Dicen los guasones que es la segunda vez que Pfizer salva al mundo. La primera fue con la Viagra, claro, que acabó con esa tristeza de parchís en la cama de tanto caballero descabalgado y tanta dama mustia. La Viagra no sólo era una inyección sexual, sino social y hasta económica, porque devolvía a la vida a gente que ya sólo tenía ánimos para el vinazo o el croché. Volvían a salir amantes y negocios, se reflotaban empresas y hoteles, y florecían la pedrería y la economía alrededor del nardo masculino, todos ya como de sultán. Con esta vacuna contra el coronavirus, es verdad que el mundo parece otra vez viagramado. La cosa es que no haya gatillazo.

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