Illa y Simón sospecharon o aún sospechan de los datos de Madrid, por buenos, no por ninguna otra razón. No es que los datos se contradigan, como les contradecían a ellos las simples sumas y los muertos y hospitalizados que se les caían de la tumba o de la cama de un día para otro (recuerden cuando llegaron a resucitar a 200 muertos del tirón, como en un milagro de Cecil B. DeMille). No, es la sospecha pura, así, como una puñalada de celos en los ojos. Esto no es nada científico, pero recordemos que ellos nos hablaban de un comité científico que no existía, e incluso de una Ciencia de mayúscula latina y piedra, como en la fachada de un museo, cuando sólo se trataba de ellos mismos reunidos con sus subordinados, monosabios y becarios de fotocopia. A Illa y Simón se les levanta una ceja de sospecha o sólo teatralidad, como a un mentalista. A ellos, que han pintado acuarelas y han tapado hoyos y han rellenado alfombras de barreduras con tantos datos y realidades, yo creo que se les ha quedado ya la cara de sospecha, intensidad y teatro kabuki igual que a Iker Jiménez, o sea de oficio.
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