Convengamos en que la nuestra es época acelerada que confunde premura con acierto. Urgidos por la burbuja tecnológica andamos ¡Bip! ¡Bip! como el Correcaminos, sin meditar ni reposar. Frívolos y majaretas congelamos la vida en autorretratos para aprehenderla y archivarla, en lugar de vivirla. Sin embargo, importa más, me parece, saber adónde vamos, lo que depende de nuestra inteligencia, que franquear el camino al objetivo, lo que depende sólo de nuestra voluntad y nuestro esfuerzo; porque un esfuerzo ciego puede conducirnos a un abismo. La precipitación puede poner en riesgo cualquier objetivo, también el imperio de la ley, cuyo sentido es facilitar la convivencia en libertad, y la justicia, palabra mayor.
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