Dejemos de entrada a un lado los lamentos y las acusaciones al PP por parte del Gobierno a causa de su enmienda a la totalidad del proyecto de Presupuestos. Casado hace exactamente lo mismo que hizo Pedro Sánchez cuando se sometieron a votación las cuentas del Estado en 2018, los famosos presupuestos de Montoro. Y lo volverán a hacer si el PP vuelve a gobernar algún día. Nada nuevo bajo el sol y nada que reprochar, por lo tanto.

Los Presupuestos Generales del Estado están sirviendo, como siempre, para que las partes, esto es, los partidos, obtengan en las sucesivas negociaciones beneficios de toda índole que muchas veces satisfacen reclamaciones de las formaciones nacionalistas que siempre sacan algo, tanto más importante cuanto más necesarios sean sus votos, en su continua reclamación territorial y de competencias.

El Gobierno no puede pretender que los demás le acompañemos en esa rampa descendente hacia la indignidad y la amoralidad

Éste estaba siendo el caso para el PNV en estos momentos, cuando el dirigente de Bildu Arnaldo Otegi anunció ayer en Radio Euskadi -en respuesta a una pregunta que no tenía que ver con el asunto- que su partido iba a apoyar los Presupuestos presentados por el Gobierno. Pero explicó además por qué: porque había constatado “una receptividad muy importante a las propuestas que les estamos haciendo”.

Ya pueden ustedes imaginar que las “propuestas” de estos señores que siguen aplaudiendo los recibimientos como si fueran héroes de los asesinos que salen de las cárceles, tiene que ver, en primer lugar, con los presos etarras que continúan cumpliendo condena. Y vaya si el Gobierno ha sido receptivo a sus exigencias: alrededor de un centenar de etarras han sido acercados a cárceles próximas al País Vasco en este año de gobierno socialista y casi una veintena más a prisiones de la propia comunidad autónoma.

Eso por no hablar de la cesión de la competencia en prisiones que está en el calendario del acuerdo entre el Gobierno y el PNV y que anuncia una puesta en libertad de los terroristas en cuanto esa competencia sea asumida por el gobierno vasco. No tenemos más que fijarnos en lo que ha sucedido en Cataluña con los condenados por el desafío independentista.

Recordemos el pacto firmado entre el PSOE , Unidas Podemos y Bildu en el mes de mayo recién terminado el debate sobre la quinta prórroga del estado de alarma que incluía el “compromiso de derogar de manera íntegra la reforma laboral antes de que expiraran las medidas extraordinarias frente a la pandemia”.

La noticia causó tal revuelo y tal estupor en el seno del propio Gobierno que el Partido Socialista tuvo que volver grupas inmediatamente y rectificar el texto para limitarse a defender “la recuperación de los derechos laborales arrebatados por la reforma laboral de 2012”.

Es decir, que el anuncio de Otegi, un individuo que además de haber formado parte de comandos terroristas sigue sin condenar la trayectoria sangrienta de la banda, es la culminación de una larga relación en amor y compañía que tiene como padrino al señor Pablo Iglesias.

Que el anuncio de Otegi estaba planificado entre él y el líder de Podemos lo prueba el hecho de que inmediatamente después de su declaración en la radio, Iglesias –que no es probable que esté escuchando Radio Euskadi todas las mañanas- ha publicado un tuit dándole la bienvenida a participar “en la dirección de Estado”. Es más, le incorpora al compromiso para “avanzar en políticas de izquierda”.

Que Pablo Iglesias se acerque a un partido próximo a la banda terrorista no es nada nuevo: ya anduvo por las herriko tabernas elogiando el papel de vanguardia política de los sujetos que se reunían en ellas y expresaba sus simpatías por ETA.

Lo espantoso es que el Partido Socialista esté cayendo tan bajo y acepte poner a la altura de un partido democrático, civilizado, como es el PSOE a los parientes políticos de quienes no hace tanto asesinaban a hombres mujeres y niños y regaban de sangre el país entero.

Lo peligroso e imposible de asumir para cualquier demócrata no servil es que Pedro Sánchez permita que su socio le marque el peor de los caminos

Dice Cristina de la Hoz en su crónica de hoy que fuentes gubernamentales declaraban ayer mismo que “todos los votos son iguales”. Numéricamente sí, políticamente no y moralmente de ninguna de las maneras. Por ahí no paso.

El Gobierno no puede pretender que los demás le acompañemos en esa rampa descendente hacia la indignidad y la amoralidad. No necesitaría los votos de esa gente para aprobar unos Presupuestos que quedan irremediablemente manchados con su apoyo, pero está dispuesto a recibirlos para satisfacer los indecentes planes de Iglesias de constituir con lo peor de cada casa un proyecto para “avanzar en las políticas de izquierdas”.

Sólo de pensar que los componentes de Bildu pudieran participar algún día en la “dirección de Estado” como pretende el señor Iglesias, coloca a muchos españoles en la necesidad de acudir como el presidente de Extremadura Guillermo Fernández Vara a la farmacia de guardia para controlar los vómitos.

Lo peligroso e imposible de asumir para cualquier demócrata no servil es que Pedro Sánchez permita que su socio le marque el peor de los caminos porque quien va de la mano de Bildu va caminando por la senda trazada por la memoria de más de 800 víctimas del terror.

Otegi pretende que Sánchez blanquee su pasado tenebroso porque quiere disputarle al PNV en el País Vasco su tradicional papel de “conseguidor en Madrid”. Iglesias está encantado de blanquear a los proetarras porque sus vinculaciones con el terrorismo le son indiferentes mientras esta gente siga declarándose de izquierdas y porque lo que pretende es dar un vuelco a la democracia española y a la Constitución para ajustarla a su particular ideología y no le importa la condición política y moral de quienes le acompañen en la tarea.

¿Y el PSOE, qué quiere el PSOE? Quiere gobernar. Pero ¿qué precio está dispuesto a pagar para conseguirlo, cuáles son sus límites? ¿O no tiene límite alguno para permanecer en el poder? Gobernar un país es una tarea muy honrosa pero también obliga. Obliga a guardar unos niveles mínimos de honestidad básica, esencial, que impide, por ejemplo, pactar y caminar al paso de quienes en su día celebraron y ahora no condenan a los que asesinaron a tantísimos ciudadanos, compatriotas de quienes tienen ahora mismo la tarea de dirigir el país. No, no todos los votos son iguales. Ni muchísimo menos. Hay votos que honran y votos que deshonran y avergüenzan.

Desde dentro del PSOE sólo han hablado el extremeño Guillermo Fernández Vara y el aragonés Javier Lambán. Lo demás es un páramo de silencio, un silencio cómplice. Y eso es lo más escandaloso y lo más desolador.

Dejemos de entrada a un lado los lamentos y las acusaciones al PP por parte del Gobierno a causa de su enmienda a la totalidad del proyecto de Presupuestos. Casado hace exactamente lo mismo que hizo Pedro Sánchez cuando se sometieron a votación las cuentas del Estado en 2018, los famosos presupuestos de Montoro. Y lo volverán a hacer si el PP vuelve a gobernar algún día. Nada nuevo bajo el sol y nada que reprochar, por lo tanto.

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