Buenas tardes, señor ministro de Sanidad.

En la Circular que usted firmó hace unos días para todos los sanitarios de España, nos obliga a volver al trabajo aun estando con síntomas de coronavirus y siendo nosotros los posibles transmisores de esta pandemia a los pacientes que tratamos.

Ha tenido usted la desfachatez de poner por escrito lo que ya sabíamos: que en la Facultad de Filosofía no le enseñaron medicina, y que en la Facultad de Ciencias Políticas no le enseñaron moralidad, sino salvar el culo a toda costa.

Dice usted en la infame Circular del 31 de marzo que a los 7 días de cuarentena (SIETE), aunque tengamos síntomas leves, volvamos a trabajar. Y eso sí: nos advierte usted de que no estemos en contacto con pacientes inmunodeprimidos, no sea que le peguemos algo, con lo cual está reconociendo, bien a las claras, que nos envía a las consultas o a las UCIs sabiendo que no estamos en condiciones, y con el riesgo de esparcir el virus.

Para más inri, hace usted una gravísima discriminación con nosotros, algo que no sucede con ninguna otra profesión. La norma general para todo el mundo son 14 días de cuarentena (CATORCE), y regresar al trabajo sin síntomas. Pero se ve que para usted los médicos y las enfermeras, como tratamos con bichos, estamos inmunizados y no actuamos de portadores.

Menos aplausos, señor Illa. Menos aplausos a las ocho de la tarde. Menos aplausos y más recursos. Menos aplausos y más respeto

Si Jenner, Lister o Pasteur levantaran la cabeza… la volverían a doblar al verlo a usted. Porque el colmo de los colmos, el sumun de la desvergüenza, es volver a trabajar sin hacernos tan siquiera un puto test que confirma la negatividad en coronavirus.

Todo el mundo entendió que Irene Montero, tras dos semanas de cuarentena, tuviese un segundo test para evitar una temeraria reincorporación a sus tareas de ministra, y que pudiese infectar a la totalidad el Gobierno, entre ellos a usted, señor Illa. Y gracias a ese segundo test, que resultó positivo, se supo que Irene seguía infectada, y que era contagiosa todavía, y que se tenía que quedar en el chalé.

Y eso que se hace con Irene… ¿no se puede hacer con los médicos y enfermeras de España? ¿Tenemos que incorporarnos a nuestros trabajos a los SIETE DÍAS, con síntomas leves y sin atender a pacientes inmunodeprimidos para no contagiarlos? ¿Cómo se come eso, señor Illa? ¿Cómo se puede ser tan torpe? ¿Cómo se puede ser tan descarado? ¿Cómo se pueden tener tantas varas de medir, tantos embudos? ¿Cómo se puede despreciar de esa manera la vida de los profesionales sanitarios, la de sus familias, la de sus pacientes?

Menos aplausos, señor Illa. Menos aplausos a las ocho de la tarde. Menos aplausos y más recursos. Menos aplausos y más respeto. Porque yo, señor ministro, quiero ser como la ministra Irene, y como toda la clase política que ronda junto a la ministra Irene: un test a la entrada, y otro a la salida. Como manda Dios, señor filósofo.


Juan Manuel Jiménez Muñoz. Médico y escritor malagueño