El virus fue lo peor que le podía pasar a Sánchez, hasta que lo convirtió en lo mejor. Tras 100 días de estado de alarma, hay héroes entre los impotentes, gloria para los necios y paz para los masacrados. 100 días bajo una manta mientras el bicho se comía a placer nuestros lóbulos y nuestras calles. Muertos incontables (literalmente), millones en trabajos y en riqueza consumidos en un silencio de plegarias y pavesas, y Sánchez aún va a terminar sobrevolando triunfalmente la ruina y los cadáveres como si fuera un águila de escudo nacional sobre oleaje de gallardetes y yelmos de panteón.

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