos.
  • Facilitar –como acaba de anunciar Alemania- la renovación y concesión de créditos  a las empresas mediante la garantía del Tesoro.
  • Suspensión de la última subida del salario mínimo que tanto está perjudicando a los trabajadores menos cualificados.
  • Votación secreta entre los trabajadores, empresa por empresa,  de reducciones salariales asociadas al mantenimiento e incluso la creación de empleo.
  • Reducciones de las cotizaciones a la seguridad social.

Según parece el plan del Gobierno estaría afrontando las tres primeras medidas mientras que las restantes no parecen estar en su agenda, cuando son también imprescindibles. En todo caso, es de suponer que las amenazas populistas a la última y provechosa –y ahora imprescindible– reforma laboral y las previstas subidas generalizadas de impuestos quedarán en el olvido.

Si a plazo inmediato lo mas importante es salvar todas las empresas y empleo posibles, a continuación lo más primordial es dotar a nuestros tejidos productivos de la mayor competitividad posible para que la recuperación económica sea rápida y enérgica: es decir, se produzca cuanto antes y al mayor ritmo posible. A tales efectos la crisis representa una oportunidad para despejar de trabas y dificultades el desarrollo de la función empresarial: 

  • Eliminando trabas, como acaba de hacer el gobierno andaluz, a la función empresarial.
  • Zanjando de una vez por todas el abuso de los retrasos en los pagos de las grandes empresas a las pequeñas; y también de las administraciones públicas.
  • Suprimiendo los desincentivos al crecimiento de la dimensión de las empresas.
  • Aumentando las subvenciones públicas a las “start-up” tecnológicas para destinarlas a la contratación de profesionales de alta cualificación.

De esta crisis, como de todas, saldremos gracias al quehacer empresarial por lo que también sería hora de retirar de los libros de texto las generalizadas descalificaciones sobre los empresarios y el mercado que maleducan a nuestros niños y jóvenes con ridículas y anacrónicas mentiras históricas. 

Durante la última crisis, entre los 23 países más ricos del mundo: cinco se mantuvieron en la misma posición del ranking, nueve perdieron posiciones –España, tres- y ocho  las ganaron. Ni que decir tiene que los países que mejor hicieron sus deberes aprovecharon la crisis para ascender -Australia, Canadá, entre ellos– mientras que los que los que no cumplieron sus obligaciones -Francia, España, Italia,…– perdieron posiciones en la liga de los países ricos.

Está en nuestras manos apostar por una salida de esta crisis al cabo de la cual estemos entre los ganadores y no con los perdedores como en la anterior, lo que pasa necesariamente por la omisión de los delirios populistas y la asunción de una política económica pro-empresarial favorable al empleo, lo que es compatible con la protección de los más débiles. Endeudarse para ello tiene todo el sentido siempre que podamos disfrutar de una robusta y prolongada recuperación que permita amortizar la mayor deuda pública contraída.

Ni que decir tiene que como sostiene Felipe González, la crisis ha amortizado políticamente la actual coalición de gobierno para dar paso a otra coalición parlamentaria que con la inclusión del PP y C´s debería soportar todas las medidas para salir de la crisis por “la puerta grande”.